Yo no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores

Yo no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores

Evangelio según San Lucas 5,27-32

Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: Sígueme. El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: ¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores? Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan.

Comentario del Evangelio sacerdotes dominicos

La búsqueda de Dios pasa por mi hermano

Los hombres y mujeres de hoy nos sentimos a veces tan perdidos como el viejo pueblo de Israel, que desolado y desesperanzado buscaba a Dios intensamente, sin saber qué debía hacer para que el Señor le escuchase y volviera a iluminar su camino. ¿Cuántas veces hablamos, oímos hablar, o sentimos “el silencio de Dios” en nuestras vidas? El mensaje ayer y hoy es claro y esperanzador: Dios no nos abandona nunca, pero solo nos sentimos llenos de Él cuando somos justos, cuando además de ser solidarios sentimos al otro carne de nuestra carne y actuamos en consecuencia.

Estar en comunión con el otro, nos hace sentir de inmediato a Dios a nuestro lado, llenos de energía, con fuerzas para cerrar heridas, y andar por caminos que nos parecían inaccesibles. Cuando descubrimos este mensaje y somos capaces de interiorizarlo y hacerlo vida, la luz ilumina nuestras dudas y nuestro anhelo de salvación se llena de esperanza.

A Jesús no le importa nada lo que es Leví y celebra, a pesar de las críticas, su respuesta. Ha venido a descubrirnos a un Dios que nos quiere a todos salvados, sin exclusiones de ningún tipo, ni siquiera por nuestros actos. Su misericordia es infinita, lo importante no es lo que hemos sido, sino lo que estamos dispuestos a ser, lo importante es nuestra conversión a una nueva forma de ser y estar en la vida. Y eso, más que producir escándalo, nos tiene que llenar de alegría y también darnos una pista de cómo quiere Dios que actuemos con los demás.

Libro de Isaías 58,9b-14

Así habla el Señor: Si eliminas de ti todos los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna; si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía. El Señor te guiará incesantemente, te saciará en los ardores del desierto y llenará tus huesos de vigor; tú serás como un jardín bien regado, como una vertiente de agua, cuyas aguas nunca se agotan. Reconstruirás las ruinas antiguas, restaurarás los cimientos seculares, y te llamarán Reparador de brechas, Restaurador de moradas en ruinas. Si dejas de pisotear el sábado, de hacer tus negocios en mi día santo; si llamas al sábado “Delicioso” y al día santo del Señor “Honorable”; si lo honras absteniéndote de traficar, de entregarte a tus negocios y de hablar ociosamente, entonces te deleitarás en el Señor; yo te haré cabalgar sobre las alturas del país y te alimentaré con la herencia de tu padre Jacob, porque ha hablado la boca del Señor.

Salmo 86(85),1-2.3-4.5-6

Inclina tu oído, Señor, respóndeme,
porque soy pobre y miserable;
protégeme, porque soy uno de tus fieles,
salva a tu servidor que en ti confía.

Tú eres mi Dios: ten piedad de mí, Señor,
porque te invoco todo el día;
reconforta el ánimo de tu servidor,
porque a ti, Señor, elevo mi alma.

Tú, Señor, eres bueno e indulgente,
rico en misericordia con aquellos que te invocan:
¡atiende, Señor, a mi plegaria,
escucha la voz de mi súplica!

Revelaciones a Juliana de Norwich (1342-después de 1416)   He venido a llamar a los pecadores para que se conviertan

Dios me mostró a un señor sentado solemnemente en la paz y el descanso; con dulzura envió a su siervo a cumplir su voluntad. El servidor lo hizo rápidamente, por amor; pero cayó en un barranco y se hirió gravemente… En este servidor, Dios me mostró el dolor y la ceguera provocados por la caída de Adán; y en el mismo servidor la sabiduría y la bondad del Hijo de Dios. En el señor, Dios me mostró su compasión y su piedad para la desgracia de Adán, y en el mismo señor la alta nobleza y la gloria infinita a la cual la humanidad es ascendida por la Pasión y la muerte del Hijo de Dios.

Por eso nuestro Señor se regocija mucho en su propia caída [en este mundo y en su Pasión], a causa de la exaltación y a causa de la plenitud de felicidad las cuales alcanzan al género humano, sobrepasando ciertamente la que habríamos tenido si Adán no hubiera caído… Así tenemos una razón para afligirnos, porque nuestro pecado es la causa de los sufrimientos de Cristo, y tenemos constantemente una razón para regocijarnos, porque es su amor infinito lo que le hizo sufrir… Si ocurre que por ceguera y debilidad caímos, entonces levantémonos prontamente, bajo el dulce toque de la gracia. De toda nuestra voluntad corrijámonos siguiendo la enseñanza de la Iglesia santa, según la gravedad del pecado.

Avancemos hacia Dios en el amor; jamás nos abandonemos a la desesperación, no seamos demasiado temerarios, como si esto no tuviera importancia. Francamente reconozcamos nuestra debilidad, sabiendo que, a menos que la gracia no nos guarde, el tiempo es breve… Es legítimo que nuestro Señor desee que nos acusemos y que reconozcamos, con lealtad y verdad, nuestra caída y todo el dolor que le sigue, conscientes de que jamás podremos repararla. Quiere al mismo tiempo que reconozcamos, con lealtad y verdad, el amor eterno que nos tiene y la abundancia de su misericordia. Ver y conocer ambas juntas por su gracia, he aquí la confesión humilde que nuestro Señor espera de nosotros y que es su obra en nuestra alma.

JOIN OUR NEWSLETTER
Acepto recibir correos.
¿Quiere estar siempre al día? Ingrese su nombre y correo
We hate spam. Your email address will not be sold or shared with anyone else.

Su comentario