Evangelio según san Marcos 16,15-18
Entonces les dijo: Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán.
Comentario del Evangelio
La Fiesta que se celebra hoy nos habla de la conversión de san Pablo, Uno de los aspectos que se destaca en San Pablo es la dedicación infatigable a dar a conocer al Señor. Por eso, el relato del Evangelio nos recuerda que debemos estar muy contentos al sentirnos llamados a predicar “a toda criatura”, “a todo el mundo”. Somos responsables de un proyecto muy grande, universal. La experiencia de amor que Pablo tiene, ese encuentro con el Señor que le marca profundamente le “apremiará” compulsivamente a la misión. Hoy nos preguntamos:
¿Cumplimos la misión de evangelizar?
¿Somos valientes para orar por los enfermos?
¿Impongo las manos para sanar a los enfermos en el nombre de Jesús?
Lecturas del día
Libro de los Hechos de los Apóstoles 22,3-16
“Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero me he criado en esta ciudad y he sido iniciado a los pies de Gamaliel en la estricta observancia de la Ley de nuestros padres. Estaba lleno de celo por Dios, como ustedes lo están ahora. Perseguí a muerte a los que seguían este Camino, llevando encadenados a la prisión a hombres y mujeres; el Sumo Sacerdote y el Consejo de los ancianos son testigos de esto. Ellos mismos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y yo me dirigí allá con el propósito de traer encadenados a Jerusalén a los que encontrara en esa ciudad, para que fueran castigados.
En el camino y al acercarme a Damasco, hacia el mediodía, una intensa luz que venía del cielo brilló de pronto a mi alrededor. Caí en tierra y oí una voz que me decía: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?’. Le respondí: ‘¿Quién eres Señor?’, y la voz me dijo: ‘Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues’. Los que me acompañaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Yo le pregunté: ‘¿Qué debo hacer, Señor?’. El Señor me dijo: ‘Levántate y ve a Damasco donde se te dirá lo que debes hacer’. Pero como yo no podía ver, a causa del resplandor de esa luz, los que me acompañaban me llevaron de la mano hasta Damasco.
Un hombre llamado Ananías, fiel cumplidor de la Ley, que gozaba de gran prestigio entre los judíos del lugar, vino a verme y, acercándose a mí, me dijo: ‘Hermano Saulo, recobra la vista’. Y en ese mismo instante, pude verlo. El siguió diciendo: ‘El Dios de nuestros padres te ha destinado para conocer su voluntad, para ver al Justo y escuchar su Palabra, porque tú darás testimonio ante todos los hombres de lo que has visto y oído. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y purifícate de tus pecados, invocando su Nombre’.
Salmo 117(116),1.2
¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!
Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre.
¡Aleluya!
Santa Catalina de Siena (1347-1380) Pablo reviste a Cristo crucificado
Sant Catalina escuchó Cristo decirle: Pablo, como un recipiente de arcilla, se dejó moldear y reformar por Mi Bondad, sin ninguna resistencia. Ante mi golpe, tuvo sólo palabras para decir: “Señor, ¿qué quieres que haga? ¡Dime lo que quieres y lo haré!”. Le enseñé entonces, proponiendo a su mirada a Cristo crucificado, revistiéndolo con la doctrina de mi Verdad. Lo iluminé con la luz de un arrepentir verdadero, fundado en mi amor que borra su pecado. Sólo de este modo, conoció la doctrina de Cristo crucificado.
Adhirió tan estrechamente que nada desde ese momento lo pudo separar. Ni asaltos del demonio, ni tentaciones de la carne, a las cuales permanecía enfrentado por permiso de mi bondad. Yo lo quería hacer crecer más todavía en mérito y en gracia, y conservarlo en la humildad luego de haberlo hecho gozar de la sublimidad de mi Trinidad. Nunca, ni un instante se separó de esa vestidura. Persecuciones, suplicios, tribulaciones, soportó todo, antes que renunciar a la doctrina de la Cruz. Tanto la había incorporado, que prefirió sacrificar su vida antes que dejar esa vestidura. Con ella retornó a mí, el Padre eterno.