Yo soy el camino la verdad y la vida

Yo soy el camino la verdad y la vida

Evangelio según San Juan 14,1-6

En aquel tiempo dijo Jesús: No os angustiéis: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchos lugares donde vivir; si no fuera así, no os habría dicho que voy a prepararos un lugar. Y después de ir y prepararos un lugar, vendré otra vez para llevaros conmigo, para que vosotros también estéis donde yo voy a estar. Ya sabéis el camino que lleva a donde yo voy. Tomás dijo a Jesús: Señor, no sabemos a dónde vas: ¿cómo vamos a saber el camino?. Jesús le contestó: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre.

Comentario del Evangelio

Una “hoja de ruta” para la vida. Aunque lo proclamamos en muchos funerales, este texto es una auténtica y gozosa “hoja de ruta” para la vida. Es enternecedor el diálogo del Señor con Tomás, que representa nuestro lado escéptico y nuestras muchas dudas. Jesús trata de aligerar la angustia de sus amigos, de reducir su ansiedad y sus vacilaciones. La receta es la de siempre: contra el miedo, fe. Quien hace de Jesús su camino, su verdad y su vida, vivirá el Evangelio con pasión e intensidad, y experimentará anticipadamente que ni la mala muerte lo separará de su amistad definitivamente.

Libro de los Hechos de los Apóstoles 13,26-33

Habiendo llegado Pablo a Antioquía de Pisidia, decía en la sinagoga:  “Hermanos, este mensaje de salvación está dirigido a ustedes: los descendientes de Abraham y los que temen a Dios. En efecto, la gente de Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Jesús, ni entendieron las palabras de los profetas que se leen cada sábado, pero las cumplieron sin saberlo, condenando a Jesús. Aunque no encontraron nada en él que mereciera la muerte, pidieron a Pilato que lo condenara. Después de cumplir todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del patíbulo y lo pusieron en el sepulcro. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos y durante un tiempo se apareció a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, los mismos que ahora son sus testigos delante del pueblo. Y nosotros les anunciamos a ustedes esta Buena Noticia: la promesa que Dios hizo a nuestros padres, fue cumplida por él en favor de sus hijos, que somos nosotros, resucitando a Jesús, como está escrito en el Salmo segundo: Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy.”

Salmo 2,6-7.8-9.10-11

«Yo mismo establecí a mi Rey
en Sión, mi santa Montaña.»
Voy a proclamar el decreto del Señor:
El me ha dicho: «Tú eres mi hijo,
yo te he engendrado hoy.»

«Pídeme, y te daré las naciones como herencia,
y como propiedad, los confines de la tierra.”
Los quebrarás con un cetro de hierro,
los destrozarás como a un vaso de arcilla»

Por eso, reyes, sean prudentes;
aprendan, gobernantes de la tierra.
Sirvan al Señor con temor

Cometario al evangelio san Cirilo de Alejandría (380-444)  Donde estoy yo, estéis también vosotros

«En la casa de mi Padre, muchos pueden encontrar allí su morada, si no fuera así ¿os habría dicho: Voy a prepararos un lugar?»…Si en la casa de Dios no hubiera muchas estancias –decía el Señor- sería causa suficiente para anticiparme a preparar mansiones para los santos; pero como sé que hay muchas preparadas esperando la llegada de los que aman a Dios, no es ésta la causa de mi partida, sino la de prepararos el retorno al camino del cielo, como se prepara una estancia, y allanar lo que un tiempo era intransitable. En efecto, el cielo era absolutamente inaccesible al hombre y jamás, hasta entonces, la naturaleza humana había penetrado en el puro y santísimo ámbito de loa ángeles.

Cristo fue el primero que inauguró para nosotros esta vía de acceso y ha facilitado al hombre el modo de subir allí, ofreciéndose a sí mismo a Dios Padre como primicia de los muertos y de los que yacen en la tierra. Él es el primer hombre que se ha manifestado a los espíritus celestiales. Por esta razón, los ángeles del cielo, ignorando el augusto y grande misterio de aquella venida en la carne, contemplaban atónitos y maravillados a aquel que ascendía, y, asombrados ante el novedoso e inaudito espectáculo, no pudieron menos de exclamar: ¿Quién es ése que viene de Edom? (Is 63,1), esto es, de la tierra. Así, pues nuestro Señor Jesucristo nos «inauguró para nosotros este camino nuevo y vivo» (He 10,20) como dice san Pablo: «Ha entrado no en un santuario construido por hombre, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros» (He 9,24).

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