El Espíritu Santo no se lleva bien con el pesimismo. Porque a él sólo le interesa lo que pueda ayudarnos a salir adelante, no lo que nos clausure, nos detenga, nos paralice. Las personas movidas por el Espíritu Santo no se dejan vencer ni amedrentar por los fracasos. Tampoco bajan los brazos cuando escuchan opiniones melancólicas, negativas y pesimistas. Siguen adelante buscando nuevos caminos.
Pero no son tercos que, cuando fracasan, quieren a toda costa seguir intentando de la misma manera, sin cambiar nada. Las personas verdaderamente tocadas por la luz del Espíritu Santo, cuando tienen un obstáculo, se ponen a buscar nuevas maneras de superarlo, consultan, investigan, aceptan los cambios que haya que hacer, intentan aprender lo que no saben.
De esa manera se desarrollaron algunos genios. Ellos sabían que tenían algo para ofrecer, y aceptaron cambiar muchas cosas y modificar sus proyectos, para ir creciendo poco a poco, para aprender a llegar a los demás, y de esa manera le regalaron al mundo algo que vale la pena. Dejemos que el Espíritu Santo nos enseñe a salir adelante, sin desgastarnos inútilmente en el pesimismo y en los lamentos.