Uds son sal de la tierra y luz del mundo

Uds son sal de la tierra y luz del mundo

Evangelio según San Mateo 5,13-16

En aquel tiempo dijo Jesús: Vosotros sois la sal de este mundo. Pero si la sal deja de ser salada, ¿cómo seguirá salando? Ya no sirve para nada, así que se la arroja a la calle y la gente la pisotea. Vosotros sois la luz de este mundo. Una ciudad situada en lo alto de un monte no puede ocultarse; y una lámpara no se enciende para taparla con alguna vasija, sino que se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo, procurad que vuestra luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo.

Comentario del Evangelio

Jesús no quiere discípulos encerrados en su casa o en una pequeña comunidad. Nuestra vida cristiana no puede reducirse a un grupo aislado del mundo. Eso esperan quienes cultivan el odio, el interés mezquino y la superficialidad: prefieren cristianos encerrados en los templos. Jesús pidió otra cosa: que seamos sal y luz para el mundo. No para alcanzar poder o demostrar que somos más, sino para darle gloria al Padre: “para que, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo”. Como dijo tantas veces el Papa Francisco, no estamos llamados a encerrarnos cómodos, sino a llegar a las periferias geográficas y existenciales, aunque nos accidentemos. No te quedes encerrado en tus comodidades, para que tu vida no pierda cada vez más la luz y el sabor.

Lecturas del día

Primer Libro de los Reyes 17,7-16

Al cabo de un tiempo, el torrente se secó porque no había llovido en la región. Entonces la palabra del Señor llegó a Elías en estos términos: “Ve a Sarepta, que pertenece a Sidón, y establécete allí; ahí yo he ordenado a una viuda que te provea de alimento”. El partió y se fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una viuda que estaba juntando leña. La llamó y le dijo: “Por favor, tráeme en un jarro un poco de agua para beber”. Mientras ella lo iba a buscar, la llamó y le dijo: “Tráeme también en la mano un pedazo de pan”. Pero ella respondió: “¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan cocido, sino sólo un puñado de harina en el tarro y un poco de aceite en el frasco. Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para mí y para mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos”. Elías le dijo: “No temas. Ve a hacer lo que has dicho, pero antes prepárame con eso una pequeña galleta y tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así habla el Señor, el Dios de Israel: El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo”. Ella se fue e hizo lo que le había dicho Elías, y comieron ella, él y su hijo, durante un tiempo. El tarro de harina no se agotó ni se vació el frasco de aceite, conforme a la palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías.

Salmo 4,2-3.4-5.7-8

Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi defensor,
tú, que en la angustia me diste un desahogo:
ten piedad de mí y escucha mi oración.
Y ustedes, señores,
¿hasta cuando ultrajarán al que es mi Gloria,
amarán lo que falso y buscarán lo engañoso?

Sepan que el Señor hizo maravillas por su amigo:
él me escucha siempre que lo invoco.
Tiemblen, y no pequen más;
reflexionen en sus lechos y guarden silencio.

Hay muchos que preguntan:
«¿Quién nos mostrará la felicidad,
si la luz de tu rostro, Señor,
se ha alejado de nosotros?.»
Pero tú has puesto en mi corazón más alegría
que cuando abundan el trigo y el vino.

Comentario del Evangelio por  San Máximo de Turín (¿-c. 420)  Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo

El Señor dijo a sus apóstoles: “Vosotros sois la luz del mundo”. ¡Qué justas son las comparaciones que el Señor emplea para describir a nuestros padres en la fe! Los llama “sal”, a ellos que nos enseñan la sabiduría de Dios, y “luz”, a ellos que liberan nuestros corazones de la ceguera y las tinieblas de nuestra incredulidad. Con razón los apóstoles reciben el nombre de luz: anuncian en la oscuridad del mundo la claridad del cielo y el esplendor de la eternidad. ¿Acaso Pedro no se convirtió en luz para el mundo entero y para todos los fieles, cuando le dijo al Señor: ” Tu eres Cristo, el Hijo de Dios vivo “? (Mt 16,16) y ¿Qué mayor claridad habría podido recibir el género humano, que saber por Pedro, que el Hijo de Dios vivo era el creador de esta luz?

Y San Pablo no es una luz menor para que el mundo: mientras el mundo entero estaba cegado por las tinieblas del mal, ascendió al cielo (2 Corintios 12:2) y, a su regreso, reveló los misterios del esplendor eterno. Por eso no pudo ocultarse, la ciudad fundada sobre una montaña, ni se ocultarse debajo de la cama, porque Cristo, por la luz de su majestad, lo había encendido como una lámpara de elección, repleta del aceite del Espíritu Santo. Por lo tanto, amados míos, al renunciar a las ilusiones de este mundo, estamos comprometidos a buscar el sabor de la sabiduría de Dios, degustar la sal de los apóstoles.

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