¿Quién es el Espíritu Santo? Estamos ante el Misterio de un amor infinito. Si leemos la Biblia, allí Dios nos habla permanentemente de su amor por cada uno de nosotros, porque cada uno de nosotros es obra de sus manos, criatura amada: “Tú eres precioso a mis ojos, y yo te amo” (Isaías 43,4). Y nos habla de un “amor eterno” (Jeremías 31,3), de manera que, aun cuando nadie esperaba nuestro nacimiento, él desde siempre nos imaginó para darnos la vida. Y si los demás esperaban un niño de otro sexo, de otro color, con otro rostro, él nos esperaba tal como somos, porque él es el artista maravilloso que nos hizo, y él ama la obra de su amor.
Mi existencia y la tuya tienen una sola explicación, que Dios nos ama: “Aunque tu propia madre se olvidara de ti, yo no te olvidaré… Mira, te llevo tatuado en la palma de mis manos” (Isaías 49,15-16). “Tu Dios está en ti, poderoso salvador. Él grita de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de alegría” (Sofonías 3,17).
El mismo Dios es un Misterio de amor. Porque él no es un ser aislado, sino tres Personas que son un solo y único Dios. Este es un Misterio profundísimo que no podemos comprender en esta vida.
Pero nos hacemos una pregunta. Si las tres Personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, nos aman con un mismo amor divino, ¿por qué se llama especialmente Amor al Espíritu Santo?
Porque el Espíritu Santo procede, como si fuera un fruto perfecto, del amor que se tienen el Padre y el Hijo. Es decir, el amor que se tienen el Padre Dios y su Hijo termina en una inclinación, en un movimiento de amor que los une como una llama infinita de amor, y esa llama es la Persona del Espíritu Santo.
Él es el amor que une al Padre y al Hijo, y el regalo de amor que ellos dos derraman en nuestros corazones.