Hay un trabajo donde el Espíritu Santo actúa de una manera especialísima: es la tarea evangelizadora.
Cuando alguien trata de llevar a otros el mensaje de Cristo, en una visita casa por casa, en una tarea en la parroquia, en la oficina, etc., allí el Espíritu Santo quiere hacerse presente con su luz y su poder para plantar el Evangelio, para que Cristo habite en los corazones.
Por eso, el que dedica parte de su vida, o todas sus energías a anunciar el Evangelio, experimenta de una forma especial la vitalidad, la profundidad, el fuego que el Espíritu Santo nos puede regalar.
Pero hay que dejar la cómoda orilla y arrojarse “mar adentro” (Lucas 5,1-11), venciendo los miedos (Marcos 4,35-41) y con la mirada en Cristo (Mateo 14,22-33).
Así se prueba el gozo de decir a los demás que “hemos encontrado al Mesías” (Juan 1,41.45)