A veces nuestra vida está tan sumergida en la mediocridad, el egoísmo y la comodidad, que sólo un terremoto podría despertarnos y cambiarnos. Por eso el Espíritu Santo puede permitir algún terremoto para que nos decidamos a vivir en serio. Ese es el sentido de algunos textos bíblicos, que parecen de terror, pero que en realidad nos quieren decir que, si no aceptamos la vida nueva del Espíritu y nos aferramos a seguridades de este mundo, llegará un momento en que esas seguridades van a caer destruidas.
Pero la Palabra de Dios en realidad quiere consolarnos, porque nos dice que eso no será nuestra ruina sino nuestra liberación. Porque cuando se caigan todas esas seguridades podremos estar desprendidos de todo ante el Espíritu Santo, y aceptaremos su invitación a vivir de otra manera: Habrá un tiempo de angustia, como nunca ha sucedido desde que surgieron las naciones; ese día será salvado mi pueblo (Daniel 12,1).
Cuando comiencen a suceder estas cosas, levanten la cabeza, porque se acerca la liberación” (Lucas 21,28). Por eso cuentan los Hechos de los Apóstoles que “de improviso vino un terremoto tan fuerte que se movieron los fundamentos de la prisión. Entonces, todas las puertas se abrieron y se rompieron las cadenas de todos” (Hechos 16,26). Dejemos que suceda algún terremoto en nuestras vidas, para que el Espíritu Santo pueda abrir nuestras puertas y romper nuestras cadenas.