Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas

Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas

Evangelio según San Juan 10,11-18

Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye y el lobo las arrebata y las dispersa.Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.

El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre.

Comentario del Evangelio

Tal vez la mayor parte de nosotros viva hoy culturalmente muy lejos de esa imagen del pastor. Vivimos en ciudades, lejos de los ciclos de la naturaleza y de las profesiones artesanales. Podemos comprender racionalmente la imagen que Jesús nos propone: la del Buen Pastor que hace de todo para proteger la vida de sus ovejas, pero ya no sentimos la intensidad emocional o el impacto afectivo, los colores ni los olores. Es que la vida del Pastor y la de sus ovejas es una sola cosa. Él va con ellas a los pastos y vigila siempre el aprisco. Jesús no nos salva por un decreto, sino porque escogió habitar junto a nosotros.

Lecturas del dia

Libro de los Hechos de los Apóstoles 11,1-18

En aquellos días: Los Apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los paganos habían recibido la Palabra de Dios. Y cuando Pedro regresó a Jerusalén, los creyentes de origen judío lo interpelaron, diciéndole: “¿Cómo entraste en la casa de gente no judía y comiste con ellos?”.

Pedro comenzó a contarles detalladamente lo que había sucedido: “Yo estaba orando en la ciudad de Jope, cuando caí en éxtasis y tuve una visión. Vi que bajaba del cielo algo parecido a un gran mantel, sostenido de sus cuatro puntas, que vino hasta mí. Lo miré atentamente y vi que había en él cuadrúpedos, animales salvajes, reptiles y aves. Y oí una voz que me dijo: ‘Vamos, Pedro, mata y come’. ‘De ninguna manera, Señor, respondí, yo nunca he comido nada manchado ni impuro’. Por segunda voz, oí la voz del cielo que me dijo: “No consideres manchado lo que Dios purificó”. Esto se repitió tres veces, y luego, todo fue llevado otra vez al cielo. En ese momento, se presentaron en la casa donde estábamos tres hombres que habían sido enviados desde Cesarea para buscarme.

El Espíritu Santo me ordenó que fuera con ellos sin dudar. Me acompañaron también los seis hermanos aquí presentes y llegamos a la casa de aquel hombre. Este nos contó en qué forma se le había aparecido un ángel diciéndole: ‘Envía a alguien a Jope, a buscar a Simón, llamado Pedro. El te anunciará un mensaje de salvación para ti y para toda tu familia’. Apenas comencé a hablar, el Espíritu Santo descendió sobre ellos, como lo hizo al principio sobre nosotros.

Me acordé entonces de la palabra del Señor: ‘Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo’. Por lo tanto, si Dios les dio a ellos la misma gracia que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿cómo podía yo oponerme a Dios?”. Después de escuchar estas palabras se tranquilizaron y alabaron a Dios, diciendo: “También a los paganos Dios les ha concedido el don de la conversión que conduce a la Vida”.

Salmo 42(41),2-3.43(42),3.4

Como la cierva sedienta
busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira
por ti, mi Dios.
Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar

el rostro de Dios?
Envíame tu luz y tu verdad:
que ellas me encaminen
y me guíen a tu santa Montaña,

hasta el lugar donde habitas.
Y llegaré al altar de Dios,
el Dios que es la alegría de mi vida;
y te daré gracias con la cítara,

Señor, Dios mío.

Enseñanza de san Buenaventura (1221-1274)  La solicitud del Buen Pastor

El Buen Pastor, (…) en la parábola del pastor y de la centésima oveja perdida, busca la oveja con mucho afán, por fin la encuentra y lleva alegremente sobre los hombros. Muestra en una tierna imagen los detalles de su cuidado y cuál es su clemencia con las ovejas perdidas. Su palabra expresamente lo a: “El Buen Pastor da su vida por sus ovejas” (Jn 10,11). Esto es realmente el cumplimiento de la profecía: “Como un pastor, él apacienta su rebaño” (Is 40,11).

Con este fin, soporta trabajos, preocupaciones y hambre, trampas de fariseos y peligros de toda clase, anuncia el reino de Dios, recorriendo ciudades y pueblos. Pasa las noches en vigilia y oración y sin detenerse por la murmuración o el escándalo de los fariseos se muestra afable con los publicanos. Afirma que los que tienen necesidad del médico son los enfermos (cf. Mt 9,12). Da prueba de afecto paterno a los penitentes mostrándoles la inmensidad de la misericordia divina.

Evoquemos a los testigos de todo esto y citémoslos a la vista de todos: Mateo, Zaqueo, la pecadora postrada a sus pies y la mujer sorprendida en adulterio. Como Mateo, conviértete en el perfecto discípulo de este pastor tan bueno. Como Zaqueo, dale hospitalidad. Como la pecadora, unge con perfume y derrama lágrimas sobre sus pies, sécalos con tu cabello y acarícialos con tus besos. Podrás así, con la mujer presentada a su juicio, escuchar la sentencia de absolución: “¿Nadie te ha condenado?…Yo tampoco te condeno. Vete, no peques más en adelante” (cf. Jn 8,10-11).

 

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