LA BIBLIA: QUE ES, COMO SE INTERPRETA Y COMO SE ORA

LA BIBLIA: QUE ES, COMO SE INTERPRETA Y COMO SE ORA

La  Biblia: palabra escrita de Dios para nosotros

Nota del Editor: antes de entrar en el desarrollo del tema, se incluye un resumen como guía de conducción del texto, indicando los puntos principales del mismo.

I-   ¿QUÉ ES LA SAGRADA ESCRITURA O BIBLIA?

PALABRA ESCRITA DE  DIOS PARA  NOSOTROS

A)-    PALABRA ESCRITA…

B)      PALABRA DE DIOS…

C)-    PALABRA  PARA NOSOTROS…

II-   ¿CÓMO SE INTERPRETA LA SAGRADA ESCRITURA?

La tarea de interpretar la Sagrada Escritura se llama exégesis.

La tarea de actualizar la Sagrada Escritura se llama hermenéutica.

PALABRA ESCRITA DE DIOS PARA NOSOTROS

– PORQUE ES PALABRA ESCRITA

– PORQUE ES DE  DIOS

– PORQUE ES PARA NOSOTROS

1)  PORQUE ES PALABRA ESCRITA

.-CONOCER LOS GENEROS LITERARIOS

.-INFORMARSE DEL MEDIO SOCIO CULTURAL E HISTORICO

.-CAMINO PRACTICO DE LECTURA

2)  PORQUE ES DE  DIOS

3) PORQUE ES PARA NOSOTROS

III-      MÉTODOS PARA MEDITAR Y ORAR LA PALABRA DE DIOS

LA LECTIO DIVINA (primer método)

  1. La Lectio
  2. La Meditatio
  3. La Oratio
  4. La Contemplatio

EN CAMINO CON EL SEÑOR RESUCITADO (Segundo método)

1: oración inicial que es tiempo de: preparación espiritual.

2: Proclamación del texto, lectura y reflexión personal: tiempo de escucha

3: Reflexión, estudio comunitario: tiempo de descubrir lo que el texto dice

4: Oración personal: tiempo para dialogar con Jesús de lo que el texto me dice

5: Oración comunitaria: tiempo para compartir lo que el texto nos  dice

6: Discernimiento y  compromiso personal y comunitario: tiempo para dar  testimonio de las obras realizadas

7: oración final: tiempo de acción de gracias y alabanza

IV-      CONCLUSION

Desarrollo del temario

I- ¿Qué es la Sagrada Escritura o Biblia?

Una respuesta completa y adecuada que no deja afuera ningún aspecto fundamental  de la Biblia es definirla como: Palabra escrita de DIOS para nosotros. Analicemos cada uno de los aspectos que contiene la definición como palabra escrita, como palabra de Dios y como palabra para nosotros.

1)- PALABRA ESCRITA…

Gracias a la palabra nos comunicamos, salimos de nosotros mismos y ofrecemos nuestra interioridad al amigo que nos escucha. El que habla con sinceridad de su mundo interior, de sus pensamientos, sentimientos, propósitos, se expone, es decir, pone a consideración del amigo su interioridad y ofrece su propia vida en comunión; el interlocutor, a su vez, responde expresando también por la palabra su propia intimidad. En virtud del diálogo abierto y sincero entre los amigos se involucra el mundo interior de ambos, se crea la comunicación de las personas y se posibilita la comunión permanente de sus existencias.

La palabra, pues, está llamada a ser vehículo de comunicación personal y de comunión de vidas. La Biblia testimonia que Dios se re-vela (= quita el “velo” que lo oculta), es decir,sale de sí y ex-pone su intimidad a los hombres (“su corazón”). Para hacerlo, elige el medio más frecuente en el trato interpersonal: la palabra, el diálogo.

La carta a los Hebreos dice acerca del Dios de Jesucristo que ofrece su vida en comunión: «Muchas veces y de muchas maneras Dios habló antiguamente a nuestros antepasados por medio de los profetas, ahora en este momento final nos ha hablado por medio del Hijo…» (Heb 1,1). De igual modo el CONCILIO VATICANO II nos enseña:

Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano  (Dei Verbum, 12).

Al elegir la palabra para salir de sí y exhibirse, Dios acepta las reglas del juego del lenguaje humano, y por la palabra se ofrece a sí mismo, originando comunicación y creando comunión. Dios posibilita así el encuentro fecundo de vidas, la de Dios y la del hombre. Sin embargo, la Palabra definitiva y plena del Padre es Jesucristo, quien haciéndose igual a nosotros, revela o expone al Padre y lo que él quiere (Heb 1,2; Jn 1,1.18).

Toda la Biblia es EVANGELIO, es decir, BUENA NOTICIA por la que Dios en Cristo ofrece al creyente su vida, abundante y eterna. Los libros bíblicos, en particular el Nuevo Testamento, tienen por centro la Palabra increada y encarnada en el seno de María, Jesucristo, «camino, verdad y vida» para la Iglesia y el creyente (Jn 14,6).

En lenguaje humano y al modo humano, la Sagrada Escritura:

• Testimonia la experiencia de fe de Israel, pueblo de Dios (Antiguo Testamento).
• Anuncia como Buena Nueva lo que Cristo, Palabra del Padre, hizo y enseñó (Evangelios).
• Relata la expansión de la Iglesia apostólica, sus dificultades y sus esperanzas (Hechos).
• Reflexiona acerca de las consecuencias teológicas y éticas que se deducen de las acciones y palabras del Señor con la finalidad de dar soluciones a las necesidades por las que pasan las jóvenes iglesias (Cartas de Pablo, Santiago, Pedro, Juan y Judas), y
• Proclama un futuro victorioso para los seguidores de Cristo y el desastre total para sus detractores y el anticristo (Apocalipsis).

La lectura e interpretación de la Sagrada Escritura tienen por principal finalidad aprehender la intimidad de Dios y su voluntad (“conocer” en sentido bíblico), puesto que Dios por la Palabra se ex-pone, ofreciéndose en amistad.

La meditación y oración con la Sagrada Escritura tienen por principal finalidad entrar en diálogo con la Palabra eterna del Padre, Jesucristo, quien con sus enseñanzas y acciones se convierte en principio de vida y sentido pleno de la existencia. La respuesta que Dios espera del creyente es la entrega de la propia vida por la fe; entonces, la vida divina comunicada al creyente, se hace en éste vida eterna (Jn 20,30-31).

2)- PALABRA  DE DIOS…

La palabra engañosa que cambia o desfigura el propio mundo interior crea una falsa comunicación, porque al inventar caretas y manifestar irrealidades, se hace imposible la comunión de las personas, pues una de ellas, o ambas, se enmascara, por tanto, la entrega, la confianza y el afecto recíproco son impracticables. Esta experiencia de engaño y soledad -por desgracia frecuente entre seres humanos- jamás se da en Dios, pues nunca su palabra es mentirosa o hipócrita, sino veraz y sincera; nunca Dios se encierra en sí mismo, sino que, tal cual es y siente, se dona por su Hijo y nos ofrece sus bienes. El testimonio bíblico respecto a las características de la palabra de Dios es abundante y diáfano. Señalamos solamente tres notas.

Por ser de Dios, su palabra:

Es viva y eficaz como agua que cae en la tierra y la hace germinar (Is 55,10-11). La Palabra de Dios es FECUNDIDAD.

Es «más cortante que una espada de dos filos» que penetra hasta lo más profundo del ser (Heb 4,12-13), ayudando al creyente a discernir sus pensamientos y las intenciones de su corazón (1 Cor 14,24-25). La Palabra de Dios es FUENTE de DISCERNIMIENTO.

Es siempre veraz, porque contiene promesas que se cumplen, ofrece un consuelo que alivia y sus reprimendas y consejos interpelan y exigen cambios radicales (1 Cor 10,11; 1 Tes 2,13; 2 Tim 3,14-17). La Palabra de Dios revela  la verdad que nos salva.

Por tanto, por medio de la Biblia inspirada por Dios, se ofrece al creyente una palabra operante y eficaz, sincera y veraz, una PALABRA SALVIFICA: ¡la misma Palabra del Señor por la que se puede conocer el auténtico rostro de Dios y experimentar su sabiduría y poder que transforman!

3)- PALABRA PARA NOSOTROS…

San AGustín  enseñaba que los que no tengan el libro de la Biblia, siempre tendrán el libro de la vida, escrita también por Dios. Efectivamente, vida y Biblia nacen de Dios, y ambas testimonian el paso y la presencia del Señor que creó la vida e inspiró la Escritura. Cuando el creyente adquiere sensibilidad ante la presencia del Señor gracias a sus experiencias de fe, la vida lo ayuda a comprender la Biblia y la Biblia le empieza a hablar de la vida. El creyente descubre que la Palabra de Dios es para la vida, para hoy y para él, no para otros, y no es una palabra antigua y vieja, como el papiro que la contiene, sino actual y permanente, por ser de Dios. Por tanto, la lectura íntegra de la Biblia sólo se da cuando es a la vez lectura de la vida, y la lectura creyente de la vida sólo es posible cuando se contrasta con las palabras de la Biblia y se amplía el horizonte de la fe y gracias a ésta, la comprensión de la misma vida.

Al respecto un autor moderno escribe: «La Biblia contiene la experiencia de Dios que tuvieron nuestros antepasados en la fe; una experiencia que tiene como centro a Jesús. Esta experiencia de Dios (…) es lo que constituye el centro de la Escritura y lo que hace que los creyentes de todas la épocas -también de la nuestra- encuentren en ella una clave para contrastar y ampliar el horizonte de su propia experiencia de fe». La Biblia, pues, es un libro que no pasa de moda, es siempre novedoso y actual, porque es palabra de Dios PARA NOSOTROS y Dios es atrayente y cautivante, Dios no se agota ni se repite, siempre nos sorprende, siempre es noticia permanente y fresca para el cristiano, la Iglesia y la sociedad de hoy.

La Biblia es para todos; no fue escrita sólo para los hombres de antaño o unos pocos privilegiados, los de mucha fe o de mucha ciencia, sino para todos los que anhelan encontrar la vida y la paz y buscan la comunión con Dios en diálogo con él, porque Dios por la Escritura sale de sí, se ex-pone y se pro-pone (= poner delante) como sentido último y pleno del hombre y de su historia.

II- ¿COMO SE INTERPRETA LA SAGRADA ESCRITURA?

La Biblia fue escrita hace muchos siglos por hombres inspirados por Dios, quienes -sin embargo- no perdieron su libertad, su idioma, su genio literario, su cultura… en una palabra, no fueron arrebatados del medio socio-histórico y cultural en que vivían.

Por tanto, los libros bíblicos como obras literarias son fieles reflejo de la personalidad, formación y medio ambiente de sus autores. Los siglos de distancia que nos separan de los autores bíblicos y la inmensa diferencia entre el mundo cultural de ellos (el semita de la cuenca Este del Mediterráneo) y el nuestro (mundo occidental de raigambre cultural greco-romana), exige de parte del lector moderno un esfuerzo de interpretación para comprenderla y de actualización para vivirla.

Tarea de la Iglesia y del creyente, entonces, es interpretar la Biblia y actualizar su mensaje:

• Interpretar un texto bíblico es sacar a la luz el mensaje que Dios transmite por el autor sagrado; la comprensión correcta del mensaje requiere del conocimiento y práctica de unas leyes básicas de interpretación, porque el contexto histórico de los autores bíblicos es diverso al nuestro y, por ejemplo, unas mismas palabras pueden tener significados y matices diferentes en la pluma de ellos y en nuestro hablar.

La tarea de interpretar la Sagrada Escritura se llama exégesis.

• Actualizar el mensaje es dejarse interpelar por el significado de un texto bíblico, leído y creído como Palabra de Dios para mí. Se hace así operante el carácter de Palabra de Dios viva y eficaz, que interpela y transforma. La actualización requiere también del conocimiento y práctica de algunas leyes básicas, pues nuestras necesidades y problemas son diversos a los de los autores bíblicos y sus destinatarios.

La tarea de actualizar la Sagrada Escritura se llama hermenéutica.

La interpretación y actualización de la Palabra de Dios y la urgencia de ser testigo de la Buena Nueva en el mundo de hoy, exige:

Actuar el mensaje, es decir, transformar en hechos concretos la Palabra de Dios interpretada y actualizada. La dificultad de interpretar lo leído y actualizar el mensaje en la propia vida no es sólo un problema de los creyentes y comunidades de hoy. La Biblia da testimonio de que es una dificultad de cada generación de cristianos. El diácono Felipe,movido por el Señor, sale al encuentro del ministro y hombre de confianza de Candace, reina de los etíopes, que regresaba de Jerusalén y leía al profeta Isaías, y le pregunta: ¿Entiendes lo que estás leyendo? El ministro le responde: ¿Cómo voy a entender lo que leo si nadie me lo explica?(Hech 8,31; Os 14,10; Dan 9,2; 2 Pe 3,16).

Como este acontecimiento lo deja claro, para comenzar una lectura comprensiva de la Sagrada Escritura se necesita la ayuda de algún sacerdote, catequista o persona preparada (actuales “Felipes”), se requieren sencillos pero buenos manuales y convenientes traducciones de la Biblia…, pero sobre todo de un amor inmenso por la Palabra de Dios, de un anhelo intenso por entrar en comunicación con el Dios de la Sagrada Escritura. Los principios básicos de interpretación y actualización de la Sagrada Escritura se deducen de lo que ella es:

PALABRA ESCRITA DE  DIOS PARA NOSOTROS

1)- POR QUE ES PALABRA ESCRITA

La preocupación fundamental de un creyente que procura conocer el mensaje de un texto bíblico debe ser el sentido literal del texto en cuanto obra escrita, es decir, en cuanto obra de literatura. A propósito de lo recién afirmado, el papa PIO XII escribía en 1943: «Porque a nadie se oculta que la norma principal de interpretación es aquella en virtud de la cual se averigua con precisión y se define qué es lo que el escritor pretendía decir»(Divino afflante Spiritu).

Años más tarde, el CONCILIO VATICANO II enseñaba: El intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir… (Dei Verbum, 12). Sólo en 1994, la PONTIFICIA COMISION BIBLICA recordaba a los estudiosos de la Biblia y a todo creyente las enseñanzas de PÍO XII y del CONCILIO VATICANO II con las siguientes palabras: la búsqueda del sentido literal de la Escritura es una tarea esencial de la exégesis, y luego definía “sentido literal” como aquel significado que ha sido expresado directamente por los autores humanos inspirados y, siendo el fruto de la inspiración, este sentido es también querido por Dios, autor principal.

De todas estas enseñanzas se concluye que la pregunta principal frente a un texto de la Sagrada Escritura es ¿qué quiso decir el autor sagrado? En otros términos: ¿cuál es el sentido literal del texto bíblico como escritura? Dios habla por el autor inspirado, al punto que «todo lo que afirman los autores sagrados, lo afirma el Espíritu Santo» (Dei Verbum, 11). Por tanto, lo que el autor bíblico realmente intentó decir y dijo, es lo que Dios revela o enseña; de aquí la importancia fundamental del sentido literal de los textos.

Algunos de los principios que permiten responder a la pregunta acerca de qué dijo el autor o -lo que es lo mismo- cuál es el sentido literal del texto, son:

• El Antiguo Testamento está escrito en hebreo y, una parte pequeña, en arameo, y el Nuevo Testamento en griego. Hebreo, arameo y griego son las lenguas bíblicas. Todas las Biblias en otros idiomas son, por tanto, traducciones… y no cualquier traducción es buena. De aquí la necesidad de contar con buenas traducciones cuyas lecturas me ayuden a determinar lo más exactamente posible el sentido literal del pasaje que leo.

• Para entender un texto escrito es fundamental “hacerse una idea”, primero general luego matizada, de los temas centrales del pasaje que estoy leyendo. Cualquiera profundización posterior de algún tema requiere saber de qué se trata el texto, es decir, poder dar razón de sus significados centrales. Luego, darle a las palabras y frases del texto el significado que el autor concibió en su mente, según se acostumbraban a emplear en su mundo socio-cultural. Al respecto, señala el CONCILIO VATICANO II: «El intérprete indagará lo que el autor sagrado dice e intenta decir, según su tiempo y cultura» (Dei Verbum, 12).

• Conocer los géneros literarios utilizados por entonces con el fin de descubrir la intención literaria de los autores bíblicos. El CONCILIO enseña: «Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios» (Dei Verbum, 12).

Algunos ejemplos:

La poesía emplea metáforas, comparaciones, imágenes osadas, antítesis, paralelismos, hipérboles y otros muchos recursos literarios que aquél que busca comprender un texto poético, no puede leer tomándolos “al pie de la letra”.

La historia bíblica interpreta el pasado y el presente del pueblo de Dios (Israel y la Iglesia) a la luz del Señor que interviene en medio de los hombres por sus enviados. Para la historia bíblica -a diferencia de lo que ocurre con nosotros no es fundamental datar con precisión los acontecimientos en un tiempo y en un espacio determinados, sino testimoniar cómo Dios conduce y dirige a su pueblo. La lectura de los libros históricos de la Biblia, por tanto, requiere de una exquisita sensibilidad por el plan salvífico de Dios, propia de un profeta, a fin de descubrir el sentido profundo de los acontecimientos, la “lógica de Dios” tan ajena a los hombres y su presencia en la historia tan peculiar como fecunda.

Un evangelio proclama la buena noticia de que Jesús de Nazaret es Mesías, Salvador y Señor. Para cumplir esta finalidad, los autores de los evangelios recuerdan y seleccionan algunos dichos y hechos de Jesús y los presentan de modo que ayuden al lector a crecer en su fe, y así «tenga en Cristo vida eterna» (Jn 20,30-31). Un evangelio, no puede leerse como una biografía de Jesús, sino como el testimonio gozoso de que en Cristo, el Enmanuel o «Dios con nosotros» (Is 7,14), el Padre sale a nuestro encuentro y nos libera.

La parábola es un relato breve, de carácter figurativo y construido con elementos tomados de la vida cotidiana. Su finalidad es generar una determinada actitud en el lector y entregar una enseñanza que, con imaginación y sagacidad, se debe descubrir. Nadie que entienda en qué consiste el género literario llamado “parábola” puede leerla como lo hace con un libro de historia o de ciencias.

Informarse de los datos principales acerca del medio socio-histórico y cultural en que el autor se mueve y enmarca su obra, con el fin de entender mejor su mensaje y las necesidades vitales y religiosas de los destinatarios del libro.
La Sagrada Escritura nos pide un esfuerzo de inculturación: hay que leerla sumergidos en el mismo ambiente socio-cultural de los autores sagrados y del mundo en el que vivieron. Como los señala un autor moderno, «se trata de dar vida al texto para que signifique en nuestro tiempo lo que significó en su época original».

Al conocimiento de estos principios básicos de interpretación, sigue la forma práctica de proceder, que puede ser:

Leo y releo el texto escogido y, si es necesario, en Biblias diferentes; capto las diferencias entre las Biblias y trato de explicarlas.

Me fijo en qué pasaje antecede al texto escogido y cuál le sigue; busco sacar alguna conclusión del lugar que ocupa el texto en el capítulo o libro.

Destaco los sustantivos y adjetivos importantes del texto elegido; indico las palabras que no comprendo o tengo alguna sospecha respecto a su verdadero significado y las consulto en diccionarios de la Biblia; acudo también a los diccionarios para conocer mejor acontecimientos y personajes bíblicos.

Señalo los verbos importantes dándome cuenta de quiénes son los sujetos de los mismos y los destinatarios de sus acciones.

Agrupo las palabras y los verbos por familia, es decir, conforme a la semejanza en su significado, lo que me ayudará enormemente a fijar el tema central del pasaje. Con frecuencia los textos combinan familias de palabras bien precisas, y sacan a la luz -si los hay- los contrastes y oposiciones del texto.

Un ejemplo tomado de Am 2,6-8. Familia de palabras: “santo nombre”, “altar”, “casa de su dios”. ¿De qué se trata?: de la descripción de un acto de culto (quizás una peregrinación) donde el israelita aprovecha de cometer todo tipo de crímenes. Leer ahora todo el pasaje; seguramente es mucho más claro el mensaje de Dios por Amós.

Esbozo un esquema literario que contenga sólo lo fundamental del texto y resalte el tema central del mismo. Siempre es bueno que memorice las frases más importantes del pasaje y que sepa en qué libro bíblico se encuentra el texto.

Empleo las cronologías que traen las Biblias, para enmarcar históricamente el personaje o la acción. Trato de recrear las condiciones socio-históricas en las que se sitúa el texto (recrear escenarios originales). Busco comprender bien las instituciones, como por ejemplo los “fariseos”, los “saduceos”, saber del “templo” y sus “sacrificios”, etc.

La finalidad de esta forma práctica de proceder es dar razón del significado literal del texto, es decir, explicarme con relativa claridad y seguridad qué dijo el autor del pasaje que he leído. Por tanto, busco tener la certeza literaria de determinar con veracidad quién es -siempre según el autor del texto- el sujeto principal, qué acciones realiza y qué dice; quién recibe la acción o las palabras del sujeto principal; quién está con él, quién está contra él, por qué; qué cambios de comportamientos testimonia el texto y a qué se debe… Es importante aproximarse al texto elegido sin prejuicios ni subjetivismos, evitando en lo posible proyectar en el pasaje nuestros propios problemas y nuestra particular comprensión del mismo.

2)- PORQUE ES DE DIOS

Por ser una obra inspirada por Dios, la Biblia tiene a Dios mismo por autor principal (1 Tes 2,13; 2 Tim 3,16-17; 2 Pe 1,20-21). No es, por tanto, un libro común, como cualquier otro. La Biblia revela la historia de la salvación suscitada y dirigida por Dios (Antiguo Testamento) que tiene su realización y plenitud en las palabras y obras de Jesús de Nazaret (Nuevo Testamento; Mt 5,17-20). Por tanto, como la Biblia es Palabra de Dios, se requiere tener en cuenta los siguientes principios básicos de interpretación:

• Leer y meditar el texto bíblico con la asistencia del mismo Espíritu que lo suscitó, es decir, imbuidos del Espíritu Santo de Dios. Esta norma fundamental de san JERONIMO (intérprete de la Biblia del siglo IV) hace de la Escritura fuente de vida y de conversión, porque le restituye el carácter interpelante de Palabra de Dios.

• Tener por punto de referencia la genuina tradición de la Iglesia. La Escritura nace en el seno de la tradición israelita (AT) y de la tradición cristiana apostólica (NT), por lo que la interpretación de la Biblia no puede hacerse sin considerar la enseñanza de la Iglesia ni menos en contra de ella, pues fue la Iglesia quien «recibió de Dios el encargo y la misión de conservar e interpretar la Palabra de Dios» (CONCILIO VATICANO II: Dei Verbum, 12).

• Emplear la Sagrada Escritura conscientes de la finalidad que Dios tuvo al inspirar a los autores que la pusieron por escrito: revelar la verdad que salva. Así lo enseña el CONCILIO VATICANO II: Como todo lo que afirman los autores inspirados lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los Libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra (Dei Verbum, 11).

La Escritura debe leerse como historia de la salvación, hilo fundamental de toda la Biblia que le confiere unidad. Dios tiene un proyecto para el hombre que ofrece y realiza en su Hijo y anima por su Espíritu. Este proyecto divino de nueva creación y nueva alianza se revela en la Sagrada Escritura de modo completo, pero progresivo, desde el libro del Génesis, inicio de la historia sagrada, al Apocalipsis, final de los tiempos.

Cuando el creyente interpreta la Biblia no debe perder de vista ni el momento en que se ubica la revelación del proyecto ni la totalidad del mismo. Esto explica los rasgos poco evangélicos con que a veces se presenta a Dios en el Antiguo Testamento o ciertos comportamientos morales, que llaman muchos la atención, en algunos de los personajes bíblicos. Es que aún no estamos con Jesucristo, plenitud de la revelación. Una forma práctica de proceder, puede ser:

Realizo el trabajo de lectura comprensiva del texto bíblico en un clima de oración, pidiéndole insistentemente al Espíritu Santo que revele el misterio de Dios contenido en las Escrituras.

Con la ayuda de las “notas” a pie de página y las “citas de textos pararelos” que las Biblias traen, relaciono el pasaje escogido con otros textos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, para percibir las semejanzas y las diferencias e iluminar unos pasajes con otros. Un padre de la Iglesia nos dejó la siguiente máxima: «La Biblia se interpreta con la Biblia». Luego, vuelvo al pasaje elegido con la luz de los nuevos datos.

Vinculo siempre los textos del Antiguo Testamento con Cristo. La Palabra hecha carne es la clave de lectura de toda la Sagrada Escritura.

Investigo y aclaro qué necesidades del pueblo israelita (AT) y de los cristianos (NT) trata de resolver el texto.  Es decir, descubro la vida cotidiana y menuda de Israel o de la  Iglesia que subyacen a los textos que se estoy procurando entender y actualizar.

3)- PORQUE ES PARA NOSOTROS

Porque la Biblia está escrita para nosotros, requiere de un permanente esfuerzo de actualización. De aquí la necesidad de los siguientes principios básicos:

• Leer y meditar la Escritura desde la vida y para la vida. Hay que acercarse a la Palabra de Dios con las propias esperanzas y torpezas, con nuestras genuinas ilusiones y trágicas desgracias, acercarse desde nuestra real condición de creaturas y cristianos en el mundo, porque sólo entonces la Palabra de Dios se revelará como palabra viva de consuelo y misericordia, promesa siempre eficaz y ayuda constante. Si los autores bíblicos testimonian en las Escrituras que ha sido la fe en Cristo lo que dio sentido a su vida, ahora es la Escritura una de las fuentes que nos capacita para poner la fe en el centro de nuestra vida.

• Leer y reflexionar la Escritura en comunidad. En realidad, la Biblia es obra de una comunidad creyente que, alegre y convencida, quiere hacer partícipe de su experiencia de fe a otras comunidades. La lectura y oración comunitaria de la Biblia asegura la presencia del Espíritu de Jesús y recrea el ambiente eclesial en que se originó y expandió el texto sagrado (Mt 18,20: «Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos»).

III- METODOS PARA MEDITAR Y ORAR LA PALABRA DE DIOS

Muchos son los métodos que existen para una lectura creyente y orante de la  Biblia. Dos métodos daremos a conocer; uno ya mencionado, el otro es nuevo. El primero es la Lectio Divina, método apropiado preferentemente para la lectura y oración individual con la Biblia. El segundo, titulado En camino con el Señor Resucitado, lo he fundamentado en el relato de las apariciones de Cristo resucitado a sus discípulos (Lc 24), donde el pasaje central narra el camino que hace el Señor con los dos discípulos de Emaús; el método es apropiado para la lectura y oración comunitarias con la Biblia.

La Lectio Divina (primer método)

Es un método de lectura y oración con la Sagrada Escritura muy antiguo: se remonta al siglo III; posteriormente, los monjes medievales lo desarrollaron, y hoy se emplea en los monasterios de vida contemplativa y en muchas comunidades de vida cristiana inspiradas en san Ignacio de Loyola. El Cardenal CARLOS MARIA MARTINI  describe el método como «un ejercicio ordenado de la escucha personal de la palabra».

Se realiza siguiendo cuatro momentos o pasos:

1. La Lectio
Este primer momento consiste en la lectura atenta y repetida del texto procurando dar respuesta a la pregunta básica de comprensión de una obra literaria: ¿qué quiso decir el autor? Es ahora cuando se ejercitan los principios de interpretación referidos a la Biblia como “palabra escrita”.

2. La Meditatio
El segundo momento consiste en la meditación del texto escogido. Se ponen en práctica los principios de interpretación referidos a la Biblia como palabra  de Dios. Sumergidos en el Espíritu de Dios, se leen otros textos que permitan aclarar el contenido del texto como mensaje interpelante para mí, es decir, en confrontación con mi existencia y mi situación actual. Se requiere de valentía y de una imaginación fecundada por el Espíritu de Dios para interpelar toda la vida, hasta la más recóndita e íntima, a la luz del mensaje. La pregunta que guía este momento es: ¿qué me dice el texto?. Se trata, pues, de reflexionar sobre aquello que el texto me interpela, por lo que me preocupo de los juicios de valor -implícitos o explícitos- de los personajes, sobre sus palabra o acciones que sacan a la luz mis debilidades y faltas, sobre aquello que crea en mí ilusiones o desesperanzas.

3. La Oratio
Una vez que he descubierto lo que dice Dios por su autor sagrado (1er momento) y lo que me dice el mensaje conforme sea mi situación concreta, personal o familiar (2do momento), el texto se hace oración, y a partir de él e inspirado por el Espíritu Santo hablo con Dios, diciéndole lo que pasa por mí, lo que anhelo de él y preguntándole lo que él anhela de mí. Todo pasaje de la Escritura contiene una serie de profundos sentimientos religiosos. Orar el texto sagrado es adentrarse en él, dejándose llevar por el clamor de sus palabras ante el sufrimiento y la opresión, o el arrepentimiento y la conversión ante el pecado cometido, o por el agradecimiento por los bienes recibidos, o de alabanza por la intervención favorable de Dios. Por tanto, partiendo del texto y con sus palabras y expresiones, me identifico con sus personajes y acciones, dialogo y converso con Dios, le presento mis necesidades y anhelos personales y familiares, le doy gracias y me dispongo a escucharlo. Si en la Meditatio el texto bíblico lo confronté con la vida, ahora, en la Oratio es la vida que -a la luz del texto meditado- la presento a Dios. Que se haga realidad lo de san AMBROSIO: «A él hablamos cuando oramos; a él oímos cuando leemos su Palabra».

4. La Contemplatio
La contemplación de Dios y de su mensaje revelado en la Escritura es el cuarto paso de la Lectio Divina. Como la Palabra de Dios es viva y eficaz, me arrebata de este mundo permitiéndome contemplar el rostro de Dios (Sal 25,4-15; 27,7-12; Jn 14,8-9) y tocar y escuchar su Palabra (1 Jn 1,1-3). Aquí, en comunión de vida con el Padre y su Palabra, el texto bíblico se hace «más cortante que una espada de dos filos» (Heb 4,12): discierne mis pecados y mis yerros y me integra, iluminado y fortalecido, al quehacer personal y social.

En Camino con el Señor Resucitado (segundo método)

La finalidad del método es interpretar y orar la Palabra de Dios en clave cristológica y testimonial. Se hace en comunidad y en la perspectiva del camino de vida cristiana, es decir, buscando seguir con radicalidad al Señor resucitado. Entonces, la palabra y la fuerza victoriosa del Resucitado transforman la vida propia y comunitaria, desde el comportamiento externo hasta las intenciones más secretas e íntimas del corazón, y creyentes y comunidad con el “corazón ardiente” como los de Emaús, no pueden si no testimoniar al mundo entero su encuentro con el Resucitado. Gracias a la Palabra de Dios interpretada y actualizada personal y comunitariamente y en vista al crecimiento cristiano y eclesial, toco al Verbo Encarnado (Mc 5,25-34) y él transforma mi situación personal, familiar y comunitaria, y purifica las realidades débiles y defectuosas de todos gracias a los carismas y luces de cada uno.

El método que presento a continuación está inspirado en Lucas 24, específicamente en el relato del camino del Resucitado con los dos de Emaús (Lc 24,13-35); de aquí su nombre: En Camino con el Señor Resucitado.

De incógnito, Jesús se aparece a dos cansados y desilusionados discípulos, escucha sus quejas, conversa con ellos y les anuncia su identidad y misión a partir de la correcta interpretación de la Escritura. Acepta, luego, la invitación a quedarse con ellos. Esta experiencia con Jesús cambia radicalmente el ánimo de los dos de Emaús: vuelven a Jerusalén a contar lo vivido. Jesús los ha hecho testigos valientes y comprometidos. En el centro de esta profunda conversión y crecimiento cristiano está el Señor Resucitado explicando las Escrituras y celebrando el sacramento de la Eucaristía.

Cuando se reconoce y acoge a Cristo Resucitado según la experiencia de fe narrada en Lucas 24, se fortalece y acrecienta el compromiso cristiano, se reanima el testimonio y se crean lazos profundos de amistad entre los miembros de la comunidad. Además, el método permite planificar la acción y el crecimiento comunitario según el proyecto de Dios. Tal experiencia de fe y los frutos respectivos, intenta recrear el método a través de los siguientes pasos:

1. «Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos» (Lc 24,15)

La centralidad de la vida cristiana la ocupa Cristo resucitado: la reunión comunitaria comienza invitando al Señor por medio de un canto, una oración, un Salmo… a que se ponga a caminar con la comunidad en la tarea de comprender su palabra y construir su Reino. Se ora para presentarle al Señor nuestras preocupaciones y esperanzas, nuestros éxitos y fracasos tal como lo hicieron los de Emaús (Lc 24, 17-24). Es importante el lugar y los signos: una sala apropiada y bien arreglada, una Biblia en un ambón, una vela encendida, alguna frase alusiva, una oración y un canto preparados…

2. «Y comenzando por la Ley y todos los profetas, Jesús les explicó lo que decían de él las Escrituras» (Lc 24,27)

Todos tienen su Biblia, un lápiz y un cuaderno. Se indica el texto que se va a leer y orar; se espera que todos lo hayan encontrado. Después de un tiempo prudente, un buen lector proclama el texto escogido; sigue un canto de acogida a la palabra proclamada (lo ideal es un Salmo que se acompaña con la antífona cantada). Luego, cada uno individualmente lo lee pausada y repetidamente. Se anotan las impresiones, lo que llama la atención, lo que gusta, no gusta, palabras que no se entienden, metáforas difíciles, etc.

3. «Se les abrieron los ojos… y se dijeron uno al otro: ¿no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24,31-32)

Este tercer paso es para quedarse en el texto abriendo los ojos a fin de comprender su mensaje mientras vamos de camino en la vida cristiana, y disponiendo mi corazón a fin de entusiasmarlo con Jesús resucitado: ¡que arda, pues, el corazón! Entre todos se reflexiona y se discute, procurando poner en práctica los principios ya aprendidos respecto a la Biblia como palabra escrita. Se revisan las anotaciones y se les da respuesta; lo que no se puede resolver, se consultará después con un catequista o sacerdote. Finalmente, se anota resumidamente lo que el texto
dice: los personajes centrales, lo que hacen y dicen, quiénes se le oponen, quiénes lo apoyan, cómo cambian de actitudes, se compara el texto con otros textos de la Biblia, etc. Si se interpreta un texto del Antiguo Testamento, se descubre y comenta la relación con textos del Nuevo Testamento, ayudados por los “textos paralelos” o en base a la similitud o contradicción con disposiciones y personajes (buenos ejemplos de esta práctica en Mt 5,21-48 y Mc 12,35-37; los principios que la rigen en Mt 5,17-20). Cuando todos están de acuerdo en “lo que dice el autor sagrado” (sentido literal del texto) y comprenden su mensaje, se pasa al siguiente momento.

4. «Quédate con nosotros porque es tarde y anochece» (Lc 24,29) 

Cumplido el paso anterior, se hace un rato de silencio; los tiempos de silencio no pueden ser muy largos; hay que evitar el tedio, el “silencio vacío”, el silencio de los cementerios (Am 6,10; 8,3). Jesús habla al corazón cuando lo invito a quedarse. Pero él no puede entrar ni quedarse, cuando no me desprendo de los ídolos que cautivan mi atención y someten mi voluntad, que ocupan mi tiempo y mi energía. Jesús merece todo mi tiempo y mi ser.

En este clima de oración cada uno se adentra en el texto reflexionado comunitariamente: que el mensaje fecunde mi vida en diálogo con el Resucitado. Es, pues, el momento del silencio fecundo, del tiempo para Dios, a fin de que brote la oración confiada y profunda. Es el momento para repetir en diálogo personal con el Señor Resucitado, aquello del texto que me llama la atención, me impresiona, me interpela; luego, dejo que el Dios de la palabra me hable y que el Señor se quede conmigo, animando mi vida cristiana como a los discípulos de Emaús.

5. «Ellos, por su parte, compartían lo que les había ocurrido cuando iban de camino» (Lc 24,35)

Después de orar, se comparte comunitariamente lo que el Dios de la palabra me ha dicho. Con sencillez y sin esnobismos, con naturalidad y libertad, se dan a conocer fraternalmente las experiencias de fe y la actual vivencia de Dios a fin de ayudarse a crecer en la vida cristiana. Un sincero ambiente de fraternidad favorecerá grandemente la posibilidad de compartir, preguntar, abrirse a las experiencias positivas, comprender las enseñanzas, etc. A diferencia del paso nº 3 (buscar lo que el texto dice), la finalidad ahora es orar el texto en comunidad, es decir, compartir lo que el mensaje nos dice; importa, pues, el diálogo de fe con Dios que reparte sus dones e interpela a su pueblo reunido en oración (1 Cor 12,4-11).

6. «Ustedes son testigos de estas cosas» (Lc 24,48)

Es el momento del discernimiento comunitario y de la toma de decisiones a la luz de la Palabra de Dios comprendida y orada. Es imposible crecer en la vida cristiana sin compromisos graduales y concretos que preparen el corazón para que Jesús resucitado lo transforme. La Palabra debe transformar los juicios de valor, las intenciones más profundas y los comportamientos; esta transformación debe expresarse en el compromiso a actuar como discípulos de Jesús estableciendo su Reino aquí y ahora, no en otro ni mañana.

La Buena Nueva debe, por tanto, hacernos testigos valientes y audaces del Resucitado: es ineludible la toma de compromisos personales y comunitarios que sean prácticos, realizables y evaluables. También es éste el momento para tratar los problemas de la comunidad, desde quien hace catequesis hasta quien compra el pan para la once. Es probable que estos problemas no tengan relación directa con el texto escogido, pero la atmósfera espiritual que ha creado la Palabra de Dios ayuda a mirar las cosas desde la fe, a buscar con esperanza soluciones y a optar por aquello que mejor exprese el amor de discípulos de Cristo.

7. «Y estaban continuamente bendiciendo a Dios» (Lc 24,53)

Se termina la reunión comunitaria con una pequeña oración final, preferentemente de bendición y alabanza a Dios, porque su Hijo resucitado camina con los suyos. A veces puede ser una oración espontánea, por ejemplo, un “Padre nuestro” y un canto; otras veces, puede estar preparada de antemano, dándole un tiempo y lugar relevante.
En síntesis, el método En camino del Señor Resucitado que he descrito, tiene los siguientes pasos:

Pasos: Tiempo y Acción
• nº 1: Oración inicial  corresponde a preparación espiritual.
• nº 2: Proclamación del texto, lectura y reflexión personal corresponde a escucha.
• nº 3: Reflexión y estudio comunitario corresponde a descubrir lo que el texto dice.
• nº 4: Oración personal corresponde a dialogar con Jesús lo que el texto me dice.
• nº 5: Oración comunitaria corresponde a compartir lo que el texto nos dice
• nº 6: Discernimiento y compromiso personal y comunitario corresponde a testimonio de las obras.
• nº 7: Oración final corresponde a acción de gracias y alabanza

Los pasos nº 1 al 4 recrean la experiencia del camino de los de Emaús con el Señor resucitado y nos ponen a la escucha atenta de lo que nos tiene que decir. El paso nº 5 nos abre a los hermanos con la finalidad de compartir la propia experiencia del Señor resucitado que su palabra ha suscitado en cada uno. El paso nº 6 es el momento del discernimiento para la acción y del compromiso concreto para cambiar la realidad personal, comunitaria y social, conforme lo indique la Buena Nueva. Y el nº 7 es el momento de reconocer con la acción de gracias y la alabanza el paso del Resucitado por nuestras vidas y por nuestra comunidad.

IV- CONCLUSION

En relación con ambos métodos presentados, es importante indicar que los momentos o pasos que componen cada método son dinámicos y están al servicio del cristiano y de la comunidad que los utiliza. Por tanto, si se estima conveniente, se pueden saltar un paso o inventar alguno que se juzgue necesario, según la situación actual de la comunidad; no todos los pasos duran el mismo tiempo y no necesariamente se dan en el orden cronológico que se presentaron.

Lo importante es que cumplan su finalidad: que la escucha de la palabra del Resucitado favorezca tanto la comunicación y comunión con Dios como con los demás. Para finalizar, una mirada creyente y orante a la Virgen nos permitirá descubrirla como escuela de escucha de la palabra y escuela de diálogo con Dios.

María, la de la encarnación (Lc 1,26-38), es la mujer a la escucha de Dios y disponible a su voluntad que, al descubrir lo que él le pide, entrega con fe radical y sincera obediencia no sólo su tiempo o alguna de sus acciones, sino todo su ser. Por ser María mujer de la palabra y de la voluntad divina (Mt 12,46-50) en ella se hace carne la Palabra de Dios (Jn 1,14; Gál 4,4).

María, la de la visita a Isabel (Lc 1,39-56), es la mujer orante que rememora la historia de su pueblo con el fin de ensalzar con el canto de los tiempos mesiánicos (el Magnificat), la fuerza del Señor que obra maravillas en los débiles y humildes. María, la que transforma su historia y la de su pueblo a causa de la palabra de Dios y la que ora con el Antiguo Testamento, es por sobre todo la mujer de los tiempos mesiánicos que conserva cuidadosamente los recuerdos de Jesús en su corazón, a veces sin entenderlos (Lc 2,50-51), mientras su Hijo crecía no sólo ante Dios y los hombres, sino también ante ella y en ella (Lc 1,80; 2,40.52).

Autor:Monseñor S. SILVA RETAMALES, Obispo Presidente de la Comisión Nacional de Animación Bíblica

Título Original: La Biblia, Palabra escrita de Dios para nosotros (publicado en Iglesia,cl)

Adaptación de la presentación por el Editor

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