Por qué tienen miedo hombres de poca fe?

Por qué tienen miedo hombres de poca fe?

Evangelio según San Mateo 8,23-27

Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: ¡Sálvanos, Señor, nos hundimos! El les respondió: ¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe? Levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres se decían entonces, llenos de admiración:  ¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?

Comentario del Evangelio

La fe es un camino. Es una experiencia de confianza radical que está llamada a crecer en nosotros. Como los discípulos de Jesús, nos hundimos en el miedo y la duda porque nuestra fe es pequeña. Pero en este pasaje del Evangelio los discípulos nos muestran un camino precioso: ellos se dirigen a Jesús, le exponen sus recelos, solicitan su ayuda. En nuestra poca fe, eso es también lo mejor que podemos hacer. Volver nuestro corazón a Jesús y entregarle lo que somos, esa mezcla de fragilidad y osadía. Sólo Jesús puede traer la calma a ese mar tempestuoso de nuestro corazón.

Lecturas del dia

Libro de Amós 3,1-8.4,11-12

Escuchen esta palabra que el Señor pronuncia contra ustedes, israelitas, contra toda la familia que yo hice subir del país de Egipto: Sólo a ustedes los elegí entre todas las familias de la tierra; por eso les haré rendir cuenta de todas sus iniquidades. ¿Van juntos dos hombres sin haberse puesto de acuerdo?  ¿Ruge el león en la selva sin tener una presa? ¿Alza la voz el cachorro desde su guarida sin haber cazado nada?  ¿Cae el pájaro a tierra sobre una trampa si no hay un cebo? ¿Salta la trampa del suelo sin haber atrapado nada? ¿Suena la trompeta en una ciudad sin que el pueblo se alarme? ¿Sucede una desgracia en la ciudad sin que el Señor la provoque? Porque el Señor no hace nada sin revelar su secreto a sus servidores los profetas.

El león ha rugido: ¿quién no temerá? El Señor ha hablado: ¿quién no profetizará? Yo les envié una catástrofe como la de Sodoma y Gomorra, y ustedes fueron como un tizón salvado del incendio, ¡pero ustedes no han vuelto a mí! -oráculo del Señor-. Por eso, mira cómo voy a tratarte, Israel; y ya que te voy a tratar así, prepárate a enfrentarte con tu Dios, Israel.

Salmo 5,5-6.7.8

Tú no eres un Dios que ama la maldad;
ningún impío será tu huésped,
ni los orgullosos podrán resistir
delante de tu mirada.

Tu detestas a los que hacen el mal
y destruyes a los mentirosos.
¡Al hombre sanguinario y traicionero
lo abomina el Señor!

Pero yo, por tu inmensa bondad,
llego hasta tu Casa,
y me postro ante tu santo Templo
con profundo temor.

Conversando con Dios san Alfonso María de Ligorio (1696-1787)   ¡Señor en ti confío!

No desagrada para nada a Dios que, a veces, se queje suavemente con él. No tema decirle: “¿Por qué te quedas lejos, Señor? (Sal 9,22). Tú sabes que sólo aspiro a tu amor. Por caridad, socórreme, no me abandones”. Si la desolación se prolonga y su angustia es extrema, una su voz a la de Jesús, Jesús muriendo en la cruz. Dígale, implorando la piedad divina: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46). Pero aproveche esa prueba. Primero para abajarse más, repitiéndose que no merecemos consuelo cuando hemos ofendido a Dios.

Después, para avivar más su confianza, recordando que ya sea lo que haga o permita, Dios sólo tiene en vista su bien y “dispone de todas las cosas para el bien” de su alma (cf. Rom 8,28). Cuanto más la turbación y la falta de coraje lo asalten, más se debe armar de valor y gritar: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?” (Sal 26,1). Sí, Señor, eres tú que me ilumina, eres tú que me salvarás, en ti confío, “Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca me vea defraudado!” (Sal 30,2).

Establézcase así en la paz, con la certeza que “nadie que confió en el Señor quedó confundido” (Eclo 2,10), no se ha perdido nadie que haya puesto su confianza en Dios.

 

 

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