Es hermoso recorrer la vida de los santos para percibir lo que puede hacer el Espíritu Santo en la vida de un ser humano, para ver cómo el Espíritu Santo puede cambiar completamente la vida de una persona y llevarla a lo más alto.
Hoy recordamos lo que hizo el Espíritu Santo en San Ignacio de Loyola. Pasó los últimos tiempos de su vida disfrutando de altísimas experiencias místicas, cargadas de llamativa ternura y de místico gozo, que aparecen reflejadas en su diario íntimo. Para Ignacio Dios debía ser el principio y el fundamento de todo.
Por eso, lo primero en la vida cristiana consiste en aceptar con amor que la propia vida haya sido creada para amar, adorar y servir a Dios. Aceptando eso con sinceridad, entonces sí es realmente posible dejarlo todo y entregarlo hasta el fin, sin reservas. De hecho, la vida de Ignacio estuvo consagrada a buscar la mayor gloria de Dios, y todas sus obras eran realizadas con esa finalidad.
Pidámosle al Espíritu Santo que nuestra vida no transcurra en la mediocridad, que nos transforme hasta el fondo y nos lleve a vivir en profundidad, entregándolo todo. No podemos hacerlo solos; pero el Espíritu Santo puede hacerlo, si cooperamos con él.