Dentro de poco ya no me verán y poco después me volverán a ver

Dentro de poco ya no me verán y poco después me volverán a ver

Evangelio según San Juan 16,16-20

Jesús dijo a sus discípulos: Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver. Entonces algunos de sus discípulos comentaban entre sí: ¿Qué significa esto que nos dice: Dentro de poco ya no me verán, y poco después, me volverán a ver? ¿Y que significa: Yo me voy al Padre? Decían: ¿Qué es este poco de tiempo? No entendemos lo que quiere decir. Jesús se dio cuenta de que deseaban interrogarlo y les dijo: Ustedes se preguntan entre sí qué significan mis palabras:

Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver. Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo.

Comentario del Evanglio

Un amigo es aquel que nos recuerda muchas veces que estamos comprometidos con la alegría. En otras partes del evangelio de Juan, Jesús se lo dice a sus discípulos: “Que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud” (Jn 15,11). Y “nadie os quitará vuestra alegría” (Jn 16,22). Cuando miramos lo que somos y vivimos, cuando ponemos los ojos en el sentido del camino pascual que seguimos, es importante tener presente que estamos llamados a vivir en la alegría. Caminamos para participar en el grupo de los elegidos.

Por eso, liberamos sin descanso nuestro corazón del peso de las sombras para llenarlo de la ligereza de la luz, de la levedad de la alegría. En realidad, estamos atravesados, somos conducidos, somos llevados por la esperanza de una promesa. Y esa promesa es la alegría.

Leturas del dia

Libro de los Hechos de los Apóstoles 18,1-8

Pablo dejó Atenas y fue a Corinto. Allí encontró a un judío llamado Aquila, originario del Ponto, que acababa de llegar de Italia con su mujer Priscila, a raíz de un edicto de Claudio que obligaba a todos los judíos a salir de Roma. Pablo fue a verlos, y como ejercía el mismo oficio, se alojó en su casa y trabajaba con ellos haciendo tiendas de campaña. Todos los sábados, Pablo discutía en la sinagoga y trataba de persuadir tanto a los judíos como a los paganos. Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicó por entero a la predicación de la Palabra, dando testimonio a los judíos de que Jesús es el Mesías.

Pero como ellos lo contradecían y lo injuriaban, sacudió su manto en señal de protesta, diciendo: “Que la sangre de ustedes caiga sobre sus cabezas. Yo soy inocente de eso; en adelante me dedicaré a los paganos”. Entonces, alejándose de allí, fue a lo de un tal Ticio Justo, uno de los que adoraban a Dios y cuya casa lindaba con la sinagoga. Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor, junto con toda su familia. También muchos habitantes de Corinto, que habían escuchado a Pablo, abrazaron la fe y se hicieron bautizar.

Salmo 98(97),1.2-3ab.3bc-4

Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.

El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel.

en favor del pueblo de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.

Sermón de san Agustín (354-430)   Vuestra alegría, nadie os la quitará

“Estad siempre alegres en el Señor; dejádmelo decir: estad alegres.” (Fl. 4,4) El apóstol nos manda alegrarnos, pero en el Señor, no en el mundo. Pues, como afirma la Escritura:» El que quiere ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios» (Jc 4,4). Pues del mismo modo que un hombre no puede servir a dos señores (Mt 6,24), tampoco puede alegrarse en el mundo y en el Señor. Que el gozo en el Señor sea el triunfador, mientras se extingue el gozo del mundo. El gozo en el Señor siempre debe ir creciendo. (…)

No afirmamos esto como si no debiéramos alegrarnos mientras estamos en este mundo, sino en el sentido de que debemos alegrarnos en el Señor también cuando estamos en este mundo.

Pero alguno puede decir: «Estoy en el mundo, por tanto, si me alegro, me alegro allí donde estoy.» ¿Pero es que por estar en el mundo no estás en el Señor? Escuchad al apóstol Pablo (…) que afirma de Dios, Señor y Creador nuestro: «En él vivimos, nos movemos y existimos.»(Hch. 17,28). El que está en todas partes ¿en dónde no está? ¿Acaso no nos exhortaba precisamente a esto? «El Señor está cerca; nada os preocupe» (Fl. 4, 5-6).

Gran cosa es ésta: el mismo que asciende sobre todos los cielos está cercano a quienes se encuentran en la tierra. ¿Quién es éste, lejano y próximo, sino aquel que por su benignidad se ha hecho próximo a nosotros?

 

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