DIOS SE REVELA A TI

DIOS SE REVELA A TI

El fondo del misterio del diálogo de la oración, es la presencia de Dios en ti. Si puedes estar en Dios, es porque él ha querido estar en ti. Si puedes mantenerte así ante Dios, con él y en él, es porque ha tenido a bien el mostrarse a ti como el Santo, el Amigo y el Huésped. A tu actitud corresponden tres nombres de la revelación objetiva de Dios, tres “Todo” de este Dios de la Biblia. He aquí algunas pistas que te orientan en la contemplación del misterio.

Dios es el separado, el Único, y se muestra Santo. El es el Único por su infinito poder misterioso. Ante él tú eres polvo y ceniza (Gn 18, 27) pues todo es nada salvo El (Is 40, 25 y 45, 5). Cuando se te manifiesta, se revela en la trascendencia de su ser, es decir en su gloria, que es la intensidad radiante de su presencia y de su vida (Ex 3, 6; Is 6, 1-5; Ez 1, 28). Tú sólo puedes caer rostro en tierra para adorarle.

Es también el Único por su infinita pureza moral que te hace sentir tu innata impureza (Is 6, 5). Si los orantes de la Biblia tienen la convicción de estar delante de Dios, testigos de su gloria, es porque han tenido la revelación de su santidad. Es la primera indicación objetiva del diálogo con Dios. Adorar a Dios, es tener el sentimiento de su grandeza e inseparablemente el sentimiento de tu propia miseria.

Pero el Dios verdadero no revela nunca su grandeza inaccesible sin revelar al mismo tiempo su Amor, y por eso es el amigo de los hombres. El que ama (Os 11, 1), es también el que te ama: “Vosotros sois mis amigos” dirá Jesús. Es una confidencia hecha de corazón a corazón, una revelación. Sobre el rostro de carne de Cristo, tú descubres la amistad (Tit 3, 4), y la ternura de Dios para contigo. Y la prueba de que es tu amigo, es que comparte contigo los secretos del Padre como se hace entre amigos.

Hoy todavía, como en el tiempo de los profetas, Dios te repite: “Estoy contigo”.

Cristo resucitado no cesa de estar con los suyos hasta el fin de los tiempos. Te conoce por tu nombre pues te ha amado y se ha entregado por ti.

La revelación de la intimidad del Dios tres veces Santo en Jesucristo es la segunda indicación objetiva del diálogo. Entre Dios y tú, se da una relación de tipo amigo. Entre el Santo y tú, Jesús es tu amigo. Si tú puedes estar con él, es porque él ha querido estar contigo. Emmanuel = Dios con nosotros.

Pide a san Juan, “el discípulo al que Jesús amaba” (Jn 13, 23), que te haga experimentar la amistad de Cristo. Te enseñará sobre todo a permanecer en Dios compartiendo incesantemente la persona de Jesús. En Jesús, morada permanente de Dios en el corazón del mundo, Dios ha plantado su tienda en medio de nosotros.

Por el don de su Espíritu, Jesús es el que te hace morar en Dios. Si te alimentas de su cuerpo, si vives como él y guardas su Palabra, la Santísima Trinidad planta su morada en ti, Dios se hace tu huésped, como lo fue de Abraham en la encina de Mambré:

“Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él. y haremos morada en él” (Jn 14, 23).

El fondo del misterio del diálogo de la oración, es la presencia de Dios en ti. Si puedes estar en Dios, es porque él ha querido estar en ti. La relación de inhabitación de las Personas divinas en ti, es la tercera indicación objetiva del diálogo con Dios. No hay definición más hermosa de la intimidad que se establece entre Dios y tú en la oración, que la del Apocalipsis:

“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20).

Autor: Jean Lafrance
Fuente: Catholic.net

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