Los místicos nos recuerdan que el Espíritu Santo quiere hacernos experimentar a fondo las maravillas del amor de Dios. Él quiere llevarnos a las experiencias espirituales más preciosas y más profundas; pero para eso hay que crecer, dejándose llevar por el Espíritu siempre más alto.
En su Cántico Espiritual san Juan de la Cruz enseñaba que Dios es siempre un misterio. Hay detrás de cada experiencia de este mundo una inmensidad admirable que uno no acaba de descubrir y “se llama un no sé qué, porque no se sabe decir” (Cántico, 7,1).
Su testimonio nos estimula a no conformarnos con poca cosa en el camino de nuestra amistad con Dios, y nos mueve a desear las cumbres de la vida mística. Nos invita a aceptar que el Espíritu Santo nos lleve a lo más alto.
Por eso, uno de los grandes pasos en nuestro camino espiritual es el que se produce cuando tomamos verdadera conciencia de lo que no sabemos de Dios y de sus designios; eso que nadie puede decirnos. Esta ignorancia nos hace sabios porque nos vuelve más receptivos y disponibles.