Convertíos y creer en el Evangelio

Convertíos y creer en el Evangelio

Evangelio según San Marcos 1,12-15

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles lo servían. Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».

Comentario del Evangelio

Jesús, después de estar cuarenta días sufriendo y superando la dureza de las tentaciones en el desierto, hace su aparición en Galilea anunciando que se ha cumplido el tiempo y que está cerca el Reino de Dios. Por eso nos hace una invitación a convertirnos y a creer en el Evangelio. A pesar de ese mensaje de conversión, los hombres todavía seguimos retando y poniendo a prueba a Dios ante las diversas adversidades con las que nos vamos encontrando cada día.

Deberíamos comprender que ser bautizados en Cristo significa llevar una vida como la suya: la opción de estar entregado a los demás.

Lecturas del dia

Libro de Génesis 9,8-15

Y Dios siguió diciendo a Noé y a sus hijos: “Además, yo establezco mi alianza con ustedes, con sus descendientes, y con todos los seres vivientes que están con ustedes: con los pájaros, el ganado y las fieras salvajes; con todos los animales que salieron del arca, en una palabra, con todos los seres vivientes que hay en la tierra. Yo estableceré mi alianza con ustedes: los mortales ya no volverán a ser exterminados por las aguas del Diluvio, ni habrá otro Diluvio para devastar la tierra. Dios añadió: “Este será el signo de la alianza que establezco con ustedes, y con todos los seres vivientes que los acompañan, para todos los tiempos futuros: yo pongo mi arco en las nubes, como un signo de mi alianza con la tierra. Cuando cubra de nubes la tierra y aparezca mi arco entre ellas, me acordaré de mi alianza con ustedes y con todos los seres vivientes, y no volverán a precipitarse las aguas del Diluvio para destruir a los mortales.

Salmo 25(24),4-5ab.6-7bc.8-9

Muéstrame, Señor, tus caminos,
enséñame tus senderos.
Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador.

Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor,
porque son eternos.
Por tu bondad, Señor,
acuérdate de mi según tu fidelidad.

El Señor es bondadoso y recto:
por eso muestra el camino a los extraviados;
él guía a los humildes para que obren rectamente
y enseña su camino a los pobres.

Epístola I de San Pedro 3,18-22

Cristo murió una vez por nuestros pecados -siendo justo, padeció por los injustos- para llevarnos a Dios. Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu. Y entonces fue a hacer su anuncio a los espíritus que estaban prisioneros, a los que se resistieron a creer cuando Dios esperaba pacientemente, en los días en que Noé construía el arca. En ella, unos pocos -ocho en total- se salvaron a través del agua. Todo esto es figura del bautismo, por el que ahora ustedes son salvados, el cual no consiste en la supresión de una mancha corporal, sino que es el compromiso con Dios de una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo, que está a la derecha de Dios, después de subir al cielo y de habérsele sometido los Angeles, las Dominaciones y las Potestades.

Orígenes (c. 185-253)  Comentario al Cantar de los cantares  Se ha cumplido el tiempo: el Reino de Dios está cerca

De hecho, la vida de los mortales está plagada de lazos de ofensas y de redes de engaños… Y como quiera que estas redes las había tendido el enemigo por todas partes y en ellas había envuelto a casi todos, era necesario que viniese uno que fuera más fuerte y mayor que ellas, para que las triturase y así dejase expedito el camino para cuantos le sigan.

Por esta razón también el Salvador, antes de unirse con la Iglesia, fue tentado por el diablo (…) para vencer las redes y poder mirar por ellas y, a través de ellas, llamar hacia sí a la Iglesia, con el fin, sin duda alguna, de enseñarla y mostrarle que no se debe venir a Cristo por el ocio y los placeres, sino a través de muchas tribulaciones y pruebas.

Por eso no hubo nadie que pudiera vencer semejantes redes, porque, como está escrito, todos pecaron (Rm 3,23). (…) Por eso únicamente nuestro Señor y Salvador Jesucristo no cometió pecado (1P 2,22), sin embargo el Padre le hizo pecado por nosotros, para que en la carne semejante a la del pecado y a causa del pecado condenase al pecador.

Vino, pues, a estas redes, pero únicamente él no se vio envuelto por ellas, antes al contrario él las rompió y las trituró, y dio así a su Iglesia confianza para atreverse ya a quebrar los lazos, atravesar por las redes y decir toda animosa: Nuestra alma se escapó cual pájaro del lazo de los cazadores: el lazo se rompió y nosotros quedamos libres (Sal. 123,7).

Pero, ¿quién quebrantó los lazos, sino el único al que ellos no pudieron atrapar? Efectivamente, aunque él también estuvo sujeto a la muerte, voluntariamente, que no forzado por el pecado, como nosotros, él fue el único libre entre los muertos (Sal. 87,6 LXX). Y por que fue libre entre los muertos, una vez vencido el que tenía el imperio de la muerte, arrancó la cautividades que subsistía para la muerte.

Y no sólo él mismo se resucitó de entre los muertos, sino que junto con él resucitó a los que estaban cautivos de la muerte y junto con él los hizo sentar en los cielos (Ef 2,5s). Por eso, subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad (Ef 4,8).

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