Yo soy la resurrección y la vida y tu hermano resucitará

Yo soy la resurrección y la vida y tu hermano resucitará

Evangelio según san Juan 11,19-27

En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió:

«Sé que resucitará en la resurrección en el último día». Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Comentario

Toda la revelación divina es fruto del diálogo entre Dios y su pueblo, y también la fe en la Resurrección está unida a este diálogo, que acompaña el camino del Pueblo de Dios en la historia. No hay que maravillarse de que un misterio tan grande, tan decisivo, tan sobrehumano como el de la Resurrección haya requerido todo el recorrido, todo el tiempo necesario hasta Jesucristo. Él puede decir: ‘Yo soy la resurrección y la vida’ porque en él ese misterio no sólo se revela plenamente, sino que se cumple, sucede, por primera y definitiva vez se convierte en realidad.

Estamos llamados a estar primero ante la cruz de Jesús, pero también a escuchar su último grito y su último suspiro, así como el silencio que se prolonga durante todo el Sábado Santo. Y después estamos llamados a ir a la tumba, para ver que la gran piedra se ha abierto, para escuchar el anuncio: ‘Ha resucitado, no está aquí’. Allí está la respuesta. Allí está el fundamento, la roca. No en ‘discursos persuasores de sabiduría, sino en la palabra viva de la cruz y la resurrección de Jesús. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 3 de noviembre de 2014, en Santa Marta). Hoy nos preguntamos:

¿Creo que puedo ser amiga, amigo de Jesús?
¿Hasta qué punto llega mi fe y confianza en Jesús?
¿Creo en la resurrección de los muertos como dice Credo?

Lecturas del día

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 4,7-16

Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca.

Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.

Sal 34(33) 2-3. 4 y 6. 9 y 12. 14-15

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloria en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.

El ángel del Señor acampa en torno
a quienes lo temen y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.

Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que lo temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada.

Meditacion del Evangelio de hoy: Creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios

Leemos en el Evangelio que “cuando Marta supo que venía Jesús le salió al encuentro”. Sabemos que, en otro pasaje, Jesús le dice a Marta que se afana por muchas cosas, que sólo una es importante. Vemos cómo Marta ha hecho un proceso, se ha dado cuenta con la muerte de su hermano Lázaro de qué es lo importante: salir al encuentro de Cristo aun en medio de la muerte y la incertidumbre.

Marta reconoce el señorío y el poder de Cristo: “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. A la vez que le reprocha al Maestro el no haber estado cerca, manifiesta que Jesús es el Señor de vida y muerte, sabe que sólo Él tiene poder para devolverle la vida a Lázaro.

Marta es para nosotros, un gran testimonio de fe: “Sé que lo que pidas al Padre, te lo concederá”. Marta, como el salmista, experimenta la esperanza en medio de su angustia y clama a Dios “Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo libra de todas sus angustias”. Marta es la que puede bendecir a Dios en todo momento, en la abundancia de tener a Cristo en su casa y poder servirle, y en la pobreza de tenerle lejos y haber perdido a su hermano, porque tiene la certeza de que es el Hijo de Dios, y de que Él todo lo puede.

¿Cómo reaccionamos nosotros ante un hecho doloroso e inevitable como la muerte? ¿Qué hacemos cuando sentimos la impotencia de la pérdida? Lo primero que sale es el dolor, el grito desesperado de angustia, tal vez, incluso murmuremos contra Dios porque la vida nos parece insoportable ante lo que hemos perdido. Hay algo que podemos aprender de Marta, y es que dejándonos transformar por Cristo, podremos superar cualquier dificultad, fiándonos totalmente de Jesucristo, tal como lo hizo ella. Marta realiza un proceso de abandono y transformación en Jesús, sale de ella misma y de sus preocupaciones para decir “Eres Tú, Tú eres el Cristo, eres el Señor de la historia, de mi historia, sólo Tú tienes poder para hacer crecer de nuevo la vida donde hay muerte”. Jesús no sólo resucita a Lázaro de la muerte, también resucita a Marta, la rescata de su propia esclavitud y le da una nueva libertad para creer, amar y confiar siempre en Dios.

Animados con esta experiencia de Marta, confiemos también nosotros en Jesucristo, Hijo de Dios vivo, sólo Él nos puede sacar del abismo, darnos vida donde sólo vemos muerte. Que nuestras palabras anuncien al mundo entero que Él es el Señor, y abandonemos todo aquello que nos pesa, que nos duele, en sus manos. Y Él lo transformará todo, y hará algo nuevo y maravilloso en nosotros.

Sor Mihaela María Rodríguez Vera O.P.

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