Si tu ojo es motivo de pecado arráncalo

Si tu ojo es motivo de pecado arráncalo

Evangelio según San Mateo 5,27-32

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.

Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.

También se dijo: El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio. Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.

Comentario del Evangelio

La ética cristiana no es fruto de una negociación ni se somete a la dictadura de lo que en un momento histórico determinado se entiende como bueno y aceptable. La ética cristiana es la configuración de nuestra vida con la vida de Jesucristo. Por eso, lo nuestro no es buscar una moral de saldo, relativista o de mínimos de amor que, al final, no satisfará la sed de verdad que tenemos en nuestro corazón. Debemos intentar ir más allá, más lejos. La moral cristiana genera en nosotros una tensión que nos llama a ser más. Si no es así, conseguiremos ser buenas personas pero el Evangelio no formará parte de nuestro ADN.

Lecturas del dia

Primer Libro de los Reyes 19,9.11-16

Allí, entró en la gruta y pasó la noche. Entonces le fue dirigida la palabra del Señor. El Señor le dijo: Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor. Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto.

Después del terremoto, se encendió un fuego. Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave. Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta. Entonces le llegó una voz, que decía: “¿Qué haces aquí, Elías?”. El respondió: “Me consumo de celo por el Señor, el Dios de los ejércitos, porque los israelitas abandonaron tu alianza, derribaron tus altares y mataron a tus profetas con la espada. He quedado yo solo y tratan de quitarme la vida”. El Señor le dijo: “Vuelve por el mismo camino, hacia el desierto de Damasco. Cuando llegues, ungirás a Jazael como rey de Arám. A Jehú, hijo de Nimsí, lo ungirás rey de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, lo ungirás profeta en lugar de ti.”

Salmo 27(26),7-8a.8b-9abc.13-14

¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,
apiádate de mí y respóndeme!
Mi corazón sabe que dijiste:
“Busquen mi rostro”

no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor

en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.

Discurso de San Pablo VI   Dios creó al hombre a su imagen…, los creó varón y mujer

Como nos enseña la Santa Escritura, el matrimonio, antes de ser un Sacramento, es una gran realidad terrena: “Dios creó al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó” (Gén 1, 27). Es necesario siempre volver a esta primera página de la Biblia, si se quiere comprender lo que es, lo que debe ser una pareja humana, un hogar… La dualidad de sexos ha sido querida por Dios, para que juntos el hombre y la mujer sean imagen de Dios, y como Él, fuente de vida: “Creced y multiplicaos, llenad la tierra y dominadla” (Gén 1, 28). Una lectura atenta de los Profetas, de los libros sapienciales, del Nuevo Testamento, nos muestra la significación de esta realidad fundamental, y nos enseña a no reducirla al deseo físico…, sino a descubrir en ella el carácter complementario de los valores del hombre y de la mujer, la grandeza y las debilidades del amor conyugal, su fecundidad y su apertura al misterio del designio de amor de Dios. Esta enseñanza conserva hoy día todo su valor y nos defiende contra las tentaciones de un erotismo destructor…

El cristiano sabe que el amor humano es bueno por su origen, y si ha sido, como todo lo que existe en el hombre, herido y deformado por el pecado, encuentra en Cristo su salvación y su redención… Muchas parejas han encontrado realmente en su vida conyugal el camino de la santidad, en esta comunidad de vida que es la única que puede fundarse sobre un sacramento. La regeneración bautismal obra del Espíritu Santo (cf. Tit 3, 5), nos convierte en criaturas nuevas (cf. Gal 6, 15), “llamadas a vivir una vida nueva” (Rom 6, 4).

Esta gran empresa de renovación de todas las cosas en Cristo, el matrimonio, también él, purificado y renovado, es una realidad nueva, un sacramento de la nueva alianza. Y he aquí que en los umbrales del Nuevo Testamento, como en el dintel del Antiguo, se yergue un matrimonio. Pero, mientras que el de Adán y Eva fue la fuente del mal que se ha desencadenado en el mundo, el de José y María es la cima de donde desciende la santidad por toda la tierra.

JOIN OUR NEWSLETTER
Acepto recibir correos.
¿Quiere estar siempre al día? Ingrese su nombre y correo
We hate spam. Your email address will not be sold or shared with anyone else.

Su comentario