Yo soy la puerta

Yo soy la puerta

Evangelio según San Juan 10,1-10

En aquel tiempo Jesús dijo: Os aseguro que el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que se mete por otro lado, es ladrón y salteador. El que entra por la puerta, ése es el pastor que cuida las ovejas. El guarda le abre la puerta, y el pastor llama a cada oveja por su nombre y las ovejas reconocen su voz. Él las saca del redil, y cuando ya han salido todas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen porque reconocen su voz. En cambio no siguen a un extraño, sino que huyen de él porque no conocen la voz de los extraños. Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. Volvió Jesús a decirles: Os aseguro que yo soy la puerta por donde entran las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí fueron ladrones y salteadores, pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta: el que por mí entra será salvo; entrará y saldrá, y encontrará pastos. El ladrón viene solamente para robar, matar y destruir; pero yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.

Comentario del Evangelio

A medida que conocemos a Jesús y crecemos en intimidad con él, somos más capaces de reconocer su voz, de escuchar lo que dice, de seguir sus inspiraciones. Así podemos caminar seguros detrás de Él y estar orientados: “las ovejas le siguen porque reconocen su voz”. Pero cuando perdemos la intimidad con Él, cuando ya no le dedicamos tiempo, cuando dejamos de orar y de meditar su Palabra, ya no sabemos escuchar su voz, sólo escuchamos nuestros ruidos interiores y los mensajes confusos del mundo. Seguir a Jesús nos abre paso a la vida verdadera, porque Él es como una puerta que nos permite entrar a la vida de Dios. En su persona hallamos los bienes de la salvación, la luz, el alimento espiritual y, en definitiva, “vida en abundancia”.

Lecturas del día

Libro de los Hechos de los Apóstoles 11,1-18

En aquellos días: Los Apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los paganos habían recibido la Palabra de Dios. Y cuando Pedro regresó a Jerusalén, los creyentes de origen judío lo interpelaron, diciéndole: ¿Cómo entraste en la casa de gente no judía y comiste con ellos? Pedro comenzó a contarles detalladamente lo que había sucedido: Yo estaba orando en la ciudad de Jope, cuando caí en éxtasis y tuve una visión. Vi que bajaba del cielo algo parecido a un gran mantel, sostenido de sus cuatro puntas, que vino hasta mí. Lo miré atentamente y vi que había en él cuadrúpedos, animales salvajes, reptiles y aves. Y oí una voz que me dijo: Vamos, Pedro, mata y come. De ninguna manera, Señor, respondí, yo nunca he comido nada manchado ni impuro. Por segunda voz, oí la voz del cielo que me dijo: No consideres manchado lo que Dios purificó. Esto se repitió tres veces, y luego, todo fue llevado otra vez al cielo. En ese momento, se presentaron en la casa donde estábamos tres hombres que habían sido enviados desde Cesarea para buscarme. El Espíritu Santo me ordenó que fuera con ellos sin dudar. Me acompañaron también los seis hermanos aquí presentes y llegamos a la casa de aquel hombre. Este nos contó en qué forma se le había aparecido un ángel, diciéndole: Envía a alguien a Jope, a buscar a Simón, llamado Pedro. El te anunciará un mensaje de salvación para ti y para toda tu familia. Apenas comencé a hablar, el Espíritu Santo descendió sobre ellos, como lo hizo al principio sobre nosotros. Me acordé entonces de la palabra del Señor:  Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo. Por lo tanto, si Dios les dio a ellos la misma gracia que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿cómo podía yo oponerme a Dios?Después de escuchar estas palabras se tranquilizaron y alabaron a Dios, diciendo: También a los paganos Dios les ha concedido el don de la conversión que conduce a la Vida.

Salmo 42(41),2-3.43(42),3.4

Como la cierva sedienta
busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira
por ti, mi Dios.
Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar

el rostro de Dios?
Envíame tu luz y tu verdad:
que ellas me encaminen
y me guíen a tu santa Montaña,

hasta el lugar donde habitas.
Y llegaré al altar de Dios,
el Dios que es la alegría de mi vida;
y te daré gracias con la cítara,

Señor, Dios mío.

Comentario del Evangelio por  Santo Tomás de Aquino (1225-1274)  Quien entre por mí se salvará

«Yo soy el buen pastor». Es evidente que el oficio de pastor compete a Cristo, pues, de la misma manera que el rebaño es guiado y alimentado por el pastor, así Cristo alimenta a los fieles espiritualmente y también con su cuerpo y su sangre… Pero ya que Cristo, por una parte, afirma que el pastor entra por la puerta y, en otro lugar, dice que él es la puerta, y aquí añade que él es el pastor, debe concluirse de todo ello, que Cristo entra por sí mismo. Y es cierto que Cristo entra por sí mismo, pues él se manifiesta a sí mismo, y por sí mismo, conoce al Padre. Nosotros, en cambio, entramos por él, pues por él alcanzamos la felicidad.

Nadie que no sea él es puerta, porque nadie sino él es «la luz verdadera que ilumina a todo hombre» (Jn 1.9)… Por ello nadie puede decirse que sea puerta; esta cualidad Cristo se la reservó para sí; en cambio, el oficio de pastor lo dio también a otros y quiso que lo tuvieran sus miembros: por ello Pedro fue pastor (Jn 21,15), y pastores fueron también los otros apóstoles, y son pastores todos los buenos obispos. «Os daré pastores a mi gusto» dice la Escritura (Jr 3,15)… Nadie puede ser buen pastor si no llega a ser una sola cosa con Cristo por la caridad y se convierte en miembro del verdadero pastor.

El deber del buen pastor es la caridad. Por eso dice: «El buen pastor da la vida por las ovejas» (Jn 10,11)… Cristo nos dio ejemplo: «Si Cristo dio su vida por nosotros, también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos» (1Jn 3,16)

JOIN OUR NEWSLETTER
Acepto recibir correos.
¿Quiere estar siempre al día? Ingrese su nombre y correo
We hate spam. Your email address will not be sold or shared with anyone else.

Su comentario