Evangelio según san Mateo 12,1-8
Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas. Al ver esto, los fariseos le dijeron: Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado. Pero él les respondió: ¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes? ¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta?
Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado.
Comentario
«Misericordia quiero y no sacrificio» es la clave del mensaje de hoy. ¿Qué quiere decirme el Señor? Pues que no esté tan apegado a las leyes y al cumplimiento externo de las normas. No puedo hacer el bien porque estoy esclavizado a una ley o una norma. Lo primero es el consuelo, el alivio y la atención al necesitado. Es decir, se trata de practicar la compasión y la solidaridad. Lo que quiere Jesús de nosotros es misericordia. Hoy nos preguntamos:
¿Soy misericordioso con mi hermano (a)?
¿Qué es para mí la misericordia?
¿Es mi conducta de vida ayudar al necesitado?
Lecturas del día
Libro de Isaías 38,1-6.21-22.7-8
Ezequías cayó gravemente enfermo. El profeta Isaías, hijo de Amós, fue a verlo y le dijo: “Así habla el Señor: Ordena los asuntos de tu casa, porque vas a morir. Ya no vivirás más”.
Ezequías volvió su rostro hacia la pared y oró al Señor, diciendo: “¡Ah, Señor! Recuerda que yo he caminado delante de ti con fidelidad e integridad de corazón, y que hice lo que es bueno a tus ojos”. Y Ezequías se deshizo en llanto. Entonces la palabra del Señor llegó a Isaías en estos términos: “Ve a decir a Ezequías: Así habla el Señor, el Dios de tu padre David: He oído tu súplica, he visto tus lágrimas. Yo añadiré otros quince años a tu vida; te libraré, a ti y a esta ciudad, de manos del rey de Asiria, y defenderé a esta ciudad”. Luego dijo Isaías: “Traigan un emplasto de higos; aplíquenlo sobre la úlcera, y el rey sanará”. Ezequías respondió:
“¿Cuál es la señal de que podré subir a la Casa del Señor?”. “Esta es la señal que te da el Señor para confirmar la palabra que ha pronunciado: En el reloj de sol de Ajaz, yo haré retroceder diez grados la sombra que ha descendido”. Y el sol retrocedió en el reloj los diez grados que había descendido.
Libro de Isaías 38,10.11.12abcd.16
Yo decía: En lo mejor de mis días
me tengo que ir:
he sido destinado a las puertas del Abismo
por el resto de mis años.
Yo decía: Ya no contemplaré al Señor
en la tierra de los vivientes;
no veré más a los hombres
entre los habitantes del mundo.
Arrancan mi morada y me la arrebatan,
como una carpa de pastores.
Como un tejedor, yo enrollaba mi vida,
pero él me corta de la trama:
Los que el Señor protege, vivirán,
y su espíritu animará todo lo que hay en ellos:
tú me restablecerás y me harás revivir.
Homilía atribuida a San Macario de Egipto (¿-390) El Hijo del hombre es señor del sábado
En la ley, dada por Moisés… que no era más que una sombra, Dios ordenaba a todos el reposo y no efectuar ningún trabajo en sábado. Pero este sábado no era más que una imagen y una sombra (He 8,5) del auténtico sábado que concede el Señor al alma. En efecto, el alma que ha sido hallada digna del auténtico sábado deja de entregarse a sus preocupaciones vergonzosas y feas y descansa. Celebra el verdadero sábado y goza del auténtico reposo, liberada de todas las obras de las tinieblas… Saborea el reposo eterno y el gozo del Señor.
Antiguamente estaba prescrito que incluso los animales, privados de razón tenían que reposar el día del sábado. El buey no tenía que llevar el yugo ni el asno cargarse con peso, porque incluso los animales debían de reposar de sus trabajos pesados. Viviendo entre nosotros, el Señor nos trajo el reposo del alma que estaba oprimida bajo el peso del pecado y que realizaba obras de injusticia por causa del pecado, sometida a amos crueles. El Señor la descargó del peso insoportable de las ideas vanas y viles, la libera del yugo amargo de las obras de injusticia y le concede el reposo.
En efecto, el Señor llama al hombre al descanso diciéndole: “venid todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré” (Mt 11,28). Y todas las almas que confían en él y se le acercan… celebran un sábado verdadero, delicioso y santo, una fiesta del Espíritu, con un gozo y una alegría indecibles. Le devuelven a Dios un culto puro que le gusta, procediendo de un corazón puro. Este es el verdadero y santo.