Cuando venga el Espíritu de la verdad dará testimonio de mí

Cuando venga el Espíritu de la verdad dará testimonio de mí

Evangelio según san Juan 15, 26 — 16, 4a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he hablado de esto, para que no os escandalicéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho».

Comentario del Evangelio

Todo cristiano está llamado a dar testimonio de fe, de amor y de santidad. El Evangelio de Juan nos alienta a ser perseverantes en la misión de anunciar la fe, en ser sus testigos. El mensaje que Jesús nos propone hoy retumba fuertemente en el mundo actual. Nos promete que nos enviará al Espíritu de la Verdad. Nos dice que daremos testimonio de Él. Y nos previene para que no nos escandalicemos, nos advierte que ser fiel a este Jesús va a traer dificultades: seremos perseguidos y calumniados en su nombre. Sin embargo, no estaremos solos, el Espíritu estará animando, acompañando y actualizando constantemente las palabras de Jesús. Hoy nos preguntamos:

¿Doy testimonio de fe en mi vida diaria?

¿Cómo vivo la acción del Espíritu Santo en mi vida?

¿Quién es el Espíritu Santo para mi?

Lecturas del día

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 16, 11-15

Nos hicimos a la mar en Tróade y pusimos rumbo hacia Samotracia; al día siguiente salimos para Neápolis y de allí para Filipos, primera ciudad del distrito de Macedonia y colonia romana. Allí nos detuvimos unos días.

El sábado salimos de la ciudad y fuimos a un sitio junto al río, donde pensábamos que había un lugar de oración; nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira, vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo. Se bautizó con toda su familia y nos invitó: «Si estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi casa». Y nos obligó a aceptar.

Sal 149, 1bc-2. 3-4. 5-6a y 9b

El Señor ama a su pueblo

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca.
Es un honor para todos sus fieles.

Reflexión del Evangelio de hoy   “El Señor le abrió el corazón…”

Sigue San Pablo, acompañado de alguno de sus compañeros, predicando de ciudad en ciudad. Hoy le encontramos en Filipos. Allí, a una mujer llamada Lidia “el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo”, y se bautizó ella y toda su familia.

Es la historia que se repite en todo cristiano de cualquier época. El Señor Jesús sale a nuestro encuentro, y a través de los diversos Pablos que han entrado en nuestra vida, el Señor se adentra en nuestro corazón, nos hace comprender que es el Hijo de Dios, que nos ama con intensidad y que es nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida.

Acogiéndole en nuestro corazón, siguiendo sus pasos, experimentamos que realmente el camino que nos propone nos lleva a vivir la vida con sentido, con alegría, con la esperanza de que nuestra vida tendrá un segundo tiempo después de nuestra muerte y resurrección donde gozaremos para siempre de la felicidad total siempre deseada.

“Os enviaré el Espíritu”

Jesús, ya antes de morir, habla a sus discípulos del Espíritu. En este evangelio, Jesús asigna al Espíritu, la tercera persona de la Trinidad, una misión muy importante respecto a nosotros: “él dará testimonio de mí”. Una de sus misiones es justamente hablarnos a nosotros de Jesús. Convencernos que no solamente es hombre, el hijo del hombre, sino que también es Dios, el Hijo de Dios. Y, por lo tanto, debemos creer todo lo que nos dice y caminar por el camino que él nos señala. Él nos ayudará también a que nosotros demos testimonio de Jesús.

Jesús avisa a sus apóstoles que en su seguimiento no todos serán momentos buenos y que no todos van a aceptar su predicación. Hasta “llega la hora en que todo el que os quite la vida pensará prestar un servicio a Dios”.

Quizás hoy día, al menos en Occidente, no sea este el caso. Más bien lo que más nos duele es la indiferencia de muchos de nuestros contemporáneos ante nuestra predicación de Jesús. Ni le aceptan a él ni nos aceptan a nosotros. Pero también aquí el Espíritu viene en nuestra ayuda, y a pesar del ambiente de indiferencia reinante, nos ayuda a vivir con intensidad el seguimiento de Jesús. Nos sigue convenciendo de que es la mejor manera de vivir nuestra vida humana.

Jesús, ya antes de morir, comenzó a hablar a sus discípulos abiertamente del Espíritu. Textos que aparecen en la lectura de los evangelios de los días que preceden a la Ascensión y a Pentecostés. Les hace promesas alentadoras. El Espíritu “dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio”. En el encargo de Jesús de predicar el evangelio por todo el mundo, les va a acompañar siempre su Espíritu, el Espíritu Santo, de él recibirán la fuerza necesaria para cumplir su misión.

Una misión, que desde los comienzos del cristianismo, en algunos momentos va a ser muy dura, hasta llegará “una hora cuando el que os dé muerte, pensará que da culto a Dios”. Y explica el por qué hacen esto: “porque no han conocido ni al Padre ni a mí”. Quien descubre quién es nuestro Padre Dios y quién es Jesús… no puede ir en contra de ellos y de sus mensajeros. Recordemos las palabras de Jesús a la samaritana: “Si conocieras el don de Dios…”.

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