Cuidado con los falsos profetas

Cuidado con los falsos profetas

Evangelio según San Mateo 7,15-20

En aquel tiempo dijo Jesús: ¡Cuidado con los falsos profetas! Vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos feroces. Por sus frutos los conoceréis, pues no se recogen uvas de los espinos ni higos de los cardos. Así, todo árbol bueno da buen fruto; pero el árbol malo da fruto malo. El árbol bueno no puede dar mal fruto, ni el árbol malo dar fruto bueno. Todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. De modo que por sus frutos los conoceréis.

Comentario del Evangelio

Coherencia entre decir y hacer. La advertencia de Jesús lleva implícito el conocimiento que tiene Dios del mundo en que nos movemos y las amenazas a las que estamos expuestos en el día a día; “guardaos de los falsos profetas”; éstos no son los que dicen cosas erradas, sino los que no hacen lo que dicen. Hablan como Cristo, pero no obran como Él.

No existe coherencia entre lo que dicen y lo que hacen; están dispuestos a aceptar su mensaje, pero no aman y no lo siguen a Él, que es el Señor; no entran a través de Él, que es la puerta del amor al Padre y a los hermanos. “Por sus frutos los conoceréis”: el árbol que se eleva desde la tierra hacia el cielo y conoce las distintas estaciones es figura del hombre. En sí es “muy” hermoso y bueno, es imagen de Dios. Pero puede estar enfermo, dañado y podrido, sin linfa vital, sin amor. Entonces produce frutos malos.

El árbol bueno por excelencia es la cruz, en la cual está el fruto maduro y dulce del amor a Dios y al hombre. Injertados en Él, que es el árbol de la vida, también nosotros producimos su fruto. El árbol seco germina porque el árbol verde se secó en su lugar.

Lecturas del día

Libro de Génesis 15,1-12.17-18

En aquellos días, la palabra del Señor llegó a Abrám en una visión, en estos términos:  No temas, Abrám. Yo soy para ti un escudo. Tu recompensa será muy grande. Señor, respondió Abrám, ¿para qué me darás algo, si yo sigo sin tener hijos, y el heredero de mi casa será Eliezer de Damasco? Después añadió: Tú no me has dado un descendiente, y un servidor de mi casa será mi heredero. Entonces el Señor le dirigió esta palabra: No, ese no será tu heredero; tu heredero será alguien que nacerá de ti. Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole: Mira hacia el cielo y si puedes, cuenta las estrellas”. Y añadió: “Así será tu descendencia.

Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación. Entonces el Señor le dijo: Yo soy el Señor que te hice salir de Ur de los caldeos para darte en posesión esta tierra. Señor, respondió Abrám, ¿cómo sabré que la voy a poseer? El Señor le respondió: Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, todos ellos de tres años, y también una tórtola y un pichón de paloma. El trajo todos estos animales, los cortó por la mitad y puso cada mitad una frente a otra, pero no dividió los pájaros. Las aves de rapiña se abalanzaron sobre los animales muertos, pero Abrám los espantó.

Al ponerse el sol, Abrám cayó en un profundo sueño, y lo invadió un gran temor, una densa oscuridad. Cuando se puso el sol y estuvo completamente oscuro, un horno humeante y una antorcha encendida pasaron en medio de los animales descuartizados. Aquel día, el Señor hizo una alianza con Abrám diciendo: “Yo he dado esta tierra a tu descendencia desde el Torrente de Egipto hasta el Gran Río, el río Eufrates.

Salmo 105(104),1-2.3-4.6-7.8-9

¡Den gracias al Señor, invoquen su Nombre,
hagan conocer entre los pueblos sus proezas;
canten al Señor con instrumentos musicales,
pregonen todas sus maravillas!

¡Gloríense en su santo Nombre,
alégrense los que buscan al Señor!
¡Recurran al Señor y a su poder,
busquen constantemente su rostro!

Descendientes de Abraham, su servidor,
hijos de Jacob, su elegido:
el Señor es nuestro Dios,
en toda la tierra rigen sus decretos.

El se acuerda eternamente de su alianza,
de la palabra que dio por mil generaciones,
del pacto que selló con Abraham,
del juramento que hizo a Isaac.

Exhortación apostólica  La alegría del Evangelio  papa Francisco “Todo árbol bueno produce frutos buenos”

En una civilización paradójicamente herida de anonimato y, a la vez obsesionada por los detalles de la vida de los demás, impudorosamente enferma de curiosidad malsana, la Iglesia necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario. En este mundo los ministros ordenados y los demás agentes pastorales pueden hacer presente la fragancia de la presencia cercana de Jesús y su mirada personal. La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos —sacerdotes, religiosos y laicos— en este «arte del acompañamiento», para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de proximidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana…

Más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de acompañamiento, conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre todos a las ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el rebaño. Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es más que oír. Lo primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores. Sólo a partir de esta escucha respetuosa y compasiva se pueden encontrar los caminos de un genuino crecimiento, despertar el deseo del ideal cristiano, las ansias de responder plenamente al amor de Dios y el anhelo de desarrollar lo mejor que Dios ha sembrado en la propia vida.

 

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