Evangelio según San Juan 16,23b-28
Aquél día no me harán más preguntas. Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre. Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta. Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre.
Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes, ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios. Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre
Comentario del Evangelio
Pedir en el nombre de Jesús. ¿Qué es lo que pedimos a Dios? Ésa podría ser una de las primeras preguntas que nos podemos hacer. Pero en realidad la clave de este evangelio está en advertir cómo debemos pedir: en el nombre de Jesús. Tal vez podríamos complementar este pasaje con lo que Marcos dice en su capítulo 11, versículo 24: “Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis”. Es la forma más directa y clara de entender y vivir con Dios: confiando en su “amor dativo”.
Lecturas del día
Libro de los Hechos de los Apóstoles 18,23-28
Después de haber permanecido un tiempo allí, partió de nuevo y recorrió sucesivamente la región de Galacia y la Frigia, animando a todos los discípulos. Un judío llamado Apolo, originario de Alejandría, había llegado a Efeso. Era un hombre elocuente y versado en las Escrituras. Había sido iniciado en el Camino del Señor y, lleno de fervor, exponía y enseñaba con precisión lo que se refiere a Jesús, aunque no conocía otro bautismo más que el de Juan.
Comenzó a hablar con decisión en la sinagoga. Después de oírlo, Priscila y Aquila lo llevaron con ellos y le explicaron más exactamente el Camino de Dios. Como él pensaba ir a Acaya, los hermanos lo alentaron, y escribieron a los discípulos para que lo recibieran de la mejor manera posible. Desde que llegó a Corinto fue de gran ayuda, por la gracia de Dios, para aquellos que habían abrazado la fe, porque refutaba vigorosamente a los judíos en público, demostrando por medio de las Escrituras que Jesús es el Mesías.
Salmo 47(46),2-3.8-9.10
Aplaudan, todos los pueblos,
aclamen al Señor con gritos de alegría;
porque el Señor, el Altísimo, es temible,
es el soberano de toda la tierra.
El Señor es el Rey de toda la tierra,
cántenle un hermoso himno.
El Señor reina sobre las naciones
el Señor se sienta en su trono sagrado.
Los nobles de los pueblos se reúnen
con el pueblo del Dios de Abraham:
del Señor son los poderosos de la tierra,
y él se ha elevado inmensamente.
Comentario de san Cipriano (c. 200-258) La oración del Señor,§ 26-28
“Si pedís cualquier cosa al Padre en mi nombre, os lo concederá” “No nos dejes caer en la tentación ” (Mt 6,13)… Cuando rezamos para no caer en la tentación, nos acordamos de nuestra debilidad, con el fin de que nadie se mire con complacencia, que nadie se engrandezca con insolencia, que nadie se atribuya la gloria de su fidelidad o de su fortaleza, mientras que el Señor mismo nos enseñe la humildad cuando dice: ” velad y orad para no caer en la tentación. El espíritu es ardiente pero la carne es débil ” (Mc 14,38). Si primero hacemos profesión de humildad, le devolvemos a Dios todo lo que pedimos con temor y reverencia, podemos estar seguros de que su bondad nos lo concederá.
Esta oración se termina con una conclusión que recoge brevemente todas las peticiones. Al final decimos: “y líbranos del mal”. Comprendemos por esto, lo que el enemigo puede maquinar contra nosotros este mundo, pero estamos seguros de tener un apoyo poderoso si Dios nos libra, si concede su socorro a los que le imploramos. Cuando decimos: ” Líbranos del mal”, no nos queda nada más que pedir… Estamos protegidos ante todas las maquinaciones del demonio y del mundo. ¿Qué puede temer el mundo, si Dios es su protector?
No es de extrañar, queridos hermanos, que la oración que nos enseñó Dios con su magisterio resuma todas nuestras peticiones en tan breves y saludables palabras… Cuando vino aquel que es la Palabra de Dios en persona, nuestro Señor Jesucristo, para reunir a todos, sabios e ignorantes, y para enseñar a todos, sin distinción de sexo o edad, el camino de salvación, quiso resumir en un sublime compendio todas sus enseñanzas…
Y así, al enseñar en qué consiste la vida eterna, nos resumió el misterio de esta vida en estas palabras tan breves y llenas de divina grandiosidad: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo” (Jn 17,3).