Repitamos dulcemente esta oración, que se utiliza en la Liturgia oriental para invocar al Espíritu Santo:
Rey celeste, Espíritu consolador, Espíritu de verdad, que estás presente en todas partes y lo llenas todo.
Tesoro de todo bien y fuente de vida, ven.
Habita en nosotros, purifícanos y sálvanos, tú que eres bueno. Amén.