Evangelio según san Marcos 8, 13-21
Jesús volvió a embarcarse hacia la otra orilla del lago. Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les hacía esta recomendación: “Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes”. Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan. Jesús se dio cuenta y les dijo: “¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?” Ellos le respondieron: “Doce”. “Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron?” Ellos le respondieron: “Siete”. Entonces Jesús les dijo: “¿Todavía no comprenden?”
Comentario del Evangelio
El Evangelio de hoy Jesús nos muestra la dificultad de entendimiento que tenían sus propios discípulos, respecto de la dimensión de sus gestos y palabras. Hoy también a nosotros Jesús nos reprocha cierta lentitud en el aprendizaje, cierta falta de profundidad en la visión y también cierta superficialidad en nuestra opción creyente. Nos invita a no quedarnos en la corteza de las cosas, sino a mirar los acontecimientos en profundidad, porque nosotros también debemos asumir que estamos aprendiendo a conocer a Jesús. Hoy nos preguntamos:
¿Qué me cuesta entender del mensaje de Jesús?
¿Qué acontecimientos debo mirar en profundidad?
¿Medito realmente el evangelio diario?
Lecturas del día
Epístola de Santiago 1,12-18
Feliz el hombre que soporta la prueba, porque después de haberla superado, recibirá la corona de Vida que el Señor prometió a los que lo aman. Nadie, al ser tentado, diga que Dios lo tienta: Dios no puede ser tentado por el mal, ni tienta a nadie, sino que cada uno es tentado por sus malos deseos, que lo atraen y lo seducen. De ellos nace el pecado, y este, una vez cometido, engendra la muerte. No se engañen, queridos hermanos. Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación. El ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación.
Salmo 94(93),12-13a.14-15.18-19
Feliz el que es educado por ti, Señor,
aquel a quien instruyes con tu ley,
para darle un descanso
después de la adversidad,
Porque el Señor no abandona a su pueblo
ni deja desamparada a su herencia:
la justicia volverá a los tribunales
y los rectos de corazón la seguirán.
Cuando pienso que voy a resbalar,
tu misericordia, Señor, me sostiene;
cuando estoy cargado de preocupaciones,
tus consuelos me llenan de alegría.
Del Tratado de la Trinidad San Hilario (c. 315-367) ¿Todavía no comprenden?
Padre, todopoderoso, a ti dedico las energías principales y quehaceres mayores de mi vida. Que todas mis palabras y pensamientos estén ocupados en ti. Siendo pobres, te pedimos lo que nos falta. Con gran esfuerzo para escrutar las palabras de tus profetas y de tus apóstoles, llamaremos a todas las puertas cerradas del saber para que se nos abran.
Pero eres Tú quien tienes que acceder a nuestra petición, darnos lo que te pedimos, abrir la puerta cerrada. En efecto, vivimos en una especie de sopor a causa de nuestra naturaleza. Somos incapaces de comprender tus misterios a causa de la ignorancia invencible de nuestra debilidad espiritual.
Pero el ansia por tus enseñanzas fortalece nuestra percepción de la ciencia divina y la obediencia de la fe nos levanta más allá de nuestra capacidad natural de conocer. Esperamos, pues, que Tú estimules los inicios de esta difícil empresa, que la fortalezcas en su crecimiento, que nos llames a participar del espíritu de los profetas y apóstoles.
Queremos comprender sus palabras en el sentido en que fueron pronunciadas y emplear los términos exactos para reproducir fielmente las realidades que ellos expresaron. Concédenos, pues, el sentido exacto de las palabras, la luz de la inteligencia, la nobleza del lenguaje y la fe recta. Concédenos decir lo que creemos.