Evangelio según San Mateo 10,17-22
Jesús dijo a sus apóstoles: Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.
Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.
El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.
Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
Comentario del Evangelio
La Navidad nos hace cómplices de la fe en el nacimiento. Nos pide que confiemos en la potencialidad que tiene una vida frágil, una vida extrema, una vida en su mínima expresión. Nos reta a dar valor a lo que apenas ha brotado, al capullo que no es todavía una flor, a la aurora apenas estrenada y no sólo al mediodía luminoso, a lo que apenas se murmura o insinúa… Esa confianza es una palanca para nuestra transformación y para la transformación del mundo.
La Navidad debe llenarnos del perfume de la vida recién nacida. Ese es el testimonio que tenemos que dar, asumiéndolo con todas sus consecuencias.
Lecturas del dia
Libro de los Hechos de los Apóstoles 6,8-10.7,54-60
Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y signos en el pueblo. Algunos miembros de la sinagoga llamada “de los Libertos”, como también otros, originarios de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de la provincia de Asia, se presentaron para discutir con él. Pero como no encontraban argumentos, frente a la sabiduría y al espíritu que se manifestaba en su palabra, Al oír esto, se enfurecieron y rechinaban los dientes contra él.
Esteban, lleno del Espíritu Santo y con los ojos fijos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios. Entonces exclamó: “Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios”. Ellos comenzaron a vociferar y, tapándose los oídos, se precipitaron sobre él como un solo hombre; y arrastrándolo fuera de la ciudad, lo apedrearon. Los testigos se quitaron los mantos, confiándolos a un joven llamado Saulo. Mientras lo apedreaban, Esteban oraba, diciendo: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”. Después, poniéndose de rodillas, exclamó en alta voz: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado”. Y al decir esto, expiró.
Salmo 31(30),3cd-4.6.7b-8a.16bc.17
Sé para mí una roca protectora,
un baluarte donde me encuentre a salvo,
porque tú eres mi Roca y mi baluarte:
por tu Nombre, guíame y condúceme.
Yo pongo mi vida en tus manos:
tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.
Confío en el Señor.
¡Tu amor será mi gozo y mi alegría!
Líbrame del poder de mis enemigos
y de aquellos que me persiguen.
Que brille tu rostro sobre tu servidor,
sálvame por tu misericordia.
Homilía de san Juan Crisóstomo (c. 345-407) Señor, no les tengas en cuenta su pecado
Imitemos al Señor y roguemos por los enemigos… Imita al Señor: ¡fue crucificado y rogó al Padre por los que lo crucificaban! Preguntarás ¿cómo puedo yo imitar al Señor? ¡Si quieres, puedes! Porque si no lo pudieras imitar ¿para qué habría dicho El, «aprended de mí que soy manso y humilde de corazón?” Si no lo pudieras imitar no habría dicho Pablo: ¡Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo!
Por lo demás, si no puedes imitar al Señor, imita a tu consiervo; es decir, al apóstol Esteban. Porque él imitó al Señor. Y, a la manera de Cristo, puesto en medio de los que lo crucificaban, rogaba al Padre por los que lo crucificaban; así el siervo, puesto entre los que lo apedreaban, cuando todos lo acometían, mientras recibía las heridas de las piedras, olvidado del dolor que de eso le provenía, exclamaba: ¡Señor! ¡no les tengas en cuenta este pecado! ¿Observas cómo ora el Señor? ¿observas cómo ora el siervo? Aquél dice: ¡Padre! ¡Perdónales este pecado, porque no saben lo que hacen! Este dice: ¡No les imputes este pecado! Y para que conozcas cómo éste suplica empeñosamente, no ora simplemente cuando es lapidado, y de pie, sino puestas las rodillas en tierra y hablando con dolor y con grande conmiseración.
Cristo dijo: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». En otro lugar dice: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado». Pablo dijo: «Ofrezco este sacrificio por mis hermanos, más cercanos según la carne» (cf Rm 9,3). Moisés dijo: «Si quieres puedes perdonar sus pecados, sino bórrame del Libro de la vida que has escrito» (Ex 32,32). David dijo: «Que tu mano caiga sobre mi y mi familia» (2S 24,17)… ¿Qué perdón pensamos poder obtener, si hacemos lo contrario de lo que se nos ha pedido hacer contra nuestros enemigos, cuando el mismo Señor y los servidores del Antiguo y Nuevo Testamento nos han exhortado a pedir en su favor?