Evangelio según San Mateo 9,14-17
Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le dijeron: ¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos? Jesús les respondió: ¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque los odres revientan, el vino se derrama y los odres se pierden. ¡No, el vino nuevo se pone en odres nuevos, y así ambos se conservan!
Comentario del Evangelio
Jesús no es sólo una etapa más dentro de la historia de salvación, sino un momento realmente nuevo, un momento de plenitud. Por eso no es suficiente con hacer lo mismo que hacíamos. Necesitamos dejarnos llenar por la novedad de Jesús. El papa Francisco no se cansa de exhortarnos a acoger ese cambio y esa novedad. De hecho, es una actitud evangélica. Dice el Papa: “La novedad del Evangelio es absoluta, total. Llega a todo lo que somos porque nos transforma de dentro hacia fuera: el espíritu, el cuerpo y la vida cotidiana”. Que lleguemos a comprender que no basta con hacer lo de siempre para ser fieles a Jesús. La novedad del Evangelio tiene que ser el mapa sobre el que se oriente nuestra forma concreta de vivir.
Lecturas del dia
Libro de Amós 9,11-15
Así habla el Señor: Aquel día, yo levantaré la choza derruida de David, repararé sus brechas, restauraré sus ruinas, y la reconstruiré como en los tiempos pasados, para que ellos tomen posesión del resto de Edóm y de todas las naciones que han sido llamadas con mi Nombre -oráculo del Señor, que cumplirá todo esto-. Llegan los días -oráculo del Señor- en que el labrador seguirá de cerca al que siega, y el que vendimia al que siembra. Las montañas harán correr el vino nuevo y destilarán todas las colinas. Yo cambiaré la suerte de mi pueblo Israel; ellos reconstruirán las ciudades devastadas y las habitarán, plantarán viñedos y beberán su vino, cultivarán huertas y comerán sus frutos. Los plantaré en su propio suelo, y nunca más serán arrancados del suelo que yo les di, dice el Señor, tu Dios.
Salmo 85(84),9.11-12.13-14
Voy a proclamar lo que dice el Señor:
el Señor promete la paz,
la paz para su pueblo y sus amigos,
y para los que se convierten de corazón.
El Amor y la Verdad se encontrarán,
la Justicia y la Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra
y la Justicia mirará desde el cielo.
El mismo Señor nos dará sus bienes
y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de él,
y la Paz, sobre la huella de sus pasos.
Carta apostólica de san Juan Pablo II (1920-2005) “Mulieris dignatatem”, §26-27 La Eucaristía: el don que da Cristo/Esposo a la Iglesia/Esposa
En la Eucaristía se expresa de modo sacramental el acto redentor de Cristo Esposo en relación con la Iglesia Esposa. El Concilio Vaticano II ha renovado en la Iglesia la conciencia de la universalidad del sacerdocio. En la Nueva Alianza hay un solo sacrificio y un solo sacerdote: Cristo. De este único sacerdocio participan todos los bautizados, ya sean hombres o mujeres, en cuanto deben “ofrecerse a sí mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios” (cf. Rom 12, 1), dar en todo lugar testimonio de Cristo y dar razón de su esperanza en la vida eterna (1P 3,15)… Todos los miembros de la iglesia… participan no solamente de la misión sacerdotal, sino también en la misión profética y real de Cristo Mesías.
Esta participación determina, además, la unión orgánica de la Iglesia, como Pueblo de Dios, con Cristo. Con ella se expresa a la vez el “gran misterio” de la Carta a los Efesios (5,32): la Esposa unida a su Esposo; unida, porque vive su vida; unida, porque participa de su triple misión… Unida de tal manera que responda con un “don sincero” de sí al inefable don del amor del Esposo, Redentor del mundo. Esto concierne a todos en la Iglesia, tanto a las mujeres como a los hombres, y concierne obviamente también a aquellos que participan del “sacerdocio ministerial”, que tiene el carácter de servicio. En el ámbito del “gran misterio” de Cristo y de la Iglesia todos están llamados a responder —como una esposa— con el don de la vida al don inefable del amor de Cristo, el cual, como Redentor del mundo, es el único Esposo de la Iglesia.