EL PUEBLO DE DIOS.

EL PUEBLO DE DIOS.

Voy a referirme a uno de los términos con los que el Concilio Vaticano II definió a la Iglesia, el de “Pueblo de Dios” (Constitución dogmática Lumen Gentium, 9, Catecismo de la Iglesia Católica, 782). Y lo hago con algunas preguntas acerca de las cuales todo el mundo pueda reflexionar. (papa Fco)

1. ¿Qué quiere decir “Pueblo de Dios”?

En primer lugar, significa que Dios no pertenece de manera propia a ningún pueblo; porque es Él quien nos llama, nos convoca, nos invita a ser parte de su pueblo y esta invitación está dirigida a todos, sin distinción, porque la misericordia de Dios “quiere la salvación para todos “(1 Tim 2:04).

Jesús no dice a los Apóstoles y a nosotros que formemos un grupo exclusivo; un grupo de élite. Jesús dice: Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos (Mt 28,19). San Pablo afirma que, en el pueblo de Dios, en la Iglesia: no hay ni judío ni griego… porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús (Gálatas 3:28).

Me gustaría decir a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, a los que son temerosos o a los indiferentes, a los que piensan que ya no pueden cambiar: el Señor también te está llamando a ti a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor. El nos invita a hacer parte de este pueblo, el pueblo de Dios.

2. ¿Cómo se convierte en miembro de este pueblo?

No es a través del nacimiento físico, sino por medio de un nuevo nacimiento. En el Evangelio, Jesús dice a Nicodemo que hay que nacer de lo alto, del agua y del Espíritu para entrar en el Reino de Dios (Juan 3:3-5). Es a través del Bautismo que nosotros somos introducidos en este pueblo, a través de la fe en Cristo, don de Dios que debe ser alimentado y hecho crecer en toda nuestra vida.

Preguntémonos:
¿Cómo puedo hacer crecer la fe que he recibido del Bautismo?
¿Cómo hago crecer esta fe que yo he recibido y que el pueblo de Dios tiene?
¿Cómo hago para hacerla crecer?

3. ¿Cuál es la ley del pueblo de Dios?

Es la ley del amor, amor a Dios y amor al prójimo, según el nuevo mandamiento que nos ha dejado el Señor (Jn 13,34). Un amor que es el reconocer a Dios como único Señor de la vida y, al mismo tiempo, aceptar al otro como un verdadero hermano. Las dos cosas van de la mano. ¡Cuánto camino todavía tenemos que recorrer para vivir de manera concreta esta nueva ley, la del Espíritu Santo, que obra en nosotros, la ley del amor. Pidamos al Señor que nos haga entender bien esta ley del amor.

4. ¿Qué misión tiene este pueblo?

La de llevar al mundo la esperanza y la salvación de Dios: ser signo del amor de Dios que llama a todos a la amistad con Él; ser levadura que hace fermentar toda la masa, sal que da sabor y preserva de la corrupción, luz que ilumina.

Quisiera decir en voz alta, Dios es más fuerte. ¿Y saben por qué es más fuerte? Porque Él es el Señor. ¡Es el único Señor! Dios es más fuerte.
Hagamos que nuestra vida sea una luz de Cristo. Juntos llevaremos la luz del Evangelio a toda la humanidad.

5. ¿Cuál es el objetivo de este pueblo?

El fin es el Reino de Dios, iniciado sobre la tierra por Dios mismo, y que debe ampliarse hasta el cumplimiento, cuando aparecerá Cristo, vida nuestra (Lumen Gentium, 9). El fin entonces es la plena comunión con el Señor, entrar en su misma vida divina, donde viviremos la alegría de su amor sin medida. ¡Aquella alegría plena!

Queridos hermanos y hermanas, ser Iglesia es ser pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre. Ello quiere decir que es ser el fermento de Dios en esta nuestra humanidad. Quiere decir también, anunciar y llevar la salvación de Dios en este mundo nuestro, que a menudo se pierde y que es necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza, que den un nuevo vigor en el camino.

También lleva consigo que la Iglesia sea un lugar de la misericordia y de la esperanza de Dios, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida nuena del Evangelio. Y para sentirse recibido, amado, perdonado, animado, la Iglesia debe tener las puertas abiertas para que todos puedan venir y nosotros debemos salir de esas puertas y anunciar el Evangelio. ¡Muchas Gracias!

Autor: Tomado de la reflexión de Papa Francisco sobre el significado del término Pueblo de Dios del Concilio Vaticano II referido a la Iglesia.Junio 2013

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