Evangelio según san Marcos 10, 28-31
Pedro le dijo a Jesús: Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús respondió: Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros.
Comentario del Evangelio
Jesús necesita gente que le siga dándolo todo a causa del Reino de Dios, gente que no se reserve nada de la vida por Dios. Lo importante no es “qué” se abandona por Cristo, sino “con qué” espíritu se hace. Suele sucedernos que, a veces, somos capaces de grandes despojos y, sin embargo, nos defendemos con uñas y dientes ante quien nos quiere corregir una pequeña costumbre o critica nuestro modo de pensar. Dejarlo todo nunca será sencillo ni espontáneo. Es de lo más parecido a una operación quirúrgica: Duele pero cura. Y su finalidad, según Jesús, no es otra cosa que la plena libertad interior para seguirle por amor y con amor. Hoy nos preguntamos:
¿Lo he entregado todo por Jesús?
¿Sigo amarrado a cosas materiales?
¿Mi seguimiento a Jesús es permanente o solo en algunas ocasiones?
Lecturas del día
Epístola I de San Pedro 1,10-16
Hermanos: Esta salvación ha sido objeto de la búsqueda y la investigación de los profetas que vaticinaron sobre la gracia destinada a ustedes. Ellos trataban de descubrir el tiempo y las circunstancias señaladas por el Espíritu de Cristo, que estaba presente en ellos y anunciaba anticipadamente los sufrimientos reservados a Cristo y la gloria que les seguiría. A ellos les fue revelado que estaban al servicio de un mensaje destinado no a sí mismos, sino a ustedes. Y ahora ustedes han recibido el anuncio de ese mensaje por obra de quienes, bajo la acción del Espíritu Santo enviado desde el cielo, les transmitieron la Buena Noticia que los ángeles ansían contemplar.
Por lo tanto, manténganse con el espíritu alerta, vivan sobriamente y pongan toda su esperanza en la gracia que recibirán cuando se manifieste Jesucristo. Como hijos obedientes, no procedan de acuerdo con los malos deseos que tenían antes, mientras vivían en la ignorancia. Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta, de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo.
Salmo 98(97),1.2-3ab.3c-4
Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.
El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.
Enseñanza de Santa Catalina de Siena (1347-1380) ¡Ciento por uno!
[Santa Catalina escuchó a Dios decir:] Pedro, me preguntó “Maestro, sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?” (Mt 19,27). Mi Verdad dio esta respuesta: “Recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna” (Mt 19,29). Como si hubiera dicho: Pedro, has hecho bien en dejar todo. Es el único medio de seguirme. ¡En retorno, te daré, en esta vida, ciento por uno!
¿Cuál es, querida hija, este céntuplo, que será seguido de Vida eterna? ¿Qué se entiende con esas palabras, qué quería decir mi Verdad? ¿Hablaba de bienes temporales? No directamente, aunque a veces los multiplico a beneficio de los que se muestran generosos con sus limosnas. ¿Entonces? Entiéndelo bien. El que me da su voluntad, me da “una” cosa: su voluntad. Yo por esta única cosa, le doy “cien”.
¿Por qué el número “cien”? Porque cien es el número perfecto, al que nada se puede agregar, a menos de recomenzar a contar por el primero. La caridad también es la más perfecta de las virtudes. Sólo podemos agregar algo a su perfección, volviendo al conocimiento de sí mismo, para recomenzar una nueva centena de méritos. Pero siempre es al número “cien” que llegamos y en el que nos detenemos. He aquí el céntuplo que di a los que me traen el “uno” de su voluntad propia, sea por obediencia común o por obediencia particular.
Con ese céntuplo obtienen la Vida eterna (…). Ese céntuplo es el fuego de la divina caridad. Porque recibieron ese céntuplo de mí, están en una maravillosa alegría que toma todo su corazón.