La presencia de Nicodemo en el evangelio de Juan nos ayuda a comprender mejor nuestra relación con el Señor. El autor nos relata tres etapas en el camino de conversión de Nicodemo, que se asocian directamente con nuestro camino de FE.
La primera es cuando llega Jesús a nuestra vida y empezamos a vivir un periodo de fe infantil e inmadura, guiada mayoritariamente por nuestros familiares y personas mayores que nos van guiando en los primeros pasos de nuestra fe.
La segunda es cuando se inicia un camino de conversión y nuestra fe empieza a dejar de ser infantil para convertirse en un camino de entrega a Jesús lleno de dificultades y de confusiones en su seguimiento.
La tercera etapa es cuando vivimos nuestra fe madura y entendemos el seguimiento de Jesús como la centralidad en Cristo y abrimos nuestra vida completa para reconocerlo como el Señor de nuestra vida y nos entregamos a la conducción del Espíritu Santo
Confrontación entre la luz y las tinieblas
Este es nuestro propio drama personal: nuestra vida se debate entre luces y sombras. También nosotros nos hemos visto muchas veces envueltos en densas tinieblas cuando menos lo esperábamos o de donde menos lo esperábamos De aquellas tinieblas surgió una gran luz que transformó nuestras vidas o que nos hizo ver la vida de otra manera mucho más real y fecunda.
Nosotros y los personajes del Evangelio
La vida de cada uno tiene que ser contrastada ante la propuesta que nos hace el Evangelio de Jesús. Podemos vernos muy bien reflejados en muchos de los personajes que nos presenta el Evangelio. Hemos de recorrer un proceso parecido al de ellos mismos. Un personaje interesante, casi desapercibido y olvidado, en el que se va dando el proceso de tránsito de las tinieblas a la luz, es Nicodemo.
Nicodemo aparece tres veces en el Evangelio de Juan: al principio, al medio, y al final. En esas ocasiones se nos va presentando como un hombre en continuo cambio progresivo. Su metamorfosis es interesante, pues se ve en él todo un proceso de conversión gradual que va pasando por etapas desde las tinieblas a la luz.
Nicodemo es alguien que va caminando desde la noche del principio hasta la luz del final. Nos ayuda a ver que este hombre ilustre, que al principio aparece temeroso y oculto, más tarde fue capaz de dar la cara por Jesús, en momentos bien difíciles, cuando otros de los amigos más cercanos de Jesús, le abandonaron y se alejaron de él.
Nicodemo de la primera escena
Al principio (Jn 3, 1–21) Nicodemo es un hombre lleno de temores y cuidados. Admira a Jesús, sabe que lo que él enseña es distinto a lo de otros iluminados y profetas espontáneos, pero viene a Jesús de noche porque no quiere ser visto y no desea comprometer su prestigio. Es un hombre precavido y cuidadoso. Al hablar con Jesús expone sus dudas, y cuestiona las propuestas de Jesús. Aunque muestra verdadero interés por lo que Jesus le enseña, sigue con sus esquemas antiguos.
Jesús le habla de renacer, de volver a una vida nueva, de dejarse llevar por el impulso del Espíritu que, al igual que el viento, sopla sin que sepamos de donde viene ni adonde va, pero Nicodemo es hombre de esquemas, leyes, reglas y normas, y no entiende ese lenguaje de aire fresco del Espíritu. Es un hombre bueno y bien intencionado, pero amarrado a sus estructuras por sus propias cadenas. Al principio, aunque admiraba a Jesús, no estaba en condiciones de seguirle con todas las consecuencias. Se siente amarrado todavía por intereses creados, demasiadas leyes, reglas, normas, presiones de su propio grupo.
Odres nuevos
Jesús habla de odres nuevos para vinos nuevos. A nosotros nos pasa que queremos continuar con los mismos odres de siempre, las mismas estructuras, reglamentos, criterios. Nos es difícil cambiar. Y por eso nos cuesta abrazarnos al plan liberador de Cristo. Aunque nos gusta y atrae su pensamiento, nos asusta su estilo de vida tan libre y a la vez tan comprometido.
También la Iglesia, y nosotros al interior de ella, debemos estar revisándonos continuamente por si, a causa de algunas normas, reglas, prescripciones, leyes, no somos capaces de percibir y vivir la savia nueva del Evangelio. Es posible que con la mejor intención del mundo nos hayamos esclavizado a una serie de criterios no evangélicos sino humanos, que nos impiden la libertad y alegría necesarias como para poder dejarnos llevar con agilidad por el soplo liberador del Espíritu de Jesús.
Para Juan no hay mayor pecado que la resistencia a la fe en Jesús que es fidelidad a la Palabra de Dios. Este pecado se encuentra no sólo en los pecadores vulgares, en los que cometen pecados que suenan burdos, sino también y sobre todo en aquellas personas “bien”, que son consideradas los intelectuales y dirigentes de la sociedad y los líderes religiosos. A ellos van dirigidos los tan repetidos reproches de Jesús cuando a sus discípulos y seguidores los llama hombres de poca fe.
Este primer Nicodemo viene a Jesús de noche (Jn 3,2), palabra que se repite en el Evangelio de Juan:
Jn 3,2: vino a Jesús de noche;
Jn 7,50: Les dijo Nicodemo, el que vino a El de noche;
Jn 19,39: Vino también Nicodemo, el que la primera vez había ido a EL de noche;
La noche del Nicodemo de la primera escena representa miedo a los judíos; no quiere ser visto porque no desea que los demás descubran su interés por Jesús; se juega su status social y prestigio. Pero la noche representa también la ausencia de luz, aquella oscuridad que nos impide caminar y nos puede hacer tropezar y caer. En Juan la noche es entendida como tinieblas del corazón, una actitud espiritual poco clara, confusa, o directamente mal intencionada. ¿Cuántas veces no nos hemos visto inundados por ese tipo de noche del corazón; corazón en tinieblas y en confusión?
El miedo es contrario a nuestra fe
La tentación más grande que tenemos es la del miedo a perder nuestro prestigio, nuestro status social, nuestra independencia. Es la soberbia de la vida la que nos lleva a todos los pecados (Ignacio de Loyola). Para superar este pecado Jesús no busca arreglos cosméticos, superficiales; su fórmula implica un imperativo de radical exigencia: “tienes que nacer de nuevo”. Este imperativo implica morir a lo que tenemos que morir, a lo que en cada uno de nosotros ya está caduco, y a lo que sin embargo solemos aferramos con tanto ahínco.
El Nicodemo del primer encuentro con Jesús no se convierte del todo, pero empieza su proceso de conversión; queda fijado todavía a sus esquemas rígidos y no capta del todo el mensaje de novedad de Jesús. Sigue en la noche, pero ya empieza a acercarse a la luz.
Es lo mismo que nos pasa a cada uno de nosotros. Todavía no entiende bien lo que le propone Jesús acerca del Reino: morir al hombre viejo para nacer al hombre nuevo. También a nosotros nos cuesta entender y vivir ese mensaje. Nacer al Espíritu que nos lleva por nuevos derroteros de intrepidez y valentía, de justicia, amor y verdad; liberados de esquematismos rígidos y de reglamentos humanos poco o nada facilitadores de los valores del Reino.
Jesús invita a Nicodemo a que se ponga a los pies de la cruz y mire al que sea levantado en ella, como los israelitas del éxodo se liberaron del veneno de la serpiente mirando la imagen de serpiente que Moisés hizo levantar. Parece contradictorio para Nicodemo que se pueda obtener la salud ante un crucificado, un condenado a muerte, cuando en el esquema de él, el condenado a muerte es un maldito de Dios. Pero en esa cruz se revela el Amor de Dios que Nicodemo todavía no alcanza a comprender.
El difícil camino de conversión
Después de este encuentro de Nicodemo con Jesús nada hay que nos indique que la conversión haya concluido. No ocurre como con la samaritana y el ciego de nacimiento que terminan su encuentro con Jesús con una declaración expresa de su fe en el Señor. No se ha convertido, pero lo cierto es que ese encuentro con Jesús supuso un hito que marcó la vida de Nicodemo en un antes y un después. Este hombre aparecerá más veces en el Evangelio y ese encuentro con Jesús irá dando sus frutos que se verán más adelante.
Es un hombre como cualquiera de nosotros; tiene que cumplir un proceso evolutivo algo lento. Lo importante es que es un hombre que busca la verdad, y la verdad se le hará presente y le hará libre. Requiere tiempo como nosotros porque hay algo de misterioso en el tema de la fe y cada persona tiene su propio ritmo y Dios es muy respetuoso con el ritmo y la libertad de cada persona. Cada uno vive su propio proceso de conversión, de vuelta a la casa del Padre.
Nicodemo de la segunda escena. Se enfrenta con los fariseos
Nicodemo reaparece más adelante cuando la polémica entre Jesús y los fariseos se hace más agresiva y peligrosa. A Jesús se le está acusando de lo peor: es un pecador, es un endemoniado y samaritano, blasfemo, embaucador, hijo de prostitución. Se trata de desacreditarle a él y a su mensaje en todos los aspectos. Ahora, cuando todo se pone contra Jesús, cuando las personas más influyentes y de poder le atacan en forma inmisericorde, Nicodemo se atreve a dar la cara por él: ¿Acaso nuestra ley juzga a un hombre sin haberle oído antes y sin saber lo que hace? (Jn 7,51). La respuesta de los fariseos no se hace esperar: ¿También tú eres de Galilea? Estudia y verás que de Galilea no sale ningún profeta. (Jn 7,52).
Hieren a Nicodemo donde más le duele: le acusan de ignorante y debe dedicarse a estudiar porque ha puesto en duda la doctrina oficialmente correcta. Quizá esto le sirvió a Nicodemo para darse cuenta de la vaciedad de esa doctrina y de la estupidez de un sistema montado en tales esquemas. Es su propio sistema, aquel en el que siempre ha creído y en el que se ha formado desde niño, el que ahora está poniendo en tela de juicio. Algo se tambalea a sus pies. Debe ser muy duro a esa edad darse cuenta de que el sistema en el que siempre había creído, o parte importante de él, se hace ahora trizas.
La decisión humana: El discernimiento
Está llegando la hora del discernimiento y las decisiones. Tomar decisiones consecuentes y coherentes con el propio pensamiento y valores, cuando estos van en contra de lo que siempre ha sido tomado como regla única e infalible, es costoso y se puede perder mucho: prestigio social, status, amistades, círculo de influencia y poder, etc.
Una decisión contra corriente comporta no pocas humillaciones y desprecios. De ahí la indecisión de muchas personas a la hora de enfrentarse ante estas situaciones de conflicto.
Este Nicodemo de la segunda escena nos habla de la importancia que en la vida tiene la formación de nuestra conciencia; la importancia de la sólida formación doctrinal, intelectual, pero también emocional.
Los cristianos hemos de ser adultos en la fe para ser capaces de tomar decisiones en conciencia, a veces incluso actuando de manera que no va tan de acuerdo con algunas normas y criterios que han permanecido durante mucho tiempo en nuestro ambiente, pero que posiblemente pertenecen ya al hombre viejo y son incompatibles con el vino nuevo del Evangelio. Seguir a Jesús tiene que ser una decisión personal y libre, de gran responsabilidad, pero a la vez de una gran exigencia, pues muchas veces supone ir contra corriente al interior del propio grupo.
Nicodemo de la tercera escena. El camino definitivo de la salvación es cristocéntrico
Por última vez aparece este hombre para dar a Jesús una sepultura digna. Aparece cuando otros, más cercanos a Jesús, han desaparecido. Jesús ya ha sido levantado en alto en la cruz y ha muerto en ese patíbulo para criminales.
Ya se están cumpliendo los tres efectos anunciados por Juan, derivados de la crucifixión de Jesús:
a) Salvación para los que le miren con fe (Jn 3,15).
b) Revelación de lo que es y significa el mismo Jesús: entonces conocerán todos que Yo soy (Jn 8, 28).
c) Atracción cristocéntrica: Cuando sea levantado en alto atraeré a todos hacia mí (Jn 12, 32).
A partir de la muerte de Jesús, la cruz ya no es más un elemento repulsivo como corresponde a todo instrumento de muerte y tortura, sino que se convierte en signo de salvación, gracias a ese Jesús crucificado que es polo de atracción para todo hombre de buena voluntad.
Esta imagen usada por Juan y que presenta a Jesús como polo de atracción, aparece muy presente en las narraciones de la resurrección. Es la misma experiencia que vivió Nicodemo. A causa de esta atracción por el Señor se atreve a ir a Pilato para pedir el cuerpo de Jesús (Jn 19,38–39). Se han disipado las tinieblas de su corazón y por eso camina en la luz.
Ahora, cuando las cosas son más difíciles, cuando Jesús ha sido juzgado y condenado como criminal de máxima peligrosidad, ahora que todos se alejan de Jesús y ni los más amigos se atreven a dar la cara por él, es cuando Nicodemo sale en público y se muestra partidario de Jesús sin ningún recelo o temor.
Jesús rey de reyes
El derroche exorbitante de perfume que Nicodemo lleva para honrar la sepultura de Jesús (cien libras de mirra perfumada y áloe) es todo un símbolo: corresponde a alguien muy superior a la dignidad real.
Jesús se ha convertido para Nicodemo en el rey de reyes, dando así un sentido teológico al letrero que ha sido fijado en lo alto de la cruz: Jesús pasa así a ser mirado como el Rey de la Creación, que merece todo amor, adoración y gloria.
Conclusión
Nicodemo se ha convertido: Jesucristo es su único Señor, y el nuestro. El Espíritu Santo renovador, dador de la plenitud de dones, vendrá a confirmar en ustedes el señorío absoluto de Jesús resucitado, Alfa y Omega.
NICODEMO NOS HA MOSTRADO UN HERMOSO CAMINO DE FE DIGNO DE IMITAR
Autor: José Luis Ysern de Arce Ob. Em. Aisen, Chile 2007.
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