Evangelio según San Lucas 21,20-28
Jesús dijo a sus discípulos:
“Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima.
Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella.
Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse.
¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo.
Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas.
Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.
Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación”.
Comentario
“Veremos venir al Hijo del hombre”
“Tú llamarías, y yo te respondería” (Jb 14,15). Respondemos a alguien si nuestro comportamiento es acorde a sus actos. En esta transformación, el llamado viene del Señor y ante el radiante esplendor del ser incorruptible, la respuesta del hombre se hace incorruptible y liberada de su corrupción. Ahora, en tanto seamos esclavos de nuestra corrupción, no respondemos al autor de nuestra vida. No teniendo nada en común, corrupción e incorrupción, ninguna semejanza nos permite dar una respuesta. Pero, la Escritura ilumina sobre el cambio definitivo:
“Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es” (1 Jn 3,2). Nosotros responderemos verdaderamente al llamado de Dios el día que, al llamado de la Incorrupción soberana, nos levantaremos incorruptibles. Sólo el don de Dios todopoderoso permite la mutación que da la maravillosa gloria de la incorruptibilidad.
Lecturas del día
Apocalipsis 18,1-2.21-23.19,1-3.9a
Yo, Juan, vi que otro Angel descendía del cielo con gran poder, mientras la tierra se iluminaba con su resplandor. Y gritó con voz potente: “¡Ha caído, ha caído Babilonia, la grande! Se ha convertido en refugio de demonios, en guarida de toda clase de espíritus impuros y en nido de aves impuras y repugnantes.
Y un Angel poderoso tomó una piedra del tamaño de una rueda de molino y la arrojó al mar, diciendo: “Así, de golpe, será arrojada Babilonia, la gran Ciudad, y nunca más se la verá”.
Ya no se escuchará dentro de ti el canto de los que tocan el arpa y de los músicos, de los flautistas y de los trompetistas. Ya no se encontrarán artesanos de los diversos oficios, ni se escuchará el sonido de la rueda del molino. No volverá a brillar la luz de la lámpara, ni tampoco se escuchará la voz de los recién casados. Porque tus comerciantes eran los grandes de la tierra y con tus encantos sedujiste a todos los pueblos.
Después oí algo parecido al clamor de una enorme multitud que estaba en el cielo, y exclamaba: “¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios porque sus juicios son verdaderos y justos. EL ha condenado a la famosa prostituta que corrompía la tierra con su lujuria, y ha vengado en ella la sangre de sus servidores”. Y volvieron a decir:
“¡Aleluya! La humareda de la Ciudad se eleva por los siglos de los siglos”.
Después el Angel me dijo: “Escribe esto:
Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero”.
Salmo 100(99),2.3.4.5
Acuérdate de mí, Señor, por el amor que tienes a tu pueblo.
Sirvan al Señor con alegría,
lleguen hasta él con cantos jubilosos.
Reconozcan que el Señor es Dios:
él nos hizo y a él pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entren por sus puertas dando gracias,
entren en sus atrios con himnos de alabanza,
alaben al Señor y bendigan su Nombre.
¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones.