Vino nuevo en odres nuevos

Vino nuevo en odres nuevos

Evangelio según San Marcos 2,18-22

En una ocasión estaban ayunando los seguidores de Juan el Bautista y los de los fariseos. Algunas personas fueron a Jesús y le preguntaron: “los seguidores de Juan y los de los fariseos ayunan: ¿por qué no ayunan tus discípulos?”. Jesús les contestó: “¿Acaso pueden ayunar los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? Mientras está presente el novio, no pueden ayunar. Pero vendrá el momento en que se lleven al novio; entonces, cuando llegue ese día, ayunarán.

Nadie remienda un vestido viejo con un trozo de tela nueva, porque lo nuevo encoge y tira del vestido viejo, y el desgarrón se hace mayor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo hace que revienten los odres y que se pierdan tanto el vino como los odres. Por eso hay que echar el vino nuevo en odres nuevos”.

Comentario del Evangelio

Jesucristo trae tal novedad a nuestras vidas que nada se puede comparar con lo que nos entrega. La fiesta y el gozo se implantan. Los primeros discípulos disfrutan de la presencia entre ellos del Señor y de lo que Él provoca en ellos, de ahí la respuesta del Señor a los fariseos: “¿acaso pueden ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos?”. Y es que, en la vida de quienes se han encontrado con el Señor, disfrutar de su presencia y de su novedad es lo propio. Vendrán momentos en que los discípulos aparquen y olviden todo lo que hizo el Señor en ellos y necesiten ayunar y acoger de nuevo esa novedad. Y tu “vida” ¿está en Cristo?

Lecturas del día

Carta a los Hebreos 5,1-10

Hermanos: Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados. El puede mostrarse indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana. Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente por los pecados del pueblo, sino también por los propios pecados. Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón. Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo:

Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. El dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer. De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, porque Dios lo proclamó Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.

Salmo 110(109),1.2.3.4

Dijo el Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
mientras yo pongo a tus enemigos
como estrado de tus pies».

El Señor extenderá el poder de tu cetro:
«¡Domina desde Sión,
en medio de tus enemigos!

Tú eres príncipe desde tu nacimiento,
con esplendor de santidad;
yo mismo te engendré como rocío,
desde el seno de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se retractará:
«Tú eres sacerdote para siempre,
a la manera de Melquisedec.»

San Efrén (c. 306-373)  Mientras que el esposo este con ellos no pueden ayunar

Señor, te invito a un banquete de bodas en medio de cánticos. En Caná, el vino que expresa nuestra alabanza faltó; tú, el invitado que llenó las jarras de buen vino, ¡llena mi boca de tu alabanza! El vino de Caná es el símbolo de nuestra alabanza, pues aquellos que lo bebieron quedaron maravillados. En ese banquete de nupcias que no era el tuyo, tú, el verdadero justo, hiciste desbordar seis jarras de un delicioso vino; al banquete que yo te invito, puedes llenar de tu dulzura los oídos de una multitud.

En otros tiempos tú eras invitado a las bodas de los otros; he aquí ahora tu banquete que es casto y bueno. ¡Que regocije a tu pueblo! ¡Que tus cánticos deleiten a tus invitados, que mi cítara acompañe tu canto! Tu prometida, es nuestra alma; nuestro cuerpo, tu alcoba nupcial; nuestros sentidos y nuestros pensamientos, los invitados. Si para ti una sola persona es un banquete de bodas, ¡será grande el de toda la Iglesia!

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