Evangelio según San Lucas 1,39-45
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: ¡Tú eres bendita entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.
Comentario del Evangelio
Cada persona es el belén donde Dios nace. Hay belenes que se arman y, después, se almacenan. Hay belenes que guardamos para un tiempo determinado y sólo eso. Hay belenes que sólo son una muestra de la nostalgia que a veces tenemos de los símbolos pero que no son belenes de verdad. El auténtico belén se hace de vida. De esa parte de esperanza y creatividad que late en todos nosotros. De esa mezcla apasionada de deseo y de gestos, de preguntas y de silencios, de búsquedas y de realización de lo que somos. Cada persona es un belén donde nace Dios. Que esa idea resuene hoy como un eco en nosotros, como una evidencia y un deseo ardiente.
Lecturas del dia
Cantar de los Cantares 2,8-14
¡La voz de mi amado! Ahí viene, saltando por las montañas, brincando por las colinas. Mi amado es como una gacela, como un ciervo joven. Ahí está: se detiene detrás de nuestro muro; mira por la ventana, espía por el enrejado. Habla mi amado, y me dice: “¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía! Porque ya pasó el invierno, cesaron y se fueron las lluvias.
Aparecieron las flores sobre la tierra, llegó el tiempo de las canciones, y se oye en nuestra tierra el arrullo de la tórtola. La higuera dio sus primeros frutos y las viñas en flor exhalan su perfume. ¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía! Paloma mía, que anidas en las grietas de las rocas, en lugares escarpados, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; porque tu voz es suave y es hermoso tu semblante”. Coro
Salmo 33(32),2-3.11-12.20-21
Alaben al Señor con la cítara,
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas;
entonen para él un canto nuevo,
toquen con arte, profiriendo aclamaciones.
El designio del Señor
permanece para siempre,
y sus planes, a lo largo de las generaciones.
¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se eligió como herencia!
Nuestra alma espera en el Señor;
él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Nuestro corazón se regocija en él:
nosotros confiamos en su santo Nombre.
Liturgia bizantina Himno Akátistos a la Madre de Dios del siglo VII El niño saltó de alegría en mi seno
Llevando a Dios en sus entrañas, la Virgen se apresuró a Isabel, cuyo niño, aún en su vientre, sintiendo la salutación de la Madre de Dios, dio saltos de júbilo, así como cánticos de alabanzas y le exclamó:
¡Salve, Oh Fruto de inmarcesible rama!
¡Salve, Oh Huerto de incorruptibles Frutos!
¡Salve, Oh Labrada por Aquel Labrador Amante de la humanidad!
¡Salve, Tú, que diste vida al Autor de nuestra vida!
¡Salve, Oh Jardín Fructífero de abundantes misericordias!
¡Salve, Oh Mesa que lleva la Oblación de la fortuna del perdón!
¡Salve, Tú, que incrementas las praderas del Paraíso!
¡Salve, Tú, que preparas el puerto tranquilo para las almas!
¡Salve, Tú, que preparas el puerto tranquilo para las almas!
¡Salve, Oh Aceptable Incienso de la intercesión!
¡Salve, Oh Oblación de perdón de todo el mundo!
¡Salve, Oh Favor de Dios para con los mortales!
¡Salve, Oh Acceso de los mortales hacia Dios!
¡Salve, Oh Virgen, Novia sin novio!
¡Oh Virgen Purísima que no conociste matrimonio!; cuando Te vio el sabio y casto José, fue turbado por una riada de dudosos pensamientos; temiendo que Tú hubieras sido ultrajada. Pero, cuando supo que tu Concepción era Obra del Espíritu Santo, exclamó: ¡Aleluya!
Los pastores; oyendo las gloriosas alabanzas de los ángeles; anunciando la presencia del Cristo Encarnado; se apresuraron hacia Él, como a un Pastor, y le contemplaron como a un Cordero Inmaculado, reposando en el seno de María Virgen; a la que ensalzaron diciendo:
¡Salve, Oh Madre del Cordero y del Pastor!
¡Salve, Oh Redil de las ovejas espirituales!
¡Salve, Oh Baluarte, castigo de los enemigos invisibles!
¡Salve, Oh Llave de las puertas del Paraíso!
¡Salve, Porque los celestiales se regocijan con los terrenales!
¡Salve, Porque los terrenales participan del coro celestial!
¡Salve, Oh Voz de los Apóstoles, jamás callada!
¡Salve, Oh Coraje de los luchadores, jamás vencido!
¡Salve, Oh firme Cimiento de la Fe!
¡Salve, Oh brillante Señal de la Gracia!
¡Salve, Que por Ti, el infierno se quedó despojado!
¡Salve, Que por Ti, nos hemos revestido de la Gloria!
¡Salve, Oh Virgen, Novia sin novio! (…)
¡Habiendo contemplado un extraño nacimiento, apartémonos del mundo como extraños, y elevemos nuestras mentes a los Cielos! Pues, por ello, el Dios Altísimo apareció humildemente, sobre la tierra como un mortal; Para elevar a lo Alto a aquellos que le exclaman: ¡Aleluya!