Este día en algunos países comienza el verano, y en otros países comienza el invierno. Esos cambios en el clima nos recuerdan las etapas de nuestra vida, y nos ayudan a ver cómo el Espíritu Santo puede actuar en todas las situaciones. Él actúa en la primavera, haciendo brotar las flores que alegran el paisaje y despiertan esperanza. Junto con esos brotes, suscita el amor de las parejas, nuevos encuentros llenos de ternura y de deseo.
Actúa también en el verano, cuando las plantas desarrollan todo su follaje, cuando las personas disfrutan de la naturaleza, sienten brotar el sudor y experimentan la vida en sus cuerpos. Pero actúa también en el otoño, cuando todo invita a la reflexión, cuando las hojas que caen nos recuerdan que muchas cosas se terminan, que algunas cosas han cumplido su ciclo, y que hay que dejarlas caer. Y también actúa en el invierno, cuando el frío a veces molesta, cuando no podemos hacer todo lo que queremos, cuando parece que los árboles están muertos. Sin embargo, se está gestando nueva vida, y muchos frutales necesitan el frío para poder producir frutos más sabrosos. Allí se preparan muchas cosas buenas y hermosas.
Lo mismo hace el Espíritu Santo en nuestras vidas, en las diversas etapas que nos toca vivir. Cuando se haga presente el invierno, podemos tener la certeza que el Espíritu Santo está preparando alguna primavera, y quizás sea necesario podar algunas cosas, para que otras ramas nuevas puedan brotar con más fuerza.