DIOS ES AMOR

DIOS ES AMOR

«Nosotros hemos creído en el amor que Dios nos tiene.» Este creer en el Amor de Dios es lo que nos define a los cristianos y lo que constituye el núcleo más íntimo de nuestra experiencia cristiana. Merece la pena ponerlo de relieve precisamente hoy, en un momento en que el cristianismo aparece a los ojos de algunas personas como una pura doctrina moral o una mera visión del mundo entre otras muchas opciones.

Somos conscientes de que no conocimos el amor de Dios hasta que Dios nos lo mostró en la cruz, cuando Cristo murió por nosotros. Y Dios hace real este Amor en nosotros, por medio del Espíritu Santo que mora en cada uno de sus hijos.

Supremo ejemplo del amor de Dios que nos compromete porque: «si Dios nos ha amado de esta manera, también debemos amarnos unos a otros.» Y la “manera” con que Jesús nos mostró su Amor fue muriendo en la Cruz, pero antes había pedido a su Padre:«perdónalos porque no saben lo que hacen.»

La naturaleza de Dios es AMOR, es lo que nos dice san Juan, al tener esto en cuenta es cuando apreciamos que Dios define el Amor, pues distinguimos muy bien que el texto no dice que el amor es Dios, sino que dice: «DIOS ES AMOR.»(1a csrts de Juan 4, 11-18)

La cruz es la manifestación más grande del amor de Dios pues, Jesucristo, en ella, pagó el precio de nuestra salvación, por medio del derramamiento de su sangre preciosa. Esto sí que es amor pues la llamada que Dios nos hace es, sobre todo, una llamada al amor y, ser cristiano, es una respuesta, responsable y consciente, a Su amor.

Esta clase de amor es difícil de comprender pues significa que yo también debo dar mi vida en bien de mis hermanos ya que nos hemos identificado con Él, con Su vida, con su Muerte y con su Resurrección. Estamos unidos a Cristo porque hemos sido aceptados plenamente por Él.

Jesús nos invita a sus seguidores a creer y a esperar en Él. Sin embargo, muchas veces nuestra actitud es similar a la de los apóstoles: tenemos miedo. Lo que nos ocurre es que no siempre vemos en los acontecimientos la “mano” amorosa de Dios. Hay muchas, puede que demasiadas, tormentas en nuestra vida.

Pero el evangelio nos muestra que Dios siempre está con nosotros, que «viendo nuestros esfuerzos» por alcanzar la orilla, se pone en camino para rescatarnos y llevarnos a puerto seguro. Por eso, una y otra vez, el mismo Jesús viene a nuestro encuentro para que podamos seguir remando.

Lo hace cuando escuchamos su Palabra, cuando recibimos los sacramentos, cuando oramos, cuando le reconocemos en la persona de nuestros hermanos, etc. Lo único que tenemos que hacer es abrir nuestro corazón para que Él lo ocupe y veamos los acontecimientos como Él los ve.

Los discípulos de Jesús, de todos los tiempos pasamos también por momentos de oscuridad, de viento contrario, de perder el control. Por eso nos viene bien volver a escuchar al Señor que nos dice: «no tengáis miedo.» La presencia del Señor en nuestro corazón calma y redimensiona nuestras dificultades, desde el horizonte que da la eternidad desde la que Él nos habla, acoge y alienta.

En medio de nuestra vida agitada estamos invitados a buscar, como el Maestro, nuestros espacios de soledad donde parar la vida y ponernos, junto a Él, ante el Padre, por medio del Espíritu, para decirle con sus palabras: «hágase tu voluntad» o, en el silencio de cualquier “noche,” recibir el aliento que sólo su presencia puede darnos en medio de cualquier tempestad.

Autor: Pagina sacerdotes dominicos

JOIN OUR NEWSLETTER
Acepto recibir correos.
¿Quiere estar siempre al día? Ingrese su nombre y correo
We hate spam. Your email address will not be sold or shared with anyone else.

Su comentario