Evangelio según San Lucas 21,5-11
Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido. Ellos le preguntaron: Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder? Jesús respondió:
Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: Soy yo y también: El tiempo está cerca. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin. Después les dijo: Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
Comentario del Evangelio
Tiempo de acumular tesoros en el cielo
Guerras, revoluciones, terremotos, hambre y enfermedades. Ya reconocemos estos signos, ya fue destruido el templo. Ya estamos en “esos días” en los que debemos estar atentos para no ir detrás de quien nos dice “Yo soy” o “Ahora es el momento”. Son muchos los que hacen que nuestra mirada, nuestro corazón y nuestra vida se mantengan lejos de Dios. Están los de siempre: el dinero, el poder, el qué dirán, etc. y otros nuevos: el dios tecnología, el individualismo, el relativismo y otros muchos que nos impiden caer en la cuenta de que estamos en el tiempo de acumular tesoros en el cielo y de levantar la mirada hacia Dios. Tenemos un camino que recorrer y no podremos hacerlo si dejamos de mirar al hermano, con el que debemos llegar allí.
Lecturas del día
Libro de Daniel 2,31-45
Tú, rey, estabas mirando, y viste una gran estatua. Esa estatua, enorme y de un brillo extraordinario, se alzaba delante de ti, y su aspecto era impresionante.Su cabeza era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus caderas, de bronce; sus piernas, de hierro, y sus pies, parte de hierro y parte de arcilla. Tú estabas mirando, y de pronto se desprendió una piedra, sin que interviniera ninguna mano: ella golpeó la estatua sobre sus pies de hierro y de arcilla, y los pulverizó. Entonces fueron pulverizados al mismo tiempo el hierro, la arcilla, el bronce, la plata y el oro; fueron como la paja en la era durante el verano: el viento se los llevó y no quedó ningún rastro. En cuanto a la piedra que había golpeado la estatua, se convirtió en una gran montaña, y llenó toda la tierra.
Este fue el sueño; ahora diremos su interpretación en presencia del rey. Tú, rey, eres el rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha conferido la realeza, el poder, la fuerza y la gloria; él ha puesto en tus manos a los hombres, los animales del campo y las aves del cielo, cualquiera sea el lugar donde habitan, y te ha hecho dominar sobre todos ellos: por eso la cabeza de oro eres tú. Después de ti surgirá otro reino inferior a ti, y luego aparecerá un tercer reino, que será de bronce y dominará sobre toda la tierra. Y un cuarto reino será duro como el hierro: así como el hierro tritura y pulveriza todo – como el hierro que destroza – él los triturará y destrozará a todos ellos.
También has visto los pies y los dedos, en parte de arcilla de alfarero y en parte de hierro, porque ese será un reino dividido: habrá en él algo de la solidez de hierro, conforme a lo que has visto del hierro mezclado con la masa de arcilla;pero como los dedos de los pies son en parte de hierro y en parte de arcilla, una parte del reino será fuerte, y una parte frágil. Tú has visto el hierro mezclado con la masa de arcilla, porque ellos se mezclarán entre sí por lazos matrimoniales, pero no llegarán a adherirse mutuamente, como el hierro no se mezcla con la arcilla.
Y en los días de estos reyes, el Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido y cuya realeza no pasará a otro pueblo: él pulverizará y aniquilará a todos esos reinos, y él mismo subsistirá para siempre, porque tú has visto, que una piedra se desprendía de la montaña, sin la intervención de ninguna mano, y ella pulverizó el hierro, el bronce, la arcilla, la plata y el oro. El Dios grande hace conocer al rey lo que va a suceder en adelante. El sueño es cierto y su interpretación digna de fe”.
Libro de Daniel 3,57.58.59.60.61
Todas las obras del Señor, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Ángeles del Señor, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Cielos, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Todas las aguas que están sobre los cielos, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Todos los ejércitos celestiales, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Homilía de san Juan Crisóstomo (c. 345-407) Cuando oigáis hablar de guerras y catátrofes, no temais
Cuanto más se acerca el rey, hay que prepararse más. Cuanto más cercano es el momento en que se le concederá el premio al combatiente, hay que combatir mejor. Así que hagamos como en las carreras: cuando llega el final de la carrera, cuando se acerca el fin, estimulemos con más ardor a los caballos. Por eso dijo San Pablo: ” Ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día ya se acerca” (Rm 13,11-12).
Ya que la noche se acaba y el día aparece, hagamos las obras del día; dejemos las obras de las tinieblas. Así como hacemos en esta vida: cuando vemos que la noche deja paso a la aurora y que empieza el canto la golondrina, nos despertamos los unos a otros, aunque todavía sea de noche… apresurándonos en las tareas del día; nos vestimos dejando atrás el sueño, para que el sol nos encuentre preparados. Lo que hicimos entonces, hagamoslo ahora: sacudamos la modorra, arranquemos los sueños de la vida presente, salgamos de nuestro sueño profundo y revistámonos con el traje de la virtud. Esto es lo que el apóstol nos dice claramente: ” Rechacemos las obras de las tinieblas y revistámonos con las armas de la luz” (v. 12). Ya que el día nos llama a la batalla, en el combate.
¡No os alarméis al oír estas palabras de combate y lucha! Si revestirse de una armadura pesada es doloroso, en cambio es deseable revestirse de una armadura espiritual, porque es una armadura de luz. Así brillarás con un resplandor mayor que el del sol, y brillando con un intenso resplandor, estarás segura, porque estas son las armas…, las armas de la luz. Entonces, ¿estamos dispensados de luchar? ¡No! Hay que combatir, pero sin llegar al cansancio y sin pesadumbre. Ya que esto es menos que una guerra, a la que se nos invita, como una fiesta y una celebración.