El que quiera venir detrás de mí que cargue con su cruz y me siga.

El que quiera venir detrás de mí que cargue con su cruz y me siga.

Evangelio según San Lucas 9,22-25

Jesús dijo a sus discípulos: El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Después dijo a todos: El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?

Comentario del Evangelio

Renunciar a uno mismo. ¡Qué gran desafío! Incluso sin darnos cuenta, nos situamos en el centro del universo. Todo gira en torno a nosotros, a nuestra voluntad, emociones o manías. Hacemos lo que nos gusta o nos parece que es justo y prioritario. Y, luego, cuánta sordera, cuántos bloqueos, cuánta incapacidad para mirar más allá de nuestro ombligo. Nuestro ego se instala rápidamente en el trono como señor absoluto al que todo se sacrifica. Creemos que tenemos derecho a todo, hinchamos nuestras necesidades, nos colocamos siempre en primer lugar. ¿Es esto el Evangelio? Renunciar a uno mismo. ¡Qué urgente desafío!

Deuteronomio 30,15-20

Moisés habló al pueblo diciendo: Hoy pongo delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha. Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que hoy te prescribo, si amas al Señor, tu Dios, y cumples sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, entonces vivirás, te multiplicarás, y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde ahora vas a entrar para tomar posesión de ella. Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar y vas a postrarte ante otros dioses para servirlos, yo les anuncio hoy que ustedes se perderán irremediablemente, y no vivirán mucho tiempo en la tierra que vas a poseer después de cruzar el Jordán.

Hoy tomo por testigos contra ustedes al cielo y a la tierra; yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida y vivirás, tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y le seas fiel. Porque de ello depende tu vida y tu larga permanencia en la tierra que el Señor juró dar a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob.

Salmo 1,1-2.3.4.6

¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!

El es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.

No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal.

Texto de san Francisco de Sales (1567-1622)  La renuncia a sí mismo

El amor que tenemos por nosotros mismos (…) es afectivo y efectivo. El amor efectivo es el que gobierna a los grandes, codiciosos de honores y riquezas, que procuran bienes y nunca se sacian de adquirirlos. Ellos, digo yo, se aman mucho de un amor efectivo. Existen otras personas que se aman de un amor afectivo. Son muy tiernos con ellos mismos, se miman, cuidan y reconfortan. Temen tanto que les pueda suceder algo, que dan lástima. (…)

Esta blandura es insoportable para lo corporal y más aún para lo espiritual. Especialmente si es desgraciadamente practicada o mantenida por las personas dichas más espirituales, las que quieren ser santas enseguida, sin que les cueste nada. Sin ni siquiera los combates que les causa la parte inferior del alma, por su repugnancia hacia las cosas contrarias a la naturaleza. (…)

Tener repugnancia de nuestras repugnancias, hacer callar nuestras preferencias, mortificar las afecciones, disciplinar el juzgar y renunciar a la voluntad propia, son cosas que el amor afectivo y blando que tenemos con nosotros mismos no puede permitirse, sin exclamar: “¡Oh cuánto nos cuesta!” De este modo, no hacemos nunca nada. (…)

Es mejor llevar una pequeña cruz de paja que me han puesto sobre las espaldas, sin que yo la haya elegido, que ir a cortar en el bosque con mucho trabajo una más grande, llevándola luego con gran pena. Seré más agradable a Dios con la cruz de paja, que con la que yo me haya fabricado con sudor y penas. Aunque .esta cruz la porte con más satisfacción debido al amor propio, al que gustan tanto sus invenciones y poco le agrada dejarse simplemente conducir y gobernar.

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