Es bueno dejar entrar al Espíritu Santo en toda nuestra vida. No para que nos ayude a descubrir qué debemos hacer o decir, sino también para que nos haga ver cuál es la mejor manera de hacerlo o de decirlo, cuál es el estilo y la modalidad que más nos conviene imprimirle a nuestros actos. Podemos pedirlo con las palabras del Cardenal Verdier:
“Espíritu Santo,
Amor del Padre y del Hijo,
Inspírame siempre lo que deba pensar;
lo que deba decir,
y cómo tenga que decirlo;
lo que deba callar;
lo que deba escribir;
lo que deba hacer,
y cómo tenga que hacerlo.
Para obtener tu gloria,
el bien de los demás
y mi propia santificación.
Amén.”