Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados

Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados

Evangelio según San Mateo 11,28-30

Jesús tomó la palabra y dijo:

Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.

Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.

Comentario del Evangelio

Nos duele la soledad, la incomunicación afectiva. Muchas veces no tenemos con quién hablar, a quién contar nuestros secretos. Nos parece que vivimos en una burbuja insonorizada, cada vez más aislados. El peso de la vida nos hunde. Todo nos parece sin valor. Parece que no hay nada en el mundo que nos pueda ofrecer un poco de luz. Es como si caminásemos por una pendiente cada vez más inclinada. Sentimos una gran insatisfacción, inquietud, y un cansancio sin medida. Y oímos a Jesús que nos dice: “Venid a mí todos los estáis cansados y agobiados y yo os haré descansar”.

Confiemos en Él. Acerquémonos a Él.

Lecturas del dia

Libro de Isaías 40,25-31

Dice el Santo: ¿A quién me van a asemejar, para que yo me iguale a él? Levanten los ojos a lo alto y miren: ¿quién creó todos estos seres? El que hace salir a su ejército uno por uno y los llama a todos por su nombre: ¡su vigor es tan grande, tan firme su fuerza, que no falta ni uno solo! ¿Por qué dices Jacob, y lo repites tú, Israel: Al Señor se le oculta mi camino y mi derecho pasa desapercibido a mi Dios? ¿No lo sabes acaso? ¿Nunca lo has escuchado?

El Señor es un Dios eterno, él crea los confines de la tierra; no se fatiga ni se agota, su inteligencia es inescrutable. El fortalece al que está fatigado y acrecienta la fuerza del que no tiene vigor. Los jóvenes se fatigan y se agotan, los muchachos tropiezan y caen. Pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, despliegan alas como las águilas; corren y no se agotan, avanzan y no se fatigan.

Salmo 103(102),1-2.3-4.8.10

Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.

El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura.

El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
no nos trata según nuestros pecados
ni nos paga conforme a nuestras culpas.

Enseñanza del beato Juan van Ruysbroeck (1293-1381)   Venid a mí…, que soy manso y humilde de corazón

La tercera venida de Cristo pertenece todavía al futuro. Tendrá lugar en el Juicio, o en la hora de la muerte…

El juicio de Cristo es justo porque él es, a la vez, el Hijo del hombre y la sabiduría del Padre. En efecto, para él todos los corazones le son transparentes y quedan de manifiesto en el cielo, en la tierra y en los abismos… La manera según la cual, Cristo, nuestro esposo y juez juzga en el momento del juicio, consiste en recompensar y en castigar según es justo, porque da a cada uno según sus méritos.

Concede a todo hombre bueno y a cada obra buena hecha en Dios, la recompensa sin medida que es él mismo y que criatura alguna podría merecer. En efecto, puesto que él colabora a cada obra buena de la criatura, es gracias al poder del mismo Cristo que la criatura merece a Cristo en recompensa, y esto con toda equidad…

En la primera venida Cristo se hizo hombre, vivió humildemente y fue muerto por amor a nosotros y es así que ahora debemos seguirlo: por fuera, mediante las costumbres perfectas y las virtudes, por dentro, mediante la caridad y una verdadera humildad. En la segunda venida, que es actual, en la cual Dios viene con la gracia a todo corazón que ama, es necesario desearla y pedirla todos los días, a fin de mantenernos firmes en el propósito y crecer en nuevas virtudes.

La tercera venida, que es la del Juicio o en la hora de nuestra muerte, es necesario esperarla y desearla con confianza y respeto a fin de ser liberados del exilio presente y penetrar en la morada de la gloria.

 

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