Señor si quieres puedes purificarme le dijo el leproso

Señor si quieres puedes purificarme le dijo el leproso

Evangelio según San Mateo 8,1-4 

Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: “Señor, si quieres, puedes purificarme”. Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado”. Y al instante quedó purificado de su lepra. Jesús le dijo: “No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio”.

Comentario del Evangelio

Jesús no se queda sólo en la palabra, sino que pasa a la acción y sana a los enfermos. La serie de milagros nos muestran al Señor tendiendo su mano a personas que eran consideradas marginales en la sociedad judía de esa época. El leproso era separado de la sociedad y los judíos lo hacían por motivos sanitarios y religiosos, pues ellos consideraban que un leproso era alguien “castigado” por Dios, herido y marcado como impuro. Era un “muerto en vida” y cualquiera que tocara a un leproso adquiría impureza ritual. El leproso del relato, incumpliendo la ley, en vez de gritar: ¡leproso! y alejarse, se acerca a Jesús y se postra ante Él. Las palabras que dice muestran una inmensa fe y abandono en la persona de Jesús. Sabe que Jesús puede curarlo. Jesús, rompiendo la ley, toca al leproso con toda su bondad. Al instante el leproso queda sano y puro. Hoy nos preguntamos:

¿Cómo es mi confianza en Jesús, sobre todo en la enfermedad y en la Pandemia que nos azota?

¿Creemos hoy que Jesús rompe la ley natural y sana?

¿Cómo es mi preocupación por los enfermos?

¿En qué medida me preocupo por los marginados?

¿Es mi vida de fe dedicada a los demás?

Lecturas del dia

Libro de Génesis 17,1.4-5.9-10.15-22

Cuando Abrám tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo: “Yo soy el Dios Todopoderoso. Camina en mi presencia y sé irreprochable. “Esta será mi alianza contigo: tú serás el padre de una multitud de naciones. Y ya no te llamarás más Abrám: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido padre de una multitud de naciones. Después, Dios dijo a Abraham: “Tú, por tu parte, serás fiel a mi alianza; tú, y también tus descendientes, a lo largo de las generaciones.” Y esta es mi alianza con ustedes, a la que permanecerán fieles tú y tus descendientes; todos los varones deberán ser circuncidados. También dijo Dios a Abraham: “A Sarai, tu esposa, no la llamarás más Sarai, sino que su nombre será Sara. Yo la bendeciré y te daré un hijo nacido de ella, al que también bendeciré. De ella suscitaré naciones, y de ella nacerán reyes de pueblos”.

Abraham cayó con el rostro en tierra, y se sonrió, pensando: “¿Se puede tener un hijo a los cien años? Y Sara, a los noventa, ¿podrá  dar a luz?”. Entonces Abraham dijo a Dios: “Basta con que Ismael viva feliz bajo tu protección”. Pero Dios le respondió: “No, tu esposa Sara te dará un hijo, a quien pondrás el nombre de Isaac. Yo estableceré mi alianza con él y con su descendencia como una alianza eterna. Sin embargo, también te escucharé en lo que respecta a Ismael: lo bendeciré, lo haré fecundo y le daré una descendencia muy numerosa; será padre de doce príncipes y haré de él una gran nación. Pero mi alianza la estableceré con Isaac, el hijo que Sara te dará el año próximo, para esta misma época”. Y cuando terminó de hablar, Dios se alejó de Abraham.

Salmo 128(127),1-2.3.4-5

¡Feliz el que teme al Señor
y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás feliz y todo te irá bien.

Tu esposa será como una vid fecunda
en el seno de tu hogar;
tus hijos, como retoños de olivo
alrededor de tu mesa.

¡Así será bendecido
el hombre que teme al Señor!
¡Que el Señor te bendiga desde Sión
todos los días de tu vida:

que contemples la paz de Jerusalén.

Enseñanza de santa Teresa de Calcuta (1910-1997) Jesús extendió la mano y lo tocó.

En nuestros días, en Occidente, la peor enfermedad no es la tuberculosis o la lepra sino el sentirse indeseable, abandonado, privado de amor. Sabemos cuidar las enfermedades del cuerpo por medio de la medicina, pero el único remedio para la soledad, el desconcierto y el desespero es el amor. Hay mucha gente que muere en el mundo por falta de un trozo de pan, pero hay muchos más que mueren por falta de un poco de amor. La pobreza de Occidente es una pobreza diferente. No es sólo una pobreza de soledad, sino también de falta de espiritualidad. Existe un hambre de amor como existe un hambre de Dios.

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