Yo soy el pan vivo bajado del cielo

Yo soy el pan vivo bajado del cielo

Evangelio según San Juan 6,51-58

Jesús dijo a los judíos: Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo. Los judíos discutían entre sí, diciendo: ¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne? Jesús les respondió: Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente.

Comentario del Evangelio

El que coma de este pan vivirá para siempre

Los cristianos comemos la carne de Jesús. ¿Qué significa eso? Se nos ha dado la posibilidad de hacer de la vida de Jesús la materia de que nos nutrimos. Lo normal es que los alimentos se conviertan en nosotros en energía vital, capacidad de ser, posibilidad real de sobrevivir, sostén de nuestra vida. Sin alimento nos morimos.Por eso comemos a Cristo para que sea la base de nuestra vitalidad.Para que nuestra vida, en sus múltiples expresiones y signos, se haga reflejo de la vida de Cristo en nosotros.

Un cristiano está llamado a vivir en plenitud porque es consciente de que la vida del Viviente anima cada momento de su existencia. Te necesito en mi vida, Señor, ¿dónde puedo encontrarte sino en la eucaristía?

Lecturas el dia

Deuteronomio 8,2-3.14b-16a

Moisés habló al pueblo diciendo: “Acuérdate del largo camino que el Señor, tu Dios, te hizo recorrer por el desierto durante esos cuarenta años. Allí él te afligió y te puso a prueba, para conocer el fondo de tu corazón y ver si eres capaz o no de guardar sus mandamientos. Te afligió y te hizo sentir hambre, pero te dio a comer el maná, ese alimento que ni tú ni tus padres conocían, para enseñarte que el hombre no vive solamente de pan, sino de todo lo que sale de la boca del Señor.

No olvides al Señor tu Dios, que te hizo salir de Egipto, de un lugar de esclavitud, y te condujo por ese inmenso y temible desierto, entre serpientes abrasadoras y escorpiones. No olvides al Señor, tu Dios, que en esa tierra sedienta y sin agua, hizo brotar para ti agua de la roca, y en el desierto te alimentó con el maná, un alimento que no conocieron tus padres.”

Salmo 147,12-13.14-15.19-20

¡Glorifica al Señor, Jerusalén,
alaba a tu Dios, Sión!
El reforzó los cerrojos de tus puertas
y bendijo a tus hijos dentro de ti.

El asegura la paz en tus fronteras
y te sacia con lo mejor del trigo.
Envía su mensaje a la tierra,
su palabra corre velozmente;

Revela su palabra a Jacob,
sus preceptos y mandatos a Israel:
a ningún otro pueblo trató así
ni le dio a conocer sus mandamientos.

Carta I de San Pablo a los Corintios 10,16-17

Hermanos: La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan.

Ejercicios Espirituales de santa Gertrudis de Helfta (1256-1301)  Que tu cuerpo y tu sangre me guarden por la vida eterna

Para la recepción de la comunión al cuerpo y sangre vivificantes del cordero inmaculado Jesucristo: ue tu cuerpo venerable y tu sangre preciosa, mi Señor Jesucristo, guarden mi cuerpo y mi alma por la vida eterna. Que tu paz esté conmigo. En ti, oh Jesús, paz verdadera, para siempre reciba paz sobre paz, para que por ti llegue a esa paz que sobrepasa todo sentimiento. En ella, feliz, te veré en ti por la eternidad.

En esta comunión, desea que tu vida esté escondida con Cristo en Dios y a la hora de tu muerte te encuentre plenamente consumada en él: Oh muy manso huésped de mi alma, mi Jesús tan cordialmente amado, que tu suave recepción sea hoy para mí la remisión de todos mis pecados, reparación de mis negligencias, recuperación de mi vida perdida. Que sea salvación eterna, sanación del alma y del cuerpo, abrasamiento del amor, renovación de la virtud e inclusión de mi vida en ti por la eternidad. Que opere en mí libertad del espíritu, salud de la vida, dignidad de la conducta. Que sea para mí escudo de la paciencia, enseña de la humildad, apoyo de la confianza, consuelo en la tristeza, socorro de la perseverancia. Que sea para mí armadura de la fe, firmeza de la esperanza, perfección de la caridad, realización de tus mandamientos, renovación del espíritu, santificación en la verdad (Jn 17,17), finalidad de toda la religión. Que sea para mí fuente de las virtudes, fin de los vicios, encuentro de todo bien y testimonio eterno de tu amor.

Así, al término de mi vida, liberado de las miserias de esta vida, alegremente tomaré lugar en tu festín, por la eternidad, y me estremeceré en el seno de las riquezas de tu amor, como la esposa se regocija en las delicias de su rey. Amén

 

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