Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador

Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador

Evangelio según San Juan 15,1-8

En aquel tiempo dijo Jesús: Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Si uno de mis sarmientos no da fruto, lo corta; pero si da fruto, lo poda y lo limpia para que dé más. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado. Seguid unidos a mí como yo sigo unido a vosotros. Un sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid. De igual manera, vosotros no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí. Yo soy la vid y vosotros sois los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí nada podéis hacer. El que no permanece unido a mí será echado fuera, y se secará como los sarmientos que se recogen y se queman en el fuego. Si permanecéis unidos a mí, y si sois fieles a mis enseñanzas, pedid lo que queráis y se os dará. Mi Padre recibe honor cuando vosotros dais mucho fruto y llegáis así a ser verdaderos discípulos míos.

Comentario del Evangelio

Jesús resucitado nos quiere unidos a Él para invadirnos con su vida. Él es una vid fecunda y nosotros somos sus ramas. Recibimos de Él la savia, la vida que nos sostiene. Unidos a Él no terminaremos secos, sino que podremos ser fecundos. Todos sentimos deseos de ser útiles, no queremos que nuestros esfuerzos sean en vano. Deseamos producir algo en este mundo y que nuestro paso por esta tierra deje cosas buenas. Jesús nos asegura que, unidos a Él, daremos frutos. Esta fecundidad da gloria al Padre. Por eso, cuando ya no des frutos, deja que la vida te limpie un poco, te pode. Ese dolor es para que des fruto abundante de amor y de alegría. Entrégale a Jesús tus trabajos y esfuerzos, para que todo se llene de vida.

Lecturas del día 

Libro de los Hechos de los Apóstoles 9,26-31

 Cuando llegó a Jerusalén, trató de unirse a los discípulos, pero todos le tenían desconfianza porque no creían que también él fuera un verdadero discípulo. Entonces Bernabé, haciéndose cargo de él, lo llevó hasta donde se encontraban los Apóstoles, y les contó en qué forma Saulo había visto al Señor en el camino, cómo le había hablado, y con cuánta valentía había predicado en Damasco en el nombre de Jesús. Desde ese momento, empezó a convivir con los discípulos en Jerusalén y predicaba decididamente en el nombre del Señor.  Hablaba también con los judíos de lengua griega y discutía con ellos, pero estos tramaban su muerte. Sus hermanos, al enterarse, lo condujeron a Cesarea y de allí lo enviaron a Tarso. La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba consolidando, vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo.

Salmo 22(21),26b-27.28.30.31-32

Cumpliré mis votos delante de los fieles:
los pobres comerán hasta saciarse
y los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que sus corazones vivan para siempre!
Todos los confines de la tierra
se acordarán y volverán al Señor;

todas las familias de los pueblos
se postrarán en su presencia.
Todos los que duermen en el sepulcro
se postrarán en su presencia;
todos los que bajaron a la tierra
doblarán la rodilla ante él,

y los que no tienen vida
Glorificarán su poder.
Hablarán del Señor a la generación futura,
anunciarán su justicia
a los que nacerán después,
porque esta es la obra del Señor.

Epístola I de San Juan 3,18-24

Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad, y estaremos tranquilos delante de Dios aunque nuestra conciencia nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas. Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún reproche, podemos acercarnos a Dios con plena confianza, y él nos concederá todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Su mandamiento es este: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros como él nos ordenó. El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.

Comentario del Evangelio por Venerable Pio XII  Sin mí, no pueden hacer nada

«En Cristo, plugo al Padre que habitara en El toda plenitud. Brillan en Él los dones sobrenaturales que acompañan a la unión hipostática (es decir la unión en Cristo de la naturaleza divina y de la naturaleza humana): puesto que en Él habita el Espíritu Santo con tal plenitud de gracia, que no puede imaginarse otra mayor: A Él ha sido dada «potestad sobre toda carne»…De Él se deriva al Cuerpo de la Iglesia toda la luz con que los creyentes son, iluminados, y toda la gracia con que se hacen santos, como Él es santo. …Él es el que infunde en los fieles la luz de la fe; Él quien enriquece con los dones sobrenaturales de ciencia, inteligencia y sabiduría a los Pastores y Doctores, y principalmente a su Vicario en la tierra, para que conserven fielmente el tesoro de la fe, lo defiendan con valentía y lo expliquen y corroboren piadosa y diligentemente; Él es, por fin, el que, aunque invisible, preside e ilumina los Concilios de la Iglesia.

Cristo es autor y causa de santidad. Porque no puede obrarse ningún acto saludable, que no proceda de Él como de fuente sobrenatural. «Sin mí, dijo, nada pueden hacer» »(Jn 15 :5). Cuando por los pecados cometidos nos movemos a dolor y penitencia, cuando con temor filial y con esperanza nos convertimos a Dios, siempre procedemos movidos por Él. La gracia y la gloria proceden de su inexhausta plenitud. Y cuando los Sacramentos de la Iglesia se administran con rito externo. Él es quien produce el efecto interior en las almas. Y asimismo. Él es quien, alimentando a los redimidos con su propia carne y sangre, apacigua los desordenados y turbulentos movimientos del alma; Él es el que aumenta las gracias y prepara la gloria a las almas y a los cuerpos.

…Cristo nuestro Señor hace que la Iglesia viva de su misma vida, penetra todo el Cuerpo con su virtud divina, y alimenta y sustenta a cada uno de los miembros, según el lugar que en el Cuerpo ocupan, de una manera semejante a aquella con que la vida nutre sus sarmientos y hace que fructifiquen (Jn 15:4-6).

 

JOIN OUR NEWSLETTER
Acepto recibir correos.
¿Quiere estar siempre al día? Ingrese su nombre y correo
We hate spam. Your email address will not be sold or shared with anyone else.

Su comentario