Pidan y se les dará busquen y encontrarán llamen y se les abrirá

Pidan y se les dará busquen y encontrarán llamen y se les abrirá

Evangelio según San Mateo 7,7-12

Jesús dijo a sus discípulos: Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan! Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.

Comentario del Evangelio

Muchas veces nos da miedo pensar que nuestra oración sea un monólogo ante una puerta cerrada. El miedo de todo el que ora es, en el fondo, ése: que al otro lado no haya nadie escuchando o que nuestras peticiones, nuestros gemidos, nuestras lágrimas, sean indiferentes para ese gran Dios ausente. Por eso, por esta sospecha que tenemos clavada en la carne, nuestra oración es balbuciente, vacilante, esquiva, llena de dudas. Pero Jesús viene al encuentro de nuestros miedos, viene a dialogar directamente con nuestra inseguridad y a asegurarnos que Dios es un Padre creíble: “si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo las dará a quienes se las pidan!”. Podemos confiar en Él.

Lecturas del  día

Libro de Ester  14,1.3-5.12-14

En aquellos días, la reina Ester, temiendo el peligro inminente, acudió al Señor y rezó así al Señor, Dios de Israel: “Señor mío, único rey nuestro. Protégeme, que estoy sola y no tengo otro defensor fuera de ti, pues yo misma me he expuesto al peligro. Desde mi infancia oí, en el seno de mi familia, cómo tú, Señor, escogiste a Israel entre las naciones, a nuestros padres entre todos sus antepasados, para ser tu heredad perpetua; y les cumpliste lo que habías prometido. Atiende, Señor, muéstrate a nosotros en la tribulación, y dame valor, Señor, rey de los dioses y señor de poderosos. Pon en mi boca un discurso acertado cuando tenga que hablar al león; haz que cambie y aborrezca a nuestro enemigo, para que perezca con todos sus cómplices. «¡Señor mío, nuestro Rey, tú eres el Unico! Ven a socorrerme, porque estoy sola, no tengo otra ayuda fuera de ti

Salmo 138(137),1-2a.2bc-3.7c-8

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
te cantaré en presencia de los ángeles.
Me postraré ante tu santo Templo.

y daré gracias a tu Nombre
por tu amor y tu fidelidad.
Me respondiste cada vez que te invoqué
y aumentaste la fuerza de mi alma.

y tu derecha me salva.
El Señor lo hará todo por mí.
Tu amor es eterno, Señor,
¡no abandones la obra de tus manos!

 Enseñanza de san Luis María Grignion de Monfort (1673-1716)  Rezar con confianza y perseverancia

Recen con mucha confianza. Ella está fundada en la bondad y generosidad infinitas de Dios y en las promesas de Jesucristo. (…)  El deseo más grande que tiene para nosotros el Padre eterno es de comunicarnos las aguas salvadoras de su gracia y misericordia. Él exclama: “Vengan a beber mis aguas con la oración”.

Cuando no rezamos, se lamenta diciendo que lo abandonamos: “Me abandonaron a mí, la fuente de agua viva” (Jer 2,13). Agradamos a Jesucristo cuando le pedimos sus gracias. Si no lo hacemos, se queja con amor: “Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen a la puerta y se les abrirá” (cf. Jn 16,14; Mt7,7; Lc 11,9; Apoc 3,20). Para darnos más confianza al rezar, se ha comprometido con su palabra, afirmando que el Padre eterno nos acordará todo lo que le pediremos en su Nombre.

A nuestra confianza sumemos la perseverancia en la oración. Sólo quien persevere para pedir, buscar y llamar, será el que recibirá, encontrará y entrará.

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