UN CRISTIANO SIN MEMORIA NO ES UN VERDADERO CRISTIANO

UN CRISTIANO SIN MEMORIA NO ES UN VERDADERO CRISTIANO

Muchos cristianos no saben quién es el Espíritu Santo, cómo es el Espíritu Santo. Y algunas veces se escucha: pero yo me las arreglo bien con el Padre y con el Hijo, porque rezo el “Padre Nuestro” al Padre, hago la comunión con el Hijo, pero con el Espíritu Santo no sé qué cosa hacer… O te dicen: El Espíritu Santo es la paloma, aquel que nos da siete regalos. Así el pobre Espíritu Santo está puesto siempre al final y no encuentra un buen lugar en nuestra vida.

En realidad, el Espíritu Santo es un Dios activo en nosotros, un “Dios que hace recordar”, que “hace despertar la memoria”. El mismo Jesús lo explica a los Apóstoles antes de Pentecostés: el Espíritu que Dios les enviará en mi nombre, asegura, “les recordará todo aquello que he dicho”. De lo contrario, para un cristiano se presentaría un declive peligroso porque un cristiano sin memoria no es un verdadero cristiano.

Hablando a los Apóstoles en la Última Cena, Jesús les dijo que, luego de su partida de este mundo, les enviaría el don del Padre, o sea el Espíritu Santo (Jn 15,26). Esta promesa se realiza con potencia en el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo desciende sobre los discípulos reunidos en el Cenáculo.

Aquella efusión, si bien extraordinaria, no permaneció única y limitada a aquel momento, sino que es un evento que se ha renovado y se renueva todavía. Cristo glorificado a la derecha del Padre continúa realizando su promesa, enviando sobre la Iglesia el Espíritu vivificante, que nos enseña, nos recuerda, nos hace hablar.

El Espíritu Santo nos enseña

El Espíritu Santo es el Maestro interior que nos guía por el camino justo, a través de las situaciones de la vida. Él nos enseña el camino. En los primeros tiempos de la Iglesia, el Cristianismo era llamado “el Camino” (Hech 9,2), y el mismo Jesús es el Camino.

El Espíritu Santo nos enseña a seguirlo

El Espíritu Santo nos enseña a seguirlo, a caminar sobre sus huellas. Más que un maestro de doctrina, el Espíritu es un maestro de vida. Y ciertamente de la vida forma parte también el saber, el conocer, pero dentro del horizonte más amplio y armónico de la existencia cristiana.

El Espíritu Santo nos recuerda

El Espíritu Santo nos recuerda todo aquello que Jesús ha dicho. Es la memoria viviente de la Iglesia. Y mientras nos hace recordar, nos hace entender las palabras del Señor.

Éste recordar en el Espíritu y gracias al Espíritu no se reduce a un hecho mnemónico, es un aspecto esencial de la presencia de Cristo en nosotros y en la Iglesia. El Espíritu de verdad y de caridad nos recuerda todo aquello que Cristo ha dicho, nos hace entrar cada vez más plenamente en el sentido de sus palabras.

Esto requiere de nosotros una respuesta: cuanto más generosa sea nuestra respuesta, más las palabras de Jesús se vuelven vida, actitudes, elecciones, gestos, testimonio, en nosotros. En esencia, el Espíritu nos recuerda el mandamiento del amor, y nos llama a vivirlo.

Un cristiano sin memoria no es un verdadero cristiano. Es un hombre o una mujer prisionero del momento, que no sabe atesorar su historia, no sabe leerla y vivirla como historia de salvación. En cambio, con la ayuda del Espíritu Santo, podemos interpretar las inspiraciones interiores y los acontecimientos de la vida a la luz de las palabras de Jesús.

Así crece en nosotros la sabiduría de la memoria, la sabiduría del corazón, que es un don del Espíritu. ¡Que el Espíritu Santo reviva en todos nosotros la memoria cristiana!

El Espíritu Santo nos hace hablar

El Espíritu Santo nos enseña, nos recuerda, y –otro aspecto– nos hace hablar, con Dios y con los hombres. Nos hace hablar con Dios en la oración.

La oración es un don que recibimos gratuitamente; es diálogo con Él en el Espíritu Santo, que ora en nosotros y nos permite dirigirnos a Dios llamándolo Padre, Papá, Abba (Rom 8,15; Gal 4,4). Esta no es solamente una “forma de decir”, sino que es la realidad, nosotros somos realmente hijos de Dios. «Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios» (Rom 8,14).

Y el Espíritu nos hace hablar con los hombres en el diálogo fraterno. Nos ayuda a hablar con los demás reconociendo en ellos a los hermanos y hermanas; a hablar con amistad, con ternura, comprendiendo las angustias y las esperanzas, las tristezas y las alegrías de los demás.

Pero el Espíritu Santo nos hace también hablar a los hombres en la profecía, o sea haciéndonos “canales” humildes y dóciles de la Palabra de Dios. La profecía está hecha con franqueza, para mostrar abiertamente las contradicciones y las injusticias, pero siempre con docilidad e intención constructiva.

Penetrados por el Espíritu de amor, podemos ser signos e instrumentos de Dios que ama, que sirve, que dona la vida.

Resumiendo:

El Espíritu Santo nos enseña el camino; nos recuerda y nos explica las palabras de Jesús; nos hace orar y decir Padre a Dios, nos hace hablar a los hombres en el diálogo fraterno y en la profecía.  Por esto con toda la Iglesia invocamos:

Ven Espíritu Santo Ven

Autor: papa Francisco Homilías

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