EL PADRE DA TESTIMONIO DE JESUS HIJO DE DIOS

EL PADRE DA TESTIMONIO DE JESUS HIJO DE DIOS

1. Los Evangelios -y todo el Nuevo Testamento- dan testimonio de Jesucristo como Hijo de Dios. Es ésta una verdad central de la fe cristiana. Al confesar a Cristo como Hijo “de la misma naturaleza” que el Padre, la Iglesia continúa fielmente este testimonio evangélico. Jesucristo es el Hijo de Dios en el sentido estricto y preciso de esta palabra. Ha sido, por consiguiente, “engendrado” en Dios, y no “creado” por Dios y “aceptado” luego como Hijo, es decir, “adoptado”. Este testimonio del Evangelio (y de todo el Nuevo Testamento), en el que se funda la fe de todos los cristianos, tiene su fuente definitiva en Dios-Padre, que da testimonio de Cristo como Hijo suyo.

2. Este testimonio único y fundamental, que surge del misterio eterno de la vida trinitaria, encuentra expresión particular en los Evangelios sinópticos, primero en la narración del Bautismo de Jesús en el Jordán y luego en el relato de la Transfiguración de Jesús en el monte Tabor. Estos dos acontecimientos merecen una atenta consideración.

3 .Así somos testigos de una teofanía trinitaria. La voz del Cielo que se dirige al Hijo en segunda persona: “Tú eres…” (Marcos y Lucas) o habla de Él en tercera persona: “Este es…” (Mateo), es la voz del Padre, que en cierto sentido presenta a su propio Hijo a los hombres que habían acudido al Jordán para escuchar a Juan Bautista. Indirectamente lo presenta a todo Israel: Jesús es el que viene con la potencia del Espíritu Santo: el Ungido del Espíritu Santo, es decir, el Mesías/Cristo. Él es el Hijo en quien el Padre ha puesto sus complacencias, el Hijo “amado”. Esta predilección, este amor, insinúa la presencia del Espíritu Santo en la unidad trinitaria, si bien en la teofanía del Bautismo en el Jordán esto no se manifiesta aún con suficiente claridad.

4.El testimonio contenido en la voz que procede “del Cielo” (de lo alto), tiene lugar precisamente al comienzo de la misión mesiánica de Jesús de Nazaret. Se repetirá en el momento que precede a la Pasión y al acontecimiento pascual que concluye toda su misión: el momento de la Transfiguración.

5.-A pesar de la semejanza entre las dos teofanías, hay una clara diferencia entre ellas, que nace sobre todo del contexto de los relatos:

-Durante el Bautismo en el Jordán, Jesús es proclamado Hijo de Dios ante todo el pueblo.

-La teofanía de la Transfiguración se refiere sólo a algunas personas escogidas: ni siquiera se introduce a todos los Apóstoles en cuanto grupo, sino sólo a tres de ellos: Pedro, Santiago y Juan.  “Pasados seis días Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a Juan, y los condujo solos a un monte alto y apartado y se transfiguró ante ellos…”.

Esta transfiguración va acompañada de la “aparición de Elías con Moisés hablando con Jesús”. Y cuando, superado el “susto” ante tal acontecimiento, los tres Apóstoles expresan el deseo de prolongarlo y fijarlo (“bueno es estarnos aquí”), “se formó una nube… y se dejó oir desde la nube una voz: Este es mi Hijo amado, escuchadle” (Mc 9, 2-7). Así es en el texto de Marcos. Lo mismo se cuenta en Mateo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadle” (Mt 17, 5). En Lucas, por su parte, se dice: “Este es mi Hijo elegido, escuchadle” (Lc 9, 35).

6. El hecho, descrito por los Sinópticos, ocurrió cuando Jesús se había dado a conocer ya a Israel mediante sus signos (milagros), sus obras y sus palabras. La Voz del Padre constituye como una confirmación “desde lo alto” de lo que estaba madurando ya en la conciencia de los discípulos. Jesús quería que, sobre la base de los signos y de las palabras, la fe en su misión y filiación divinas naciese en la conciencia de sus oyentes en virtud de la revelación interna, que les daba el mismo Padre.

7. Desde este punto de vista, tiene especial significación la respuesta que Simón Pedro recibió de Jesús tras haberlo confesado en las cercanías de Cesarea de Filipo. En aquella ocasión dijo Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16, 16). Sabemos la importancia que tiene en labios de Pedro la confesión que acabamos de citar. Pues bien, resulta esencial tener presente que la profesión de la verdad sobre la filiación divina de Jesús de Nazaret -“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”- procede del Padre. Sólo el Padre “conoce al Hijo” (Mt 11, 27), sólo el Padre sabe “quién es el Hijo” (Lc 10, 22), y sólo el Padre puede conceder este conocimiento al hombre. Esto es precisamente lo que afirma Cristo en la respuesta dada a Pedro. La verdad sobre la filiación divina que brota de labios del Apóstol, tras haber madurado primero en su interior, en su conciencia, procede de la profundidad de la autorrevelación de Dios. En este momento todos los significados análogos de la expresión “Hijo de Dios”, conocidos ya en el Antiguo Testamento, quedan completamente superados. Cristo es el Hijo del Dios vivo, el Hijo en el sentido propio y esencial de esta palabra: es “Dios de Dios”.

8. El Hijo del Hombre que se acerca a su “hora” pascual, es Aquel de quien la voz de lo alto proclamaba en el bautismo y en la transfiguración: “Mi Hijo… amado… en quien tengo mis complacencias… el elegido”. En esta voz se contenía el testimonio del Padre sobre el Hijo. El autor de la segunda Carta de Pedro, recogiendo el testimonio ocular del Jefe de los Apóstoles, escribe pasa consolar a los cristianos en un momento de dura persecución: “(Jesucristo)… al recibir de Dios Padre honor y gloria, de la majestuosa gloria le sobrevino una voz (que hablaba) en estos términos: ‘Este es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias’.Y esta voz bajada del Cielo la oímos los que con Él estábamos en el monte santo” (2 Pe 1, 16-18).

 Juan Pablo II   De la Audiencia General. 27 de mayo de 1987

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