DESCUBRIR EN JESUS LA VERDADERA ALEGRIA

DESCUBRIR EN JESUS LA VERDADERA ALEGRIA

La presencia de Jesús el Cristo, Resucitado, cambia por completo el panorama de su vida: estaban tristes, llenos de miedo, y, de repente, se convierten en hombres y mujeres valientes, llenos de entusiasmo, de esperanza.  En las apariciones del Resucitado se reitera la experiencia de pasar de la tristeza a una alegría profunda que permite volver con entusiasmo a la misión poniéndose a predicar y dar testimonio en medio de todas las dificultades. La situación no cambia, pero ellos cambian radicalmente porque recuperan la confianza en el Maestro.

La alegría transforma el miedo en valentía, una valentía que nace de la confianza en Él y en sus promesas. En medio del dolor, los discípulos aprenden a confiar en Dios y no dejarse llevar por la tristeza. No hay que creer que la alegría comienza cuando se acaban los problemas o cuando termina el dolor. La alegría es una opción de vida, expresión de la confianza en Dios, que hace posible enfrentar los problemas y el dolor con esperanza.

La alegría da sentido al dolor

La alegría no suprime el dolor, pero le da sentido. Es precisamente en medio de las dificultades cuando los otros precisan de una presencia capaz de traer la alegría en sus vidas. La alegría no desconoce el dolor. Tampoco se desinteresa por los problemas sino los enfrenta con confianza y esperanza porque se cree que la última palabra le pertenece a Dios Padre y Dios no defrauda. Todo es posible para Dios con tal que se aprenda a confiar plenamente en Él.

Las apariciones del Jesús Resucitado muestran caminos de esperanza en situaciones complicadas y angustiosas

Jesús siempre está presente, aunque, a veces, se vive el dolor de Su ausencia. Es la experiencia de María Magdalena (Jn 20, 11-18), cuando en medio de la desolación y la oscuridad, escucha la voz de su Maestro. Jesús espera y acoge cuando se cae en la tentación de la huida y la desilusión. Es la experiencia de los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35) que en su camino de huida encuentran a Jesús que les abre los ojos, les explica el significado auténtico de las Escrituras y les llena de entusiasmo. En medio del fracaso vislumbran el sentido y recuperan el entusiasmo de su vocación primera.

De la tristeza al gozo en compañía de Jesús

Jesús no reprocha la cobardía de los discípulos y vuelve a confiarles la misión. Es la experiencia de los apóstoles encerrados en la casa porque tienen miedo de los judíos, tienen miedo por la muerte de Jesús, tienen miedo que les va a tocar a ellos (Jn 20, 19 – 23). Frente a los problemas uno tiende a encerrarse en sí mismo como una defensa para no sufrir. Se puede vivir con el corazón encerrado en el armario para no hacerse vulnerable. Pero si no se conoce el dolor tampoco se va a conocer la alegría.

La experiencia de los apóstoles

En la presencia de Jesús vuelve la fe en medio de las dudas. Es la experiencia de Tomás (Jn 20, 24 – 29), como también la experiencia de María Magdalena (Jn 20, 1 – 18) que pasa de la tristeza frente a la tumba vacía al gozo del “he visto al Señor”. Jesús devuelve la dignidad y la confianza en los momentos de sentirse inútil. Es la experiencia de los apóstoles que vuelven a su antigua profesión de pescadores frente a la desilusión de la muerte de su Maestro (Jn 21,1-14). En la mirada de Dios Padre nadie es inútil y nada es en vano.

No está aquí. Ha resucitado

Los discípulos creían en su Maestro pero no habían entendido que Jesús es Dios mismo. Entonces, se hace necesario el desafío: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado” (Lc 24, 5 – 6). A veces la fe del creyente se queda enterrada en la tumba vacía sin hacer el salto de la resurrección: el Señor ha resucitado y la última palabra pronunciada es vida.

Encontrar la verdadera alegría en Jesús

Hay muchas alegrías que son pura evasión y huida, como una anestesia que hace olvidar el rato del dolor. No es éste el gozo cristiano. El gozo cristiano es un profundo sentimiento de aceptación, que conduce, si es auténtico, a una profunda aceptación también del otro. Es también un profundo sentimiento de comunicación para compartirlo con otros (de allí la importancia de las celebraciones sacramentales de los bautizos, los matrimonios, los funerales, etc.) porque se da el paso del simple mirar los acontecimientos a una comprensión más profunda de su significado.

Es además un sentimiento de paz porque se posibilita la reconciliación con uno mismo y con el mundo. Es, por último, un sentimiento de esperanza en que Dios cumple sus promesas, porque el Señor está cerca y, por ello, no vale la pena agobiarse por nada (Fil 4, 6).

El mensaje de san Pablo

“Estén siempre alegres. Oren constantemente. En todo den gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de ustedes. No extingan el Espíritu; no desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo bueno” (1 Tes 5, 16 – 21). “Estén siempre alegres en el Señor; les repito, estén alegres. Que su mesura sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. No se inquieten por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presenten a Dios sus peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Fil 4, 4 – 7).

Tony Mifsud s.j. Universidad Alberto Hurtado
Los subtítulos y ajustes son del Editor

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