Evangelio según san Juan 14, 1-6
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí».
Comentario del Evangelio
El Capítulo 14 del evangelio según San Juan nos introduce en el discurso de despedida de Jesús ubicado después de la “última cena”. Iniciando el discurso Jesús exhorta a la confianza y anuncia su partida y su vuelta gloriosa, a modo de preparación para la gran revelación del versículo seis. La primera invitación es a no temer, a no inquietarse, sino que, a creer en Dios y en el mismo Jesús, se trata de dar el paso definitivo de la fe en Jesús como el único salvador. Luego usando la concepción popular de la “geografía” del cielo, Jesús insiste en la confianza de que en el cielo Él preparará, a todos sus discípulos (as), un lugar. Nada han de temer los creyentes, pues el Señor les espera con los brazos abiertos en la gloria celestial. ¿Y cómo llegar hasta allí? Nada hay que temer porque el mismo Jesús dice que los llevará, por eso dice que ya conocen el camino (pues lo conocen a Él); la pregunta de Tomás sirve para preparar la inmediata gran revelación del Señor: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Esta es la sexta vez que Jesús se revela usando la fórmula “Yo soy” (que nos remite al Nombre de Dios); Jesús es la fuente de la Vida y de la Verdad, porque es el Hijo encarnado, el Verbo encarnado; por eso mismo es el Camino, porque Cristo viene del Padre y vuelve al Padre. Sólo por Jesús se puede llegar al Padre Dios, no hay otro camino.
En un momento de oración personal en silencio, en medio de esta pandemia, puedo orar, diciendo, leyendo, meditando la Profesión de Fe: el CREDO
Lecturas del día
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 13, 26-33
En aquellos días, cuando llegó Pablo a Antioquía de Pisidia, decía en la sinagoga: «Hermanos, hijos del linaje de Abrahán y todos vosotros los que teméis a Dios: a nosotros se nos ha enviado esta palabra de salvación. En efecto, los habitantes de Jerusalén y sus autoridades no reconocieron a Jesús ni entendieron las palabras de los profetas que se leen los sábados, pero las cumplieron al condenarlo. Y, aunque no encontraron nada que mereciera la muerte, le pidieron a Pilato que lo mandara ejecutar. Y, cuando cumplieron todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del madero y lo enterraron.
Pero Dios lo resucitó de entre los muertos. Durante muchos días, se apareció a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo. También nosotros os anunciamos la Buena Noticia de que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús. Así está escrito en el salmo segundo:
“Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy”».
Sal 2, 6-7. 8-9. 10-11 y 12a
Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy
«Yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo».
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo:
te daré en herencia las naciones,
en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza».
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad, los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando.
Reflexión del Evangelio de hoy Tú eres mi Hijo. Te he engendrado hoy
La Buena Noticia de Jesús es la respuesta definitiva a la Promesa tanto tiempo esperada por Israel. En el contexto de la sinagoga, pero con la apostilla que se dirige también “a los que temen al Señor”, que repite, Pablo plantea una interesante catequesis que, por supuesto, también se dirige hoy a nosotros.
Reconocer a Jesús como el Profeta por antonomasia de Dios y el Salvador definitivo de la historia es el Evangelio que hoy se sigue proclamando por quienes, tocados por la Gracia, descubren al Señor Resucitado donde todo parece contradicción y muerte. La Pasión que hemos celebrado hace poco no solo atañe a Jesús sino a todos y a cada uno de nosotros cuando, al igual que el Maestro, somos ignorados, perseguidos y también crucificados por dar testimonio de la incómoda Verdad de que Dios está con nosotros.
La Promesa de Salvación es universal y, como Pablo, todos los cristianos tenemos la misión primordial de predicarla desde nuestra y con nuestra vida, hacerlo a tiempo y a destiempo y en todos nuestros ámbitos, incluso en nuestras propias comunidades si fuera necesario.
Señor, no sabemos dónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?
Esta pregunta de Tomás en el Discurso de Despedida revela la inquietud de los apóstoles ante un futuro sin Jesús. Tenemos que ponernos en situación: Jesús acaba de indicar el Mandamiento nuevo del Amor en un clima de profunda confianza y confidencia que Él quiere se prolongue hasta nosotros y dé el pleno sentido a la Cena, a la eucaristía. Es la Hora de Jesús y de la Iglesia.
En realidad, la Despedida de Jesús es una Promesa y una Misión: el Reino de Dios es la promesa cierta para todos los que somos sus discípulos, pero también es una misión porque estamos llamados a dar testimonio de Él ante el mundo. Donde haya un cristiano, allí mismo estará Jesús.
Pero la pregunta de Tomás es reveladora de una inquietud que podría ser la nuestra y la respuesta final de Jesús todo un paradigma del sentido que entonces y hoy tiene el ser cristiano: dónde y cómo está Jesús en mi vida, qué me ofrece, cómo darlo a conocer a los demás hombres. Jesús es muy claro “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, es decir, ser cristiano es mucho más que una ideología, un partido político, una organización religiosa… Es Alguien que da sentido a mi existencia porque está vivo y presente en mí por el Espíritu ahora y por siempre.
“Han pasado muchos siglos y las Palabras de Jesús siguen pareciéndonos increíblemente bellas… Pero Él nos ha asegurado que “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”… Y: “Yo soy el único Mediador entre el cielo y la tierra”…
Jesús es la única “senda segura” hacia el Padre. Su cuerpo de Hombre es el único Camino que Dios nos ha regalado… ¿Que esto es increíble?: ¡Claro, porque las acciones y Palabras de Dios distan tanto de nuestro pequeño ser que, se mueve entre las cosas creadas, sirviéndonos de respiración para la vida de nuestro cuerpo, que lo que pasa de aquí es “terreno virgen” para nuestra experiencia!
Pero Dios ha querido que transitáramos por estos parajes de la mano segura de Jesús: “Él es también la Verdad” que acompaña a los que se han fiado de Él. Y esta Verdad se hace vida en nuestra pequeña historia de hombre…”