Si dos de ustedes se unen para pedir mi Padre se los concederá

Si dos de ustedes se unen para pedir mi Padre se los concederá

Evangelio según San Mateo 18,15-20

Jesús dijo a sus discipulos: Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.

Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.

Comentario del Evangelio

Jesús enseña que el camino de la reconciliación no es sólo algo vertical, sólo con Dios. Tiene que ver con el hermano, más aún, con la comunidad cristiana, y es signo de amor; por ello, ante los errores o pecados del otro no existe la indiferencia. Se puede ser, por falso respeto o indolencia, cómplice de su perdición si no se le llama la atención, primero personalmente, luego, con otros. Dios quiere salvar o apartar al otro, para que se dé cuenta de su error, a través de los demás. Pero no sólo decir, hay que orar juntos porque la oración hace posible lo imposible.

Lecturas del día

Deuteronomio 34,1-12

Moisés subió de las estepas de Moab al monte Nebo, a la cima del Pisgá, frente a Jericó, y el Señor le mostró todo el país: Galaad hasta Dan, todo Neftalí, el territorio de Efraím y Manasés, todo el territorio de Judá hasta el mar Occidental, el Négueb, el Distrito y el valle de Jericó – la Ciudad de las Palmeras – hasta Soar. Y el Señor le dijo: “Esta es la tierra que prometí con juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob, cuando les dije: “Yo se la daré a tus descendientes”. Te he dejado verla con tus propios ojos, pero tú no entrarás en ella”. Allí murió Moisés, el servidor del Señor, en territorio de Moab, como el Señor lo había dispuesto.

El mismo lo enterró en el Valle, en el país de Moab, frente a Bet Peor, y nadie, hasta el día de hoy, conoce el lugar donde fue enterrado. Cuando murió, Moisés tenía ciento veinte años, pero sus ojos no se habían debilitado, ni había disminuido su vigor. Los israelitas lloraron a Moisés durante treinta días en las estepas de Moab. Así se cumplió el período de llanto y de duelo por la muerte de Moisés. Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había impuesto sus manos sobre él; y los israelitas le obedecieron, obrando de acuerdo con la orden que el Señor había dado a Moisés.

Nunca más surgió en Israel un profeta igual a Moisés – con quien el Señor departía cara a cara – ya sea por todas las señalas y prodigios que el Señor le mandó realizar en Egipto contra el Faraón, contra todos sus servidores y contra todo su país, ya sea por la gran fuerza y el terrible poder que él manifestó en presencia de todo Israel.

Salmo 66(65),1-3a.5a.8.16-17

¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Canten la gloria de su Nombre!
Tribútenle una alabanza gloriosa,
digan al Señor: «¡Qué admirables son tus obras!»

Vengan a ver las obras del Señor,
las cosas admirables que hizo por los hombres.
Bendigan, pueblos, a nuestro Dios,
hagan oír bien alto su alabanza:

Los que temen al Señor, vengan a escuchar,
yo les contaré lo que hizo por mí:
apenas mi boca clamó hacia él,
mi lengua comenzó a alabarlo.

 Comentario de san Cipriano (c. 200-258)   Yo estoy allí en medio de ellos

El Señor ha dicho: «Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Con esto nos quiere enseñar que no es a causa del número más o menos grande de los que oran, sino su unanimidad lo que hace que obtengan el mayor número de gracias. «Si sobre la tierra dos de entre vosotros unen su voces»: Cristo señala en primer término la unidad de las almas, pone como primero la concordia y la paz. Que haya un acuerdo total entre nosotros es lo que el Señor nos ha enseñado de manera firme y constante. Ahora bien, ¿cómo ponerse de acuerdo con otro si uno de ellos no está de acuerdo con el cuerpo de la Iglesia ni con el conjunto de los fieles?…

El Señor habla de su Iglesia, habla de los que están en la Iglesia: si están de acuerdo entre ellos, si hacen su oración de manera conforme a las recomendaciones y consejos de ésa, es decir, aunque sean tan sólo dos o tres los que oran con unanimidad, entonces estos dos o tres, pueden obtener lo que piden a la majestad de Dios. «Sea donde sea, donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos»: es decir, está con los pacíficos y los sencillos, con los que temen a Dios y observan sus mandamientos.

Dice que está con sólo dos o tres tal como estaba con los tres jóvenes en el horno; porque permanecieron sencillos con Dios y unidos entre ellos, los reconfortó con un frescor de rocío en medio de las llamas (Dn 3,50). Lo mismo ocurrió con los apóstoles encerrados en la cárcel; porque eran sencillos, porque estaban unidos y concordes, les asistió, rompió las puertas de su mazmorra (Hch 5,19)… Cuando Cristo puso entre sus preceptos esta frase: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos», no separó a las personas de la Iglesia que él mismo había instituido. Pero reprocha a los extraviados su discordancia y recomienda la paz a sus fieles.

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