DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL

DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL

Hablar de discernimiento espiritual es hablar de las realidades invisibles y para ello es necesario comenzar por definir lo que entendemos por discernimiento: Discernir, así lo define el diccionario, es “distinguir una cosa de otra”. Discernimiento, por tanto, es el acto, “el pensamiento de la mente por el cual nosotros conocemos la diferencia entre varias cosas”. Discernimiento espiritual o discernimiento del espíritu es un conocimiento íntimo que nos hace distinguir y diferenciar qué viene del Espíritu de Dios, qué viene del espíritu malo y qué viene de nuestro propio espíritu humano. Por ello el discernimiento nos llevará a descubrir que nuestra experiencia espiritual puede venir, y de hecho viene, de “diferentes espíritus”.

1.- El arte (técnica) de discernir

No es lo mismo el “arte o la técnica de discernir” que “el carisma del discernimiento”. Lo primero está al alcance de todos en alguna medida, lo segundo es un carisma extraordinario que Dios da a quien desea. Ambos nos llevarán al mismo fin y estarán al servicio de la Iglesia, pero de diferentes maneras.

2.- Demos, ante todo, una idea breve y clara sobre cada uno de ellos

El arte o técnica del discernimiento es la capacidad de percibir, conocer, entre las experiencias interiores y exteriores que tenemos o vemos en los demás, aquellas que vienen del Señor y conducen a Él y aquellas que provienen del maligno o de la naturaleza humana y nos alejan de Dios.

El carisma del discernimiento, en cambio, se da, cuando Dios mismo, por gracia, da a alguien una especie de instinto sobrenatural, muy seguro, para conocer inmediatamente si los movimientos espirituales que animan a una persona o a un grupo vienen de Dios o no.

A esto último se refiere San Pablo en la 1ª carta a los Corintios, cap 12,10. Eso sí, debemos aspirar al arte o técnica de discernir, y bendito sea Dios si nos concede, además, el carisma de discernimiento o lo concede a algunos de los que trabajan con nosotros.

3.- Aprendiendo a discernir

Todo arte o técnica se aprende. El de discernimiento también. ¿En qué señales o experiencias interiores o exteriores podemos llegar a conocer lo que es del Espíritu de Dios, del espíritu malo (del demonio) o del espíritu humano? Es decir, nuestros pensamientos vienen de tres diferentes orígenes: Espíritu de Dios, espíritu del mal y espíritu humano

La gran regla general nos la da Cristo: Por los frutos conocemos el árbol. Un árbol bueno no puede dar frutos malos. Por los frutos del Espíritu Santo (carta de san Pablo a los Gálatas, cap 5, 22) podemos discernir lo que viene del árbol bueno que es Dios. La tradición catequística nos enumera doce frutos del Espíritu de Dios. Donde ellos están, está Dios.

4.- Paz, amor, humildad, gozo y alegría, frutos del discernimiento que viene del       Espíritu de Dios

El más conocido de esos frutos para discernir el “buen espíritu” es la paz. El movimiento de Dios en nosotros y en los demás deja un rastro de paz. Igualmente, todo lo que nos lleva al amor de Dios y al amor de los hermanos no puede venir sino de Dios. Otro de los frutos al que se recurre con facilidad y que nos indica la presencia de Dios es la humildad, como también el gozo y la alegría profunda.

5.- Oración en el discernimiento

Una observación continua de lo que sucede en nuestro interior nos va entrenando en el arte de discernir. Para ese entrenamiento ayuda mucho la oración. En la oración, el discernimiento nos hace distinguir y diferenciar qué viene del Espíritu de Dios, qué viene del espíritu malo y qué viene de nuestro propio espíritu humano.

6. Los frutos del espíritu malo

Son todo lo contrario del espíritu bueno. Son muchos. Los más conocidos, sin embargo, son la intranquilidad e incomodidad; el rechazo de Dios y un no sentir gusto por la oración; repulsión e irritabilidad frente a los hombres; orgullo; desaliento y tristeza. El Señor de la luz trae consolación, el príncipe de las tinieblas trae desolación.

Pero a veces este príncipe se viste de “ángel de luz”, o, usando la frase de San Pablo, “Satanás se disfraza de mensajero de luz” (2 Cor 11:14-15). Pero por los efectos que quedan en nosotros, después de un encuentro parecido, podemos descubrir el engaño y salir vencedores.

7. Discerniendo lo que viene de nuestro propio espíritu

Cuando es el espíritu humano desordenado el que se esconde detrás de nuestros deseos nuestras palabras o acciones, también lo podemos discernir. Los frutos desordenados del hombre son la búsqueda de honra y gloria, riquezas y poder. Todos quedarán vacíos, aunque sean verdades muy bíblicas las que se anuncien. Detrás de ellas no se movía el espíritu bueno de Dios, sino el espíritu malo y desordenado, que, en este caso, era del hombre.

8. Necesidad del Discernimiento

El discernimiento es un arte o carisma indispensable en la vida del cristiano. Sobre todo, si ese cristiano está al frente de un grupo y es su servidor, porque muchos dependen de él. San Pablo nos recuerda que “el hombre espiritual lo juzga todo”, es decir “lo discierne todo” (1 Cor 2, 15).

Una misma frase bíblica que de suyo es buena y verdadera, puede ser dicha por el espíritu de Dios, puede ser empleada por el maligno y puede ser utilizada por el hombre para sus propios fines. Los versículos 11 y 12 del Salmo 91 fueron dichos por Dios a través del Rey-Profeta, David y fueron empleados por Satanás para tentar al mismo Cristo (Mateo 4: 5-6).

Es necesario discernir, discernirlo todo y siempre. Discernir los carismas para ver si son auténticos o no, discernir nuestra labor social o liberadora, discernir los sueños, visiones o revelaciones, discernir nuestra propia oración y predicación, discernir lo ordinario y lo extraordinario. Todo eso es bueno y puede venir de Dios y del hombre rectamente ordenado.

Pero en todo ello se puede meter el tenebroso disfrazado de luz o el hombre mismo convertido en desorden. Nosotros, mientras caminamos en este mundo y después del pecado, no tenemos ya nada absolutamente puro. Todo está mezclado: el bien y el mal. No nos queda otro camino que aprender a discernir o hundimos.

Conclusiones

No queremos concluir nuestro trabajo sin recordar que este discernir se refiere a manifestaciones que en sus apariencias son buenas en su apariencia. Sin embargo, pueden ser también engañosas y hacer daño a terceros o a uno mismo. Esto quiere decir también que cuando oímos o decimos algo que es falso o erróneo o vemos y hacemos algo pecaminoso ya el discernimiento está hecho por sí mismo.

No puede ser de Dios un mensaje que enseñe herejías. No es de Dios simplemente la expresión “Jesús no es el Mesías” o “Dios quiere que tú mates”. Para discernir esto no es necesario el arte o el carisma de discernimiento.

Es necesario únicamente conocer la doctrina de la fe y la moral cristiana. En realidad, por aquí debe comenzar la formación del discernimiento: adquiriendo el conocimiento adecuado para un mejor discernir.

El aprendizaje del arte de discernir es un camino a realizar. Dichosos aquellos que están dispuestos a realizarlo. Yo no me atrevería a poner a nadie a dirigir un grupo o cualquier labor social si no está iniciado en el discernimiento y si no está dispuesto a seguirlo, aprendiendo con humildad, perseverancia y con ayuda de otros.

Propuesta del Editor

Cada vez que vamos a tomar una decisión preguntemos al Señor en oración, si eso es lo que El quiere.

¿Me da paz lo que voy a decidir?

¿Las decisiones relacionadas con eso me llevaran al mismo resultado y conservare la paz?

http://mercaba.org
Mons. Ramon de la Rosa y Carpio
Extracto de Editor

ANEXO TEXTOS BÍBLICOS SOBRE EL DISCERNIMIENTO

1a Corintios 12, 4-11 “Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra todo en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común. Porque a cada uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro palabra de ciencia según el mismo espíritu, a otro fe en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas. Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad”.

1a Jn 4, 1-6: “Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo. Podréis conocer en esto el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; ese es el del Anticristo. El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo. Vosotros, hijos míos, sois de Dios y los habéis vencido. Pues el que está en vosotros es más que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo y el mundo los escucha. Nosotros somos de Dios. Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es de Dios no nos escucha. En esto conocemos, el Espíritu de la verdad y el Espíritu del error”.

1ª Tes 5, 19-21: “No extingáis el Espíritu; no despreciéis la profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno. Absteneos de todo género de mal”.

Heb 5, 12-14 “Pues debiendo ser ya maestros en razón del tiempo, volvéis a tener necesidad de leche en lugar de manjar sólido. Pues todo el que se nutre de leche desconoce la doctrina de la justicia, porque es niño. En cambio, el manjar sólido es de adultos; de aquellos que, por costumbre, tienen las facultades ejercitadas en el discernimiento del bien y del mal”.

Heb 6, 1-6: “Porque es imposible que cuantos fueron una vez iluminados, gustaron el don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, saborearon las buenas nuevas de Dios y los prodigios del mundo futuro, y a pesar de todo cayeron, se renuevan otra vez mediante la penitencia, pues crucifican por su parte de nuevo de nuevo al Hijo de Dios y le exponen a pública infamia”.

Is 5,20: Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad; que dan amargo por dulce, y dulce por amargo.

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