LAS PARABOLAS DEL EVANGELIO

LAS PARABOLAS DEL EVANGELIO

A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan… (Mc 4, 11-12).

I.- Jesús un Rabí hebreo

1. Jesús, el Rabí de Galilea, fue un maestro integrado en todo y por todo a las tradiciones religiosas de su Judaísmo nativo. Eso era una consecuencia natural del misterio de la encarnación. Sin embargo, los evangelios notan que Jesús era muy diferente de los escribas y de los fariseos de su tiempo. Él enseñaba con «autoridad» propia; y en su doctrina brillaba una «sabiduría» superior.

2. Como hijo de su pueblo, en su enseñanza Jesús utilizó dos géneros oratorios: la predicación en discurso directo, por ejemplo: “Convertíos; creed en el evangelio; amad a vuestros enemigos; sed misericordiosos”, etc.; y la predicación por medio de parábolas, según los métodos rabínicos de su época. Refiriéndose a sus parábolas, el mismo Jesús decía: “El que tenga oídos para oír, que oiga”.

3. Cualidades de las parábolas

a) La parábola es una narración que por su fantasía, sus intuiciones y su realidad afecta a la totalidad de la  persona: entendimiento y afectividad.

b) Mediante la parábola el narrador intenta comunicar una experiencia personal y una convicción. En el caso de Jesús, la parábola es canal para comunicar su experiencia de Dios.

c) La parábola engloba al narrador y al oyente. Establece una corriente que penetra los sentimientos de los interlocutores.

d) La parábola, en lugar de aquietar, hace pensar, suscita la reflexión e invita al oyente a tomar partido y a optar por una decisión.

e) La parábola realiza lo que se cuenta, creando un acontecimiento.

4. La parábola, llamada en hebreo “mashal”, es una de las formas más clásicas de «la interpretación homilética de la Torah». Las parábolas de Jesús se sitúan en el contexto de sus contemporáneos tanaítas (doctores de la Torah). Así, Jesús fue un verdadero “moshél”, o sea, «un maestro que habla en parábolas».

5. Las parábolas del Evangelio son como el libro en imágenes del Nuevo Testamento; y dentro de la literatura hebrea constituyen, con su dialéctica paradójica, un punto culminante.

6. En tiempos de Jesús la comunicación de la enseñanza mediante parábolas, era, entre los escribas, muy común. Lo extraño era que Jesús se dirigiera también al gran público con parábolas. De allí la pregunta: “¿Por qué les hablas en parábolas?” A lo que Jesús responde con otra parábola: A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están Juera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone (Mc 4, 11-12).

II.- ¿Por qué quiso Jesús hablar en parábolas?

¿Qué pensar?

1) Ante todo, parece obvio que con sus parábolas Jesús quiso atraer la atención de sus oyentes, que eran un público constituido en general por gente pobre, sencilla y humilde. En esta línea, muchas de sus parábolas resplandecen por su claridad, sencillez y profundidad.

2) Las parábolas donde aparece propiamente el problema son las referentes al «Reino de los Cielos». Pues bien, para dar una respuesta correcta hay que tener en cuenta varios elementos:

a) Jesús proclamaba que el Reino de los Cielos era un reino espiritual, oculto y misterioso.

b) Ante esta predicación se produjo un endurecimiento voluntario y culpable, sobre todo de parte de los grandes (Mt 11,16-19. 20-24; 12,7-14.24.32.39.45).

c) Jesús no podía continuar hablando tan claramente; sin embargo, tampoco debía callar; su misión no podía fracasar sino seguir adelante. Entonces acude a un método insinuante, brotado de su misericordia: las parábolas. A esos espíritus oscurecidos, a quienes la plena luz sobre el carácter humilde y oculto del verdadero mesianismo cegaría más, Jesús quiere proporcionarles una luz tamizada por símbolos: media- luz, que todavía es una gracia y un llamamiento a abrir los ojos y admitir el reino de los cielos según la voluntad del Padre.

III.- Inventario de las parábolas

Si el Cuarto Evangelio es rico en imágenes, metáforas y alegorías, los Evangelios Sinópticos son los que mejor han recogido el tesoro de las parábolas de Jesús. Estas no se presentan en un orden sistemático, ni parten de palabras de la Escritura. Podemos catalogar unas cuarenta y cinco parábolas y distribuirlas. ya sea por los temas tratados, ya sea por su disposición en los Evangelios.

1.-Por razón de los temas, las parábolas se pueden agrupar en cuatro bloques:

1) Las parábolas del Reino de Dios y del juicio que lo precede; estas parábolas pueden definirse como «parábolas escatológicas».

2) Parábolas de la conducta de Dios con el hombre: La oveja perdida (Mt 18,12-14; Lc 15,4-7). El contratista generoso (Mt 20,1-16). Los dos deudores o la pecadora perdonada (Lc 7,36-50). El padre bueno o el hijo pródigo (Lc 15,11-32).

3) Parábolas sobre los deberes del hombre con Dios: Los talentos y las minas (Mt 25,14-20; Lc 19,11-27). El fariseo y el publicano (Lc 18,9-14).

4) Parábolas sobre las obligaciones del hombre con su prójimo. El siervo malvado (Mt 18,23-35). El buen samaritano (Lc 10.25-37).

2.- Por su ubicación en los Evangelios, se pueden hacer cinco grupos:

a).- El discurso de las parábolas Mc 4,1-34; Mt 13,1-53

1) Parábola del sembrador (Mc 4,1 -20; Mt 13,1 -23; Lc 8,4-15).
2) Parábola de la lámpara (Mc 4,21-23; Mt 5,15; 10,26; Lc 8,16-17; 11,33).
3) Parábola de la medida (Mc 4,24-25; Mt 7,2; 13, 12.25. 29; Lc 6,38; 8,18).
4) La semilla que crece en secreto (Mc 4,26-29).
5) El grano de mostaza (Mc 4,30-32; Mt 13,31-32; Lc 13,18-19).
6) El trigo y la cizaña (Mt 13,24-30. 36-43).
7) Parábola de la levadura (Mt 13,33; Lc 13,20-21).
8) Parábola del tesoro escondido (Mt 13,44).
9) Parábola de la perla (Mt 13,45-46).
10) Parábola de la red (Mt 13,47-50).

b).- Parábolas de triple tradición Marcos, Mateo y Lucas

11) Los amigos del esposo (Mc 2,18-20; Mt 9,14-15; Lc 5,33-35).
12) Vino nuevo en odres nuevos (Mc 2,21-22; Mt 9,16-17; Lc 5,36-39).
13) Los viñadores homicidas (Mc 12,1-12; Mt 21,33- 46; Lc 20 9-19).
14) Parábola de la higuera (Mc 13,28-29; Mt 24,32- 33; Lc 21,29-31).
15) El vigilante (Mc 13,33-37; Mt 24,42; Lc 12,35-38).

c).- Parábolas de doble tradición Mateo y Lucas

16) El arreglo oportuno (Mt 5,25-26; Lc 12,58-59).
17) Las dos casas (Mt 7,24-27; Lc 6,47-49).
18) Los chicos en la plaza (Mt 11,16-19; Lc 7,31-35).
19) Regreso del espíritu inmundo (Mt 12,43-45; Lc 11,24-26).
20) La oveja perdida (Mt 18,12-14; Lc 15,4-7),
21) El gran banquete (Mt 22,1-10; Lc 14,15-24).
22) Parábola del ladrón (Mt 24,43-44; Lc 12,39-40).
23) El administrador fiel y prudente (Mt 24,45-51; Lc 12,42-46).
24) Los talentos y las minas (Mt 25.14-20; Lc 19,11 – 27).

d).- Parábolas de Mateo

25) El siervo malvado (Mt 18,23-35).
26) El contratista generoso (Mt 20,1-16).
27) Los dos hijos (Mt 21,28-32).
28) El huésped sin vestido de boda (Mt 22,11-14).
29) Las diez vírgenes (Mt 25,1-13).
30) El juicio final (Mt 25,31-46).

e).- Parábolas de Lucas

31) Los dos deudores o la pecadora perdonada (Lc 7,36-50.
32) El buen samaritano (Lc 10,25-37).
33) El amigo que ayuda al amigo aun a media noche (Lc 11,5-8).
34) El rico insensato (Lc 12,13-21).
35) La higuera estéril (Lc 13,6-9).
36) La puerta estrecha y la puerta cerrada (Lc 13,22- 30).
37) La elección de asientos (Lc 14,7-11).
38) Parábolas de la torre y de la guerra (Lc 14.28-32).
39) La dracma perdida (Lc 15,8-10).
40) El padre bueno o el hijo pródigo (Lc 15,11-32).
41) El administrador injusto (Lc 16.1-13).
42) El hombre rico y el pobre Lázaro (Lc 16,19-31).
43) ¡Somos siervos inútiles! (Lc 17,7-10).
44) El Juez injusto y la viuda tenaz (Lc 18,2-8).
45) El fariseo y el publicano (Lc 18,9-14).

En resumen: Aparecen en Marcos  10, Mateo 29 y Lucas 34 parábolas.

IV.- Las parábolas del reino

En la imposibilidad de presentar todas las parábolas, hemos elegido las quince del Reino de los Cielos, sintetizando el mensaje de cada una de ellas. A propósito de las parábolas de Jesús, el Catecismo de la Iglesia Católica escribe en el numero 546:

Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico de su enseñanza (Mc 4,33-34). Por medio de ellas invita al banquete del Reino (Mt 22,1-14), pero exige también una elección radical para alcanzar el Reino: es necesario darlo todo (Mt 13,44-45); las palabras no bastan, hacen falta obras (Mt 21,28-32). Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como suelo duro o como una buena tierra (Mt 13,3-9)? ¿Qué hace con los talentos recibidos (Mt 25,14-30)? Jesús y la presencia del Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es preciso entrar en el Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para ‘conocer los Misterios del Reino de los cielos (Mt 13,11). Para los que están fuera (Mc 4,11), la enseñanza de las parábolas es algo enigmático (Mt 13,10-15)

1.- El sembrador y la semilla Mt 13,3-9; Mc 4,3-9; Lc 8,5-8

La llegada del Reino de Dios fue el tema de la predicación de Jesús desde los primeros días de su ministerio. Ese mismo tema es el de la parábola del sembrador (Mt 13,19). Jesús deja caer, como una semilla, la Buena Nueva del Reino. Las semillas corren suerte diferente. Unas se pierden, otras caen en tierra fecunda. Tanto trabajo parecería inútil y sin fruto. Pero ¡no! Ya desde ahora Jesús, rebosante de optimismo y lleno de alegre confianza, lanza su vista al porvenir, más aún, a los últimos días, y contempla la cosecha final, ¡asombrosa cosecha que sobrepasa todas las expectaciones humanas! Es una parábola escatológica. Lo que Jesús mira complacido tras las espigas cuajadas de fruto es el triunfo final del Reino de los Cielos. El Reino es como un campo donde hay trigo y cizaña Mt 13,24-30

El judaísmo contemporáneo de Jesús opinaba que el establecimiento del Reino de Dios traería consigo una depuración enérgica y violenta del mal y de los perversos. Una coexistencia del reinado de Dios y de pecadores parecía imposible. Juan el Bautista expresaba la misma idea con energía (Mt 3,7-12). Jesús, por su parte, piensa de manera diferente. El Reino de los Cielos, en su fase terrena, abrigará a buenos y malos. La maldad no puede venir de Dios; viene del enemigo. Pero hay que ser tolerantes, hay que esperar, hay que tener calma, hay que ser pacientes y benignos. Una eliminación intempestiva de los malos elementos sería peligrosa aún para la buena semilla. La obra de Dios ciertamente prosperará. Que los hombres no se precipiten a querer arrancar el mal o eliminar a los pecadores. Dios espera la conversión. Él es el Señor de la mies y de la cosecha. Él hará a su tiempo lo que sea necesario. Es una parábola escatológica.

2.- Como un grano de mostaza Mt 13,31-32; Me 4.30-32; Lc 13,18-19

La semilla de mostaza es tan pequeña e insignificante, que apenas se puede percibir; sin embargo, al fin de su desarrollo se convierte casi en un pequeño árbol. Así es y será el Reino de Dios. A los ojos humanos el Reino de Dios, que Jesús predica e implanta, tiene orígenes humildes y humanamente imperceptibles, pero su vitalidad es tal que crecerá superando toda previsión humana.

3.- El Reino es como un poco de levadura Mt 13,33; Lc 13.20-21

El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo”. Así sucede con el Reino de Dios, que Jesús está inaugurando. Sus principios son minúsculos y ocultos, como el poco de levadura que una mujer esconde en cuarenta y cinco litros de harina. El verbo «esconder» es muy significativo: quiere enseñar que la fuerte actividad de Dios, aunque secreta e invisible, es sin embargo soberanamente eficaz.

4.- El Reino es como un tesoro escondido Mt 13,44

El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel. ¡Sí, el Reino de los Cielos es un tesoro escondido! Es una gracia y una fortuna dar con él. Pero quien lo encuentra se ve inundado de una alegría tal que con gusto se desprende de cuanto tiene y finalmente conquista ese tesoro…

5.- El Reino es como una perla preciosa Mt 13,45-46

El Reino de los Cielos es semejante a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra. La perla de gran valor es imagen del Reino de Dios. Quien lo encuentra de verdad, queda de tal manera subyugado que tiene valor para desprenderse de todo a fin de conseguirlo.

6.- El Reino es como una red llena de peces Mt 13,47-50

El Reino de los Cielos, en su fase de peregrinación, abrigará a buenos y malos; pero al fin habrá una separación. El rechazo de los malos queda reservado para el fin de los tiempos. Es una parábola escatológica.

7.- El Reino es como la semilla que crece en secreto Mc 4,26-29

Con la predicación de Jesús la hora de Dios ha sonado. El Reino de Dios, que Jesús está sembrando, posee por sí mismo una fuerza de germinación, de crecimiento y de fructificación tan irresistible, que escapa a todo cálculo humano y supera con mucho nuestra actividad. En la siembra está ya implícita la cosecha. Solamente hay que esperar con fe y sin impaciencia, con confianza y sin desaliento. Dios llevará a espléndida consumación la obra que ha comenzado.

8.- El Reino y la magnanimidad del rey que perdona Mt 18,23-35

Dios es un rey de corazón magnánimo, cuya indulgencia y misericordia son tan grandes que perdona las enormes deudas que el hombre tiene con él y que jamás le podría pagar. Pues bien, si tal es la conducta divina, el hombre deberá también tener misericordia con su hermano el hombre, y perdonarle con sinceridad de corazón las pequeñas deudas que tenga con él (Mt 6,14).

9.- El Reino y el contratista generoso Mt 20,1-16

Jesús debió dirigir esta parábola a sus enemigos fariseos y legistas, que murmuraban contra él y lo criticaban por acercarse a los pecadores, acogerlos, aceptar su amistad y prometerles la recompensa del Reino. Jesús responde a esas críticas aludiendo a la bondad de Dios que, sin lesionar las leyes de la justicia, supera las categorías humanas de la retribución considerada como una paga debida. No se trata de imposiciones según el criterio del hombre, sino de dones de la liberalidad divina. Así como Dios es bueno, así también lo es Jesús; y porque es bueno, llama también a los pecadores al Reino de los Cielos. ¡Que ante la gran bondad de Dios y de su Hijo hacia los pecadores no se enciendan los celos y la envidia en el corazón de los que se creen buenos!

10.- El Reino y los pecadores que se arrepienten Mt 21,28-32

Los publicanos y las prostitutas precederán en el Reino de los Cielos a los jefes religiosos de Israel. Éstos han dicho un «sí» a Dios, pero no han aceptado el mensaje que él les mandaba por medio de Jesús; aquéllos, al contrario, que habían llevado una vida de pecadores diciendo un «no» a Dios, ahora se arrepienten, vuelven a él, aceptan la Buena Nueva y cumplen los mandatos del Señor.

11.- El Reino y el banquete de bodas Mt 22,1-10

La parábola es un condensado de la historia de las infidelidades de Israel, el pueblo elegido. Esta parábola, como se lee en la tradición de Mateo, supone ya la destrucción de Jerusalén en el año 70. El rey es Dios que celebra ahora las bodas mesiánicas de su Hijo-rey. El banquete regio es el símbolo de la comunión gozosa y definitiva de Dios con su pueblo. Primeramente Dios había enviado a los profetas para invitar a los judíos a participar de la fiesta; pero “ellos no quisieron venir”; envió luego a los apóstoles y misioneros con una nueva invitación, pero los judíos tampoco la aceptaron y aun dieron muerte a los enviados. El banquete mesiánico, ya preparado, no puede perderse. Habiéndose cerrado el pueblo judío en sí mismo, y no habiendo querido aceptar el Reino de los Cielos que Dios le había prometido y ofrecido, ahora será el mundo entero, los gentiles, buenos y malos sin discriminación alguna, quienes disfrutarán del Reino. ¡Ellos sí escucharán la invitación del Padre!

12.- El Reino y la venida del novio Mt 25,1-13

La parábola de las diez vírgenes es una urgente invitación a la vigilancia, en espera del Señor que viene sin que se sepa cuándo. El Reino de los Cielos, en una fase nueva, está por llegar. ¡Hay que estar preparados para salir al encuentro del novio que viene de un momento a otro…!

El Reino y el producto de los talentos Mt 25,14-30

En el Reino de los Cielos se exige dedicación al trabajo. El amo que se ha marchado es Jesús. Ha confiado sus tesoros a los hombres para que los trabajen. Cada quien recibe según sus capacidades y según éstas se le pedirá cuentas. Hay premios proporcionados a los talentos confiados, pero la recompensa principal es para todos igual: entrar en el gozo del festín del Reino de los Cielos. El castigo para el siervo perezoso será la privación del talento confiado, pero sobre todo la exclusión del Reino y su colocación en la condenación eterna.

13.- El Reino escatológico definitivo Mt 25,31-46

El Hijo del hombre, Jesús, aparece en todo el esplendor de su poder. El es un rey universal y cósmico. A él están sujetas todas las cosas, hasta los ángeles del cielo. La gloria es el halo que lo envuelve. Es un soberano absoluto. En esta figura grandiosa del Hijo del hombre se presiente su carácter divino. Lo sabemos bien. El premio o el castigo eterno dependen de las diferentes actitudes del hombre ante las necesidades de sus hermanos pobres. Jesús se identifica con ellos: El rey les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis (Mt 25,40).

Conclusión: Recibe el Reino en herencia

El Reino de los Cielos, glorioso y definitivo, existe en los designios divinos desde antes de la creación del mundo y está reservado para aquellos que han sido objeto de la bendición del Padre: Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparada para vosotros desde la creación del mundo…Entonces el Rey dirá: Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver. (Mt. 25, 34-36)

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